Xóchitl Gálvez: Que la fuerza del huipil los acompañe
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A Xóchitl Gálvez le bastó “mandar al carajo muchas cosas” para ganar el segundo debate presidencial y, además, emparejar la carrera rumbo al 2 de junio. Lo ha dicho ella misma en un mensaje que difundió por sus redes sociales, impregnada de un halo imprescindible en horas bajas. El día después del duelo organizado por el INE, la candidata del bloque opositor ha querido animar hasta a los más escépticos, sobre todo a quienes desean descarrilar a la 4T. Pero a juzgar por lo que ha escapado desde su propio núcleo de campaña, ni las encuestas de casa le conceden oportunidad de alcanzar a Claudia Sheinbaum. El dato frío, sin embargo, es lo de menos cuando se necesita irradiar confianza en hazañas imposibles.
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Sin duda Gálvez se sintió más cómoda y mejor dotada de dardos venenosos. De entrada se despojó del traje sastre y del lenguaje de estadista impuesto para el primero de los debates, y retomó la secuencia del ataque que le funcionó en la primera etapa de las precampañas, un ramillete de frases echas que ha perdido gracia y contundencia aún antes del comienzo formal del proceso. A pesar de ello, no son pocos los analistas que le confieren alcances que jamás logró con sus intervenciones la noche del domingo, motivados más que nada por la animadversión que les provoca la figura de Andrés Manuel López Obrador, cuyo gobierno, también es cierto, hila fracasos estrepitosos y ha cobijado supuestos actos de corrupción que incluyen a su entorno familiar. Aun así, Gálvez fue incapaz de sorprender.
Las acusaciones de la candidata de Fuerza y Corazón por México no pasaron de ser un listado de lo que durante meses se ha escuchado y leído en medios informativos y redes sociales. Si bien lo dijo con mayor aplomo −que valga el término− jamás se desprendió del estilo que suelen tener los titulares que apuestan por el morbo y el escándalo antes que por la noticia seria. De mentirosa, corrupta y narcocandidata nunca pasó. Gálvez logró amarrar alguna que otra frase efectista, como la de que Chiapas no es Dinamarca, y entre una y otra acusación apenas respondió preguntas ciudadanas, con ideas igualmente vacías. No es que la candidata de Morena lo haya hecho mejor, pero la de las grandes expectativas era ella.
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En su alocución, Xóchitl Gálvez dijo que antes del segundo debate iba tan sólo cinco puntos debajo de Claudia Sheinbaum, y que la forma aplastante en la que −afirma− triunfó ante su adversaria, las ha dejado tablas. El dirigente del PAN, Marko Cortés, se ha manifestado con el mismo tono festivo. A la candidata de Morena, dijo, le costará reponerse de esa derrota contundente, y para apuntalar lo dicho citó el resultado de Massive Caller, la encuestadora fundada por un exmilitante del partido que da un empate en las presidenciales y proyecta una mayor intención del voto a favor de Gálvez, pasado el segundo debate. Ahora es cosa, dice la candidata, de empujar con fuerza para inclinar la balanza en forma definitiva al momento de la elección. Hay huipiles mágicos, y Xóchitl se ha envuelto en el suyo. Falta que en verdad se lo crea.