Conectar con la audiencia: sobre descentralización y públicos en México (I)
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A las personas que hacemos y vemos teatro con cierta regularidad nos parece casi imposible pensar en una vida sin él. Hemos experimentado sus capacidades expresivas, sanadoras, a veces catárticas y por ello, entendemos que este arte ocupa un lugar que no es gratuito. Vivir en un entorno artístico nos da la capacidad de entender ciertos puntos de vista, pero también nos aísla de otros.
México, a pesar de ser un país con una increíble cultura popular en la que destaca también lo escénico, no es un país que tenga una cultura teatral especialmente generalizada o desarrollada. Los datos que proporciona el INEGI a través del MODECULT indican que para 2024, apenas alrededor de 10% de los asistentes a alguna actividad cultural en el país elegían asistir al teatro. Además, más del 60% de la población encuestada reportaba poco o nada de interés en asistir a alguna obra. ¿Por qué un país que posee manifestaciones escénicas en la cultura popular altamente arraigadas, como las representaciones de la pasión y muerte de Cristo que presenciamos en Semana Santa, presenta tanta renuencia hacia otras expresiones escénicas institucionalizadas?
El viacrucis organizado por la comunidad en una localidad y la presentación de una obra de la Compañía Nacional en el Palacio de Bellas Artes son ambos teatros por derecho propio, sin embargo, podría costar pensarlos como diferentes caras de un mismo fenómeno artístico. Es tal vez esta dificultad para pensar ambos como algo relacionado que crea también dificultad en cada uno de sus públicos para transitar hacia el otro lado, pero si realmente se aspira a la tan mencionada – y poco aplicada – “descentralización del arte” tenemos que comenzar a pensar en cómo bajar a ciertas manifestaciones escénicas del pedestal al tiempo que se le da el justo reconocimiento a otras expresiones que podrían ser vistas como más “toscas”.
La centralización del arte se da desde los espacios dedicados para ella. La distribución de los espacios culturales en las ciudades ya sugiere un cierto público que se espera que consuma los productos artísticos. Existen, claro, iniciativas que buscan llevar el teatro a las periferias y a otras poblaciones geográficamente aisladas, sin embargo, la oferta no es ni tan abundante ni tan frecuente como para considerar que nivela las condiciones de oferta cultural. Si la mayoría de la población no tiene los medios para acercarse al teatro y conocerlo, es difícil que espontáneamente los públicos crezcan.
La cantidad de personas con las facilidades y acceso real a la cultura son pocas, y no solamente en el apartado de las artes escénicas, pero el problema de la falta de públicos ha sido un tema en la comunidad teatral del país desde hace muchos años sin que esto detone necesariamente cambios profundos. Algunos analistas del tema se atreven – y con razón – a decir que, aunque se predique que el teatro es para todos, éste se presenta como un producto para un consumo muy específico. José Juan Martínez Guerrero y Oscar Martínez Guerrero lo dejan muy claro en un artículo de su autoría cuando dicen que el teatro institucional del país se preocupa por buscar el mayor consumo de entradas sin interesarse en impulsar otra formas de consumir las artes escénicas. Algo así como “quiero que consumas mi arte, pero esto es lo que hay y tiene que gustarte”.
Como creadores nos corresponde entender que, a pesar de las mejores intenciones, nuestro concepto de arte puede estar limitando nuestra capacidad de producir obras que sean no sólo presenciadas, sino apropiadas por otros públicos posibles. Más allá de que una obra pueda ser llevada de gira a diversas comunidades, vale la pena recordar que cada público puede ver el mismo producto y darle significaciones distintas. Es el derecho de cada quien decidir a quién dirige su obra, pero no caigamos en la ingenuidad de pensar que todo es, puede y debe ser consumido por todos de la misma forma.
¿Y para aquellos que aspiran a otra cosa? Entonces cabe sentarse a hacer un análisis profundo y sincero de la situación propia y de los lugares a los que se desea llegar. Aunque el objeto de análisis no es pequeño ni simple...