‘Cómo se viene la muerte tan callando’
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El tango más hermoso que compuso Astor Piazzolla lo escribió a la muerte de su padre, Vicente. Adiós nonino, de 1959 es una de sus obras más versionadas, con 175 registros. Se trata de una composición armada sobre un tango previo al que Piazzolla le tenía un especial afecto. Cuenta su hija Diana, en la novela Astor (1986) que a días de la muerte del nonino —diminutivo de Nonno, “abuelo” en italiano—, Astor les pidió que lo dejaran solo. La familia se resguardó en la cocina desde donde lo escucharon llorar mientras interpretaba notas sueltas del tango Nonino, sobre el que fue improvisando hasta dar forma a la elegía musical que hoy conocemos como Adiós nonino. Si ya de por sí el sonido del bandoneón —instrumento emblemático de Piazzolla (1921-1992)— es triste, en este tango se alcanzan niveles del desamparo que sólo da la muerte. Brahms diría que esto no es necesariamente cierto, puesto que él escribió su Réquiem alemán Op. 45, (1869) obra llena de alegría sobre la muerte, diríase que esplendente, y equilibrada con delicadeza. Aunque no fue escrita a propósito de la muerte de su madre, Hersika Cristina, ocurrida cuatro años antes, en 1865, su fallecimiento, sumado al de su gran amigo y discípulo Robert Schumann, en 1856, más otras contingencias en su vida, lo llevaron a concluir esta obra armada con bosquejos de otras (El primer movimiento del Réquiem iba camino a configurar una sinfonía).
Antonín Dvorak, el compositor checo (1841-1904) dedicó a su madre Anna Dvořáková, la cuarta de las siete Canciones gitanas para voz y piano, B.104, Op. 55., de 1880. A esta única canción tituló “Canciones que mi madre me enseñó”, quizá con el ánimo de escribir más, pero...
Si es triste escribir música a la muerte de los padres, más aún lo es hacerlo ante la pérdida de los hijos. En español carecemos de un vocablo que designe tan desgarradora pérdida (La colombiana Piedad Bonnett escribió la novela biográfica ante el suicidio de su hijo Daniel, a la que impuso el elocuente título Lo que no tiene nombre, 2013). Tal vez una de las canciones rock más populares sea Tears in Heaven, de Eric Clapton compuesta a su hijo Conor, muerto a los 4 años. También Karac Plant falleció a la cortísima edad de cinco años. Su padre, Robert Plant, el legendario líder de la extinta banda Led Zeppelin, escribió All my love publicada en el que sería su último álbum de estudio, In Through the Out Door, (1979).
Un poco antes, en 1907, a la edad de cinco años, falleció María Putzi Mahler, hija de Gustav y de Alma. Desde 1901 el compositor había estado trabajando en Canciones de los niños muertos, basado en poemas del alemán Friedrich Rückert (1788-1866). Tras la muerte de la pequeña, Alma le reclamó a Gustav, según queda consignado en Preludios (2012) de Santiago Miralles Huete: “Te advertí —dice Alma a su esposo— que estabas tentando al destino cuando compusiste las Canciones a los niños muertos, ¡era un tema horrible! Y nuestra Putzi, nuestra pobrecita Putzi murió. Alma —responde Mahler— por el amor de Dios, Putzi enfermó y se murió, ¿qué tuvo que ver mi música con su muerte?” Sin duda la muerte de Putzi perjudicó a Mahler, quien desde entonces vio afectado su corazón, padecimiento que lo llevó a la tumba en 1911. Sin embargo, esta muerte no fue determinante, aunque tal vez sí detonante. Gustav fue el segundo hijo de una descendencia de 14, del matrimonio Bernhard Mahler, Marie Herrmann. Desde su infancia el pequeño Gustav vio la muerte de cerca al perder a siete de los 14 hermanos, de manera que entendía que la muerte es un proceso natural y no una desventura invocada por la poesía. No diré que para Alma la muerte de su pequeña hija la llevó a casarse dos veces más tras enviudar a los 32 años, solo lo apuntaré para la discusión. Primero con el arquitecto Walter Gropius, con quien tuvo una hija, Manon, muerta de poliomielitis a los 18 años. y después con el novelista judío, como ella, Franz Werfel. Al estallar la Segunda Guerra, Alma y Franz huyeron de Alemania en un azaroso viaje por Europa, rumbo a EUA, registrado en el libro autobiográfico Y el puente es el amor (1959) escrito por ella.
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Fiuuuu, logré no hablar de Amor eterno, de JG. Aunque me quedó pendiente la clásica Graveyard Train, del Credence de ejemplar ostinato.