‘La devoción por la música o por el primer amor es universal’: Camila Fabbri

Artes
/ 3 mayo 2022

En su libro ‘El Día que Apagaron la Luz’ la escritora profundiza en uno de los eventos que marcó la música argentina: el incendio de República de Cromañón

El 30 de diciembre de 2004 es una fecha que está grabada, a fuego, en la mente de una generación de argentinos. En esa fecha se incendió República de Cromañón, un local enclavado en el barrio Once de Buenos Aires donde se reunían a tocar bandas que eran seguidas con fervor por adolescentes y jóvenes.

Camila Fabbri se salvó por poco, ella acudió a Cromañón un día antes para escuchar a la banda Callejeros. Así que no estuvo cuando una bengala prendió fuego en el interior del lugar, provocando una de las mayores tragedias en la escena musical argentina, que tuvo un saldo de 194 muertos y cerca de mil 500 heridos.

Durante mucho tiempo la escritora tuvo la intención de escribir algo sobre esa experiencia que marcó su adolescencia, pero la detenía un cierto pudor, la sensación de que contar su experiencia, y la de sus amigos, era “irrespetuoso”. Pero el oficio pudo más que las cavilaciones y Camila decidió realizar un texto híbrido, una suerte de “Frankenstein”, como ella lo llama, que se convirtió en el libro “El Día que Apagaron la Luz” (Almadía, 2021)

“Todo el tiempo me preguntaba desde dónde iba a hablar de algo tan grande. Yo no era una sobreviviente en el sentido más clásico de la palabra. Pero con el tiempo fui suavizando esa idea porque me parecía que si me dedicaba a la escritura podía hacer un proyecto que incluyera otras voces que no fueran sólo la mía”, relata la argentina en entrevista con VANGUARDIA.

El proceso tomó tiempo. Entre las entrevistas a viejos amigos del colegio que escuchaban a Callejeros y que iban al Cromañón, las transcripciones, el tallereo y las asesorías con las escritoras Ivana Romero y María Moreno, Fabbri tardó dos años en terminar esta crónica polifónica que también juguetea con lo performático.

“De alguna forma es un perfil de época sobre lo que para mí fue Cromañón, porque esa era mi intención. Yo no quería escribir un libro sobre Cromañón, me parece que el libro no intenta aportar más datos de la causa ni tampoco intenta meterse en lo más escabroso y morboso que fue de la única manera que se nos contó Cromañón desde los medios. Mi intención era hacerlo de un lugar muy pequeño, que es el mío, desde mi individualidad”, relata la también autora de “Los accidentes”.

Un libro marcado por el rock

Ese tono polifónico, que involucra a los chicos que vivieron la experiencia de escuchar a Callejeros y visitar República de Cromañón es uno de los grandes aciertos de “El Día que Apagaron la Luz”. El libro toma su nombre de una famosa canción de Sui Géneris, la mítica banda creada por Charly García y Nito Mestre, referente indiscutible del rock latinoamericano.

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“El título viene de una canción del regreso de Sui Géneris en el 2000, que hicieron este disco que se llamó ‘Sinfonías para adolescentes’ y el primer tema era ‘El Día que Apagaron la Luz’. Me pareció que ese tenía que ser ese el nombre del libro por todo lo que significó que se apagó cierta juventud, que las luces de Cromañón se quedaron a oscuras en medio del desastre. En ese sentido creo que la alegoría era permanente y hay algo del registro musical en el libro”, comparte la también dramaturga.

Nadie duda que la música es una zona de libertad y sensibilidad para los adolescentes, pero a eso hay que sumar que el rock argentino tiene un lugar especial en la creación artística de América Latina. De ahí que el libro de Fabbri esté impregnado de una vibración natural que de inmediato podrán apreciar los amantes de la música.

“Es un libro muy argentino y me preguntaba si se podría leer en México con el mismo código. Con el tiempo me di dando cuenta que es súper legible, que hay algo de la adolescencia que es muy transferible, que no tiene que ver con algo geográfico. La devoción por la música o por el primer amor es universal, eso es algo de lo que también habla el libro, de cómo te enamoras de alguien porque escucha la misma música, porque van juntos a los recitales, porque se protegen ante la catástrofe.

“La música es uno de los primeros gestos identitarios que uno tiene con otros. Si yo veo a alguien con la misma remera (camiseta) de la banda que a mí me gusta voy a querer acercarme a hablarle. La música es fundamental para todos, pero ese momento de la vida es un elemento muy clave”, plantea la joven

Otro tiempo con otros tiempos

Hay un ir y venir de mensajes y recuerdos a lo largo de las páginas de “El Día que Apagaron la Luz”. De hecho, el capítulo que le da título al libro está construido con mensajes de WhatsApp. Y si bien en 2004 ya existían los celulares, los iPods, el MSN Messenger y Myspace, no todos los chicos tenían acceso a un teléfono móvil y el Internet era lento y ruidoso. Las citas con los amigos para acudir a la presentación de una banda se hacían en el colegio, las casas, las paradas de autobuses.

“En ese momento no existía la inmediatez, que es lo que genera la ansiedad en la que vivimos todos, que si no hay una respuesta en un segundo se acaba el mundo. En ese momento parece que había tiempo. Mandabas mensajes de texto, que era como mandar una carta, así que esperabas que se contestara. Era otro tiempo con otros tiempos. Tenía que ver con costumbres que se hacían en ese momento, tomar micros desde mucha larga distancia para ver una banda que uno atesoraba. Creo que hoy día sigue pasando, pero son menos las bandas y los fanatismos.

“Todo en ese sentido cambió mucho. En lo personal sigo sintiendo que tengo una relación muy devota con la música, pero no voy a recorrer el país para ver una banda en vivo. De hecho, ir a ver bandas en vivo tampoco es algo que me es gratuito, están la aglomeración, el ruido que cubre la música, que son situaciones complejas para mí. Ahora ya sé que soy así, pero no estoy segura si algo de esto fue adquirido en relación con lo que pasó, o ya era de esta forma. Creo que en algún punto ya era así porque no me animaba ir hasta adelante, mis amigos me cuentan que yo me iba arriba para no tener que estar con toda la gente. Ya era la miedosa en esa época”, confiesa con una media sonrisa.

¿Hiciste tu propio playlist para este libro? Se le plantea a Camila, que cuenta que buscó toda la música que escuchaba en la adolescencia. “Fue un proceso duro, tenía miedo de quedar un poco expuesta, por suerte eso no pasó. Para poder escribirlo tuve que volver a pasar por esos sonidos, ver los videos en YouTube de Callejeros tocando con todas esas bengalas encendidas. También escuché a Los piojos, Los Ardelitos, la 25, todas esas bandas que escuchaba en ese momento y me pregunté por qué me gustaban, no sé si se puede encontrar la belleza como tal en sus canciones. Pero esas letras están totalmente grabadas en mi cerebro, ya son parte de mi ADN”, concluye.

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