El laberinto del desierto con José Agustín: Entre el rock y la arena
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El fotógrafo Alfredo de Stefano recuerda un momento que vivió con el escritor acapulqueño, en un viaje que estuvo lleno de rock
No recuerdo si fue el azar o el destino lo que me hizo acompañar a José Agustín en aquel viaje por el desierto en el 2002. Lo cierto es que cuando supe que él iba a presentar su libro sobre el rock mexicano en Torreón y Monclova, no vacilé en ofrecerme como su compañero y conductor. Quería conversar con él, no tanto de literatura, que era su arte y su pasión, sino de música, que era la mía.
Sabía que José era un gran conocedor del rock, tanto nacional como internacional, y que había vivido y narrado su evolución y su influencia en la cultura mexicana. Pero yo quería compartirle mis gustos musicales del momento, que seguramente ignoraba y que quizá le interesaran. Quería ponerle en el estéreo del coche los Cds de Dead Can Dance, Clan of Xymox, Radiohead, Talk Talk, entre otros grupos de rock alternativo como se les clasificaba en los 90s. Quería escuchar su opinión, su crítica, su admiración o su rechazo.
Él, por su parte, quería que le mostrara el desierto y que le contara de él. Quería experimentar su inmensidad, su silencio, su belleza y su misterio. Quería contemplar sus colores, sus formas, sus contrastes y sus secretos. Quería recorrerlo aunque fuera desde la ventana de mi auto. Quería, en suma, vivir un road trip por aquel laberinto visual de arena y piedra.
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Así fue como iniciamos el viaje, cada uno con sus expectativas y sus deseos, pero también con una curiosidad y una apertura hacia el otro. Fue un viaje inolvidable, acompañado de pláticas profundas sobre música, el desierto y algo de literatura. Al final, creo que ambos cumplimos nuestro propósito: él conoció el desierto y yo conocí al escritor. Pero también, y sobre todo, nos conocimos a nosotros mismos, a través de los ojos del otro.