Un violonchelo Stradivarius perdido en Nueva York

Opinión
/ 18 octubre 2024

Acabo de recibir un obsequio invaluable de mi estimada amiga la poeta Claudia Berrueto, dos textos de la autoría del violonchelista mexicano Carlos Prieto (CDMX, 1937): La Música (Seminario de Cultura Mexicana, 2018) y Apuntes sobre la historia de la música en México y algunas notas autobiográficas (Seminario de Cultura Mexicana, 2018). Ambos textos –el primero un vademécum, y el segundo, todo un tratado sólido que aborda con erudición muy asequible el devenir de la música mexicana contemporánea– dan cuenta de los tintes vastos de escritura que posee el maestro Carlos Prieto.

Del primero diré que es un compendio sabiamente escrito, porque contiene en una nuez (parafraseando al divino Alfonso Reyes) los elementos más profundos y entrañables del arte musical: conceptos teóricos, históricos y estilísticos, así como un brevísimo diccionario de compositores fundamentales en el desarrollo de la música occidental (inicia el periplo con el italiano Claudio Monteverdi, 1567-1643, y culmina con el ruso Alfred Schnittke, 1934-1998), y de la música mexicana y sus egregios compositores, iniciando el recorrido con Hernando Franco (1532-1585), para culminar con la maravillosa Gabriela Ortiz (1964). Añado a este comentario introductorio que La Música suma con creces a otros tratados de apreciación musical que escribieron autores inmortales como Aaron Copland, Donald J. Grout, Adolfo Salazar, Jesús Bal y Gay, entre otros.

En Los apuntes sobre la historia de la música en México y algunas historias autobiográficas, Prieto hace gala de sus dotes indiscutibles como prosista, musicólogo de clóset e historiador. Hago un paréntesis para mencionar que desconozco el origen de Prieto como estudioso de filología e historiador del origen de las lenguas. Me explico. En 2018 el Fondo de Cultura Económica publicó un libro titulado Cinco mil años de palabras. Comentarios sobre el origen, evolución, muerte y resurrección de algunas lenguas, prologado por Carlos Fuentes, el texto es un tratado en toda su extensión sobre el origen de las lenguas (recuerdo aquí a los sublimes Antonio Alatriste y Rafael Lapesa), disciplina algo alejada del dominio musical de la música y el violonchelo, creo yo.

Carlos Prieto fue un exitoso ingeniero industrial antes de abandonar una carrera promisoria entre líneas de producción y acero fundido (vivió en Monterrey, donde llegó a ocupar un puesto gerencial de altura en la desaparecida Fundidora Monterrey), educado en el mítico y legendario MIT, decidió en un momento dado abandonar una carrera empresarial promisoria para abrazar la del concertismo como intérprete del violonchelo, instrumento en el que desarrolló una de las carreras más brillantes conocidas en el orbe musical del siglo XX. Tuve la fortuna de convivir con el maestro Carlos Prieto cuando vino a nuestra ciudad para interpretar las Seis Suites para Violonchelo de Johann Sebastian Bach en un solo concierto, que ofreció en el Paraninfo del Ateneo Fuente a mediados de los 90 del siglo pasado. A la sazón yo trabajaba en el desaparecido ICOCULT como coordinador de actividades musicales y como tal me correspondió atenderlo. En la comida, antes de su concierto, el maestro Carlos Prieto nos compartió una anécdota relacionada con su violonchelo Stradivaruis, un verdadero tesoro de costosísimo precio.

El instrumento perteneció a varios dueños e ilustres músicos desde el siglo XVIII, época en la que el genial Antonio Stradivarius lo construyó, antes de que el maestro Prieto lo adquiriera en Nueva York. Uno de estos poseedores fue un descendiente directo del gran Felix Mendelssohn- si mal no recuerdo, un sobrino nieto que emigró a América. Una noche, al llegar ebrio a su casa en Nueva York, herr Mendelssohn, anegado en los vapores del alcohol, olvidó al Stradivarius en la acera al tratar de abrir la puerta. Se fue directo a la cama para “digerir el mosto”. Más tarde el camión de la basura pasó y se llevó al violoncello envuelto en su estuche, confundiéndolo con basura. A la mañana siguiente Mendelssohn se levantó y lo primero que hizo fue buscar el instrumento que no encontró por ningún rincón de su casa. Cuando cayó en la cuenta de lo que había pasado esa madrugada se dirigió apresuradamente al basurero de la ciudad, y después de varias horas y de soltar una suma algo cuantiosa, pudo recuperar el valioso instrumento. En ese mismo instrumento Carlos Prieto deleitó al público saltillense, reunidos en el Paraninfo, interpretando las seis Suites del gran Bach.

CODA

“En varias ciudades he tocado en un solo concierto las seis suites, lo cual es un alarde de resistencia para los públicos. Así ocurrió en México, Monterrey, León, Xalapa, Saltillo, Torreón y Tampico”. Carlos Prieto. (Apuntes sobre la historia de la música en México y algunas notas autobiográficas, 2018).

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM