Ahora que la violencia se ha anclado como una realidad cotidiana parece difícil imaginar un tiempo en el que incluso las muertes más impactantes eran un acontecimiento que sí marcaba a la comunidad, pero eran hechos que destacaban por su singularidad.
Esto es lo que recuerda el escritor Hiram Ruvalcaba en su novela ‘Todo pueblo es cicatriz’ (Penguin Random House, 2023), donde se coloca desde la autoficción en medio de tres crímenes que ocurrieron al sur de Jalisco antes del 2006, cuando fue declarada la llamada “Guerra contra el narco”.
“[La ubicación] tiene elementos de varios pueblos de la región, donde mataron a tres personas con las cuales el protagonista, que en la novela soy yo, tenia cierta cercanía. Una mujer vecina, llamada Sagrario; una maestra de música, llamada Rocío y el tío del protagonista, llamado Antonio”, comentó el autor en entrevista con VANGUARDIA.
Cada uno de estos sucesos se acerca más a la piel del protagonista, hasta que la violencia se desata a lo largo del país y lo que antes era ocasional se convirtió en una fría estadística.
“Es un poquito como lo que hace Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, en qué momento se fue a la mierda el Perú pues yo digo en qué momento se nos fue la fregada de este país. ¿En qué momento la violencia se convirtió en algo tan cotidiano que olvidamos que cada una de estas historias, pues esconde una crisis personal, familiar, una crisis vecinal”, señaló.
“No es una novela sobre la violencia de narcotráfico. No quiero llevarlo por ahí, de hecho casi no toco el tema. Es una novela sobre cómo todos formamos parte de esta gran telaraña que es la violencia nacional en nuestras relaciones interpersonales”, agregó.
Es una novela sobre cómo todos formamos parte de esta gran telaraña que es la violencia nacional en nuestras relaciones interpersonales”.
Hiram Ruvalcaba, autor del libro.
Para el autor, quien presentó el texto en la pasada Feria Internacional del Libro Monterrey 2023, funge también como una reflexión sobre el estado actual de las cosas, y sobre todo es para él una declaración desde la literatura sobre “cómo le gustaría que fuera el mundo”.
“Uno no quiere recordar cosas así. Alguna vez alguien me preguntó que por qué lo hacía, cuál era mi afán de de traer de regreso esta muerte, esta violencia y en realidad no es que yo quiero escribir sobre la violencia. Yo lo que quiero es preguntarme por qué estas cosas ocurren en una aparente sensación de cotidianidad, donde todos somos un poquito cómplices, al voltear hacia otro lado, al quedarnos callados. Que tampoco es que tengamos mucha opción, pero creo que por lo menos quiero que dentro de 50 años, cuando alguien lea mi obra digan, mira, a este wey si le daba vergüenza ver en qué se estaba transformando su pueblo, su país, su zona”, explicó.
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“Entonces para mí es un poquito tratar de reflexionar cómo estas muertes afectaron mi visión del mundo. Yo en aquel momento, cuando empecé la novela, no lo había pensado así, pero conforme fui avanzando me di cuenta de que sin estas tres experiencias probablemente no me hubiera dedicado a la literatura, el haber vivido estas cosas tan cercanas, no haberme hecho esas preguntas desde temprano porque yo tenía 8 años [...] Es un acto de reflexión, un acto de verse a sí mismo y tratar de responderse cosas que a veces no tienen respuesta”, concluyó.