- 01 octubre 2024
Turismo: La identidad de las ciudades, el desafío de preservar lo auténtico
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La ciudad no es sólo hogar y punto de encuentro de personas. Es un crisol de ideas, voluntades, creencias y aspiraciones, que encuentra en la diversidad una constante inevitable. Esta diversidad dota a la ciudad de una identidad propia que genera a su vez un sentido de pertenencia y un elemento diferenciador con respecto a otras ciudades.
Paradójicamente, una identidad atractiva puede provocar el debilitamiento y hasta pérdida de la misma si no se considera como elemento principal de esa identidad el factor humano. No son pocas las ciudades en nuestro país cuyas tradiciones, patrimonio construido, elementos paisajísticos, entre otros, atraen a visitantes, nacionales y extranjeros, que encuentran en el lugar un espacio en el que quisieran disfrutar temporadas vacacionales.
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Contando con el presupuesto suficiente, pueden proponer a habitantes del lugar un buen negocio para adquirir su propiedad. Esto provoca dos consecuencias. Por un lado, el desplazamiento de las personas de la localidad a otros sitios de esta, generalmente hacia la periferia en desarrollos nuevos o, incluso, a otra población, lo que conocemos como gentrificación. Por otro lado, que el inmueble adquirido para veraneo, se encuentre deshabitado el resto del año o, en caso de que se rente, habitado de manera esporádica por distintas personas.
La primera de las consecuencias genera para los habitantes desplazados la necesidad de experimentar desde cero el proceso de integración al nuevo lugar de residencia. Tendrá que comenzar a socializar (lo que en un contexto dominado por la conectividad remota y las redes sociales es una dinámica cada vez menos natural) para lograr integrarse a la comunidad contigua a su nuevo hogar. Asimismo, deberá reformular sus hábitos de movilidad, de adquisición de satisfactores, de recreación, entre otros, a partir de lo que el nuevo lugar precise y permita.
La segunda de las consecuencias convierte a un lugar habitado y funcional, en el contexto comunitario (por la presencia de sus residentes), en un perímetro “muerto” que deja de ser un útil activo comunitario para convertirse en un inerte elemento ornamental más del paisaje urbano. Esto va aislando a los habitantes que permanecen, fragmentando las redes de comunicación, apoyo y organización social, detonando dinámicas que reajustarán su forma de interacción con el entorno humano y físico.
Como mencioné al principio de esta colaboración, las consecuencias descritas derivan en el debilitamiento de la identidad que hizo atractivo el visitar y hasta residir temporal o definitivamente en el lugar. Lo que ha sucedido en ciudades donde se presenta este fenómeno es que se busca mantener vivo el elemento atractivo, aunque sea artificialmente, forzando dinámicas que se daban naturalmente con la presencia de quienes le dieron forma y le mantuvieron vivo. Evidentemente, lo artificial es fácilmente notorio, por lo que, perdiéndose el atractivo, el resultado es fácilmente previsible.
Valdría la pena entonces buscar comprender mejor la identidad de la ciudad; cómo se construyó y qué la mantiene viva y vibrante. Qué genera en la gente arraigo y pertenencia y cómo percibe su entorno al grado de poder llamarle hogar no sólo a su casa, sino también al espacio en el que esta se ubica. Lo anterior requiere de sensibilidad tanto desde la administración pública como desde la ciudadanía, ya que ambas convergen en la posibilidad de comprender cómo lograr proteger dicha identidad.
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Lo anterior significa poner a las personas en el centro de la comprensión del entorno y lo que le identifica; algo cada vez más difícil por la voracidad de la economía y de las presiones que se manifiestan en lo urbano. Es difícil percibir el delicado equilibrio de las cosas que permiten la vigencia de la identidad local, sobre todo cuando las cosas marchan bien, pero justo es ese el momento de hacer algo, de actuar de manera preventiva y no reactiva, tratándose de un activo no renovable para los asentamientos humanos.
Los esfuerzos en la materia, ya sean gubernamentales o ciudadanos, nunca serán demasiados. Realizarlos implica una apuesta ganadora por el lugar que habitamos para garantizarle un futuro posible.
jruiz@imaginemoscs.org
Encuesta Vanguardia
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