Víctimas del TDAH. Mi Trastorno por Déficit de Atención y el desaire presidencial

Opinión
/ 11 marzo 2025

¡Es la Jefa del Estado mexicano! Y no hay manera de que pase desapercibida, ni aun en el contexto multitudinario de la verbena popular del domingo

Le cuento que recién inicié tratamiento para el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, lo cual me tiene con sentimientos encontrados.

Por un lado, hay una sensación de zozobra, pues el TDAH es casi una condena a librar de por vida una batalla contra la dispersión, una lucha constante por mantener el enfoque de nuestras metas y objetivos inmediatos y a futuro.

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Pero intento ver los aspectos positivos (el precio de los medicamentos definitivamente NO es uno de ellos). Al menos ahora, con mi recién detectada condición, tengo una excusa inapelable para muchas omisiones que no serían necesariamente adjudicables al TDAH... ¿O sí?

-¿Por qué me dejaste en visto? ¡Te mandé mensaje por WhatsApp hace una semana!

-¿Por qué no caíste en la posada si tú quedaste de llevar a las bailarinas exóticas? ¡Tuvimos que hacer bailar otra vez al pobre de Gutiérrez!

-¿Por qué no entregas tu columna más temprano como los demás editorialistas?

En lo que el doctor me expide un certificado que pueda enmicar para llevar en mi cartera, les puedo enseñar mi receta. ¡O mejor, ya sé!: Imprimiré una tarjetita como la que le mostraba “El Joker” de Joaquin Phoenix a la gente en el autobús, una que diga: “Disculpe los inconvenientes, tengo una condición médica... Más información al reverso”.

REVERSO: “¡Favor de no estar chingando! ¡Que tenga un buen día!”.

Quizás no me cueste tanto después de todo acostumbrarme a mi nuevo estatus como neurodivergente. ¿No sabe si puedo conseguir placas especiales para el estacionamiento preferencial de discapacitados? Bueno, no importa... ni tengo coche.

El TDAH explica muchas cosas que hasta ahora atribuía a una innata adicción al caos y a la holgazanería: pasa que con frecuencia tengo una sola tarea asignada para todo el día, pero al dar las diez de la noche tengo otras siete cosas empezadas (el almuerzo por ejemplo) y el único deber originalmente planeado allí está, mirándome invicto, pues ni siquiera lo he puesto en remojo.

El TDAH sería también el probable detonador de mis cuadros de ansiedad así como mi debilidad por las relaciones tóxico-mágico-musicales. ¡Una chulada! Total, a ver cómo me va. Deséeme suerte, por favor, porque es gracioso hasta que uno reflexiona en que gran parte de nuestros mejores años de vida se nos van en conductas absurdas y laberintos de la mente sin el menor sentido.

Mi déficit de atención me juega las peores pasadas bajo situaciones estresantes. De por sí soy despistado y con los años me he vuelto muy olvidadizo (aunque quizás eso se deba a los años, precisamente). Pero de los olvidos, los peores son los relativos a la gente: Las caras se me borran, los nombres se me confunden, las historias se me enredan.

Ir al cine, al teatro o cualquier espacio concurrido me resulta muy incómodo, porque si algún conocido quiere saludar y hacer “small talk”, para mí es un infierno. Yo asentiré a todo con amables monosílabos y una sonrisa dura, sin alegría, sin vida, como la de Elon Musk, porque lo más probable es que no tenga jodida idea de con quién estoy tratando.

Y de percatarme de lo que ocurre a mi alrededor, ni hablar, tampoco es mi fuerte. Tengo el sentido arácnido en silencio y por más que me meto a “configuraciones” no sé dónde se restablece. Así que una estampida de elefantes podría estar a dos metros de mí y yo darme apenas cuenta de que hay más polvareda que la habitual.

Bien, pues con todo y mi diagnóstico y natural predisposición al despiste, al ensimismamiento y a evitar todo contacto visual con cualquiera que no sea un perrito callejero, aun así le garantizo de que incluso yo me daría cuenta si a mis espaldas estuviera caminando el Presidente de la República.

El presidente o la presidenta, quien fuese, así se tratara del mandatario más anodino que jamás haya ocupado el cargo (que no estoy diciendo que sea doña Claudia, pero sí...), le aseguro que ni yo podría ser indiferente a su persona o, mejor dicho, a su investidura.

Y es que aun tratándose de la insípida “doctora Shein”, alguien que no me cae bien y desprecio por encarnar todos los vicios del presente régimen (que son los mismos del anterior, pero con porra), lo más probable es que en su presencia me girara hasta quedar de frente; no para ser saludado o que notase mi insignificante e inconforme presencia entre la muchedumbre, sino porque ¡es la Jefa del Estado mexicano! Y no hay manera de que pase desapercibida, ni aun en el contexto multitudinario de la verbena popular del domingo.

La simple idea de que Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Manuel Velasco y no sé quiénes más (creo que la “MaHuicha” Alcalde) estuvieran más entregados en sacarse la selfie con “el hijo del papá” que en la adoración de la quinceañera para la que se organizó todo aquel guateque, es menos que plausible. Es decir, ninguno de ese selecto petit comité de la plana mayor miró de reojo, ninguno de sus achichincles (que los tienen por decenas, les dio el pitazo), nadie se percató... ¡Chingado! ¡Ni siquiera el wey que les iba a sacar la jodida foto les dijo: ‘Oígans’, ahí viene la mera precisa... ahí viene... viene... ya llegó... ya está atrás de ustedes... ya se va... ya se fue!”.

¿En serio? ¡Nadie! Todos víctimas de un TDAH en fase terminal. Eso o la doctora trae tenis y ya de plano ni bulto hace. Y es que está bien que la investidura presidencial cada sexenio le queda más y más grande al mandatario en turno, pero aun así, es inconcebible que el centro de todas las miradas, así como todo el ruido y pompa natural del aparato presidencial no los haya hecho percatarse de la proximidad del vórtice de aquel remolino humano y político.

Es como haber asistido al lanzamiento del Transbordador Espacial y perderse el despegue porque “¡ay! ¡Justo cuando empezó el conteo me llegó un meme por WhatsApp bien chistoso y se lo estaba enviando a todos mis contactos!”.

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Nada de esto es casual. Lo siento, no hay manera, no, no, no. Sólo tome en cuenta con quién se estaban tomando la foto para la posteridad: Nada menos que con el verdadero heredero y sucesor del prócer de Macuspana... Y no con la señito que dejaron encargada de los quehaceres, nomás en lo que se orea un poco la oficina.

Es un recordatorio de parte de los capos de Morena y de parte del dueño de la franquicia, para que a la doctora no se le suba el poder a la cabeza, para que no se crea que los altos índices de aprobación son mérito suyo y para que bajo ninguna circunstancia se le ocurra salirse del guion o de la ruta que se le dejó trazada. Y que no ose siquiera considerar la posibilidad de un rompimiento porque ahí está la tan temida figura de la revocación de mandato, una de las muchas bombas de tiempo que le dejaron cuidando a doña Claudia y que, en caso de activarse, de poco le servirán los masivos niveles de popularidad, ni todo el respaldo de la militancia de a pie, si no cuenta con el apoyo de la trifecta infecta: Monreal-López-Velasco, que hoy presumen su foto como cortesanos de “Andy, el Delfín Amistoso”.

Y son esos tres capos de la Cuarta Narco-Transformación precisamente los que hoy le están dando materialmente la espalda a la pobre, desairada y larguirucha doctora.

Claro... sin darse cuenta.

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