Maestro Tejedor Efrén Nava Vega: La vida que pende de un hilo, o varios
Con más de 50 años de experiencia, Don Efrén es considerado uno de los grandes maestros tejedores de Iberoamérica, su talento lo ha llevado a ganar varios premios y reconocimientos a nivel estatal y nacional. Hace unos días, el artista textil estuvo en Saltillo, y VANGUARDIA platicó con él
Nació para ser artista. Pero a los diecinueve años, en lugar de estar frente a un telar, estuvo frente a un volante como conductor de tractocamiones. Pudo haber seguido ese camino, olvidarse de los sacrificios del arte y quedarse frente a un volante para siempre. Pero si hubiera sido esa su elección, nunca habría escrito estas palabras. Tampoco él sería uno de los maestros tejedores más reconocidos de Iberoamérica. Y ni hablar de sus obras, que mantienen vivas las tradiciones de nuestro pueblo.
Don Modesto Nava Vega, también conocido como Don Efrén, me lo dice sin tapujos: “Escogería esta vida una y mil veces más”. Y aunque se le hace un nudo en la garganta al recordar los sacrificios de su historia: los altibajos de su economía familiar. Pues, pese al trabajo que implica lavar, limpiar, cardar, hilar y tejer la lana, es una actividad que pocas veces es bien remunerada. Además del regateo y la falta de promoción cultural, la ausencia de sueldos seguros vuelve a este oficio uno de los más difíciles para subsistir económicamente.
Don Efrén vuelve a sonreír y señala que cuando muere un artesano, muere un trozo de la historia. Quizá sea eso, por lo que se ha aferrado a este trabajo titánico. Quizá haya sido también parte de la herencia del lugar donde le tocó nacer: Gualupita, Estado de México. Se le iluminan los ojos cuando habla de esta comunidad, recuerda con precisión el número de habitantes (13 a 14 mil) y la posición geográfica exacta, incluso el número de metros sobre el nivel del mar (2650 msnm). Y explica que se fundó por la mezcla de razas azteca y tlaxcalteca. Su raza, reconoce es esta última. No necesita un examen genético, sabe su historia y la vuelve suya con los trazos y figuras que heredó de su familia para imprimirlos en los gabanes jaspeados y sarapes. No se puede imaginar su vida si hubiera nacido en otro lugar. Gualupita es una tierra conocida por los trabajos de lana. Desde los 7 años participaba con su papá y su tío en el telar. Y hasta el día de hoy, sus dedos se pierden entre hilos de oro, plata, lana de Nueva Zelanda para crear obras de arte que miden hasta el doble que él.
Una de sus obras cumbre, un Sarape Saltillero Virreinal del siglo XVIII, que fue premiado por la Fundación Banamex y que conquista a cualquiera. Don Efrén, narra que comúnmente le preguntan cuánto tiempo le lleva armarlo. Y aunque quisiera decirles que tres años, la respuesta es: “toda la vida”. Y es que en la creación de esta pieza no solo intervienen los 24 hilos por pulgada, entre ellos, hilos de oro, de plata, ni los 14 colores naturales, ni la trama en seda, ni el fondo guinda que fue teñido con la grana cochinilla. En esta pieza están el sudor y la sangre de 50 años de trayectoria. “Yo me gradué con ese sarape, me conocieron muchas personas y creo que de ahí puedo respaldarme.”
Dice, el maestro tejedor, que los artesanos no tienen un título, ni un examen profesional que los ampare. Por eso dejan que sus obras hablen por ellos. Sus piezas han sido adquiridas por Fomento Cultural Banamex y reconocidas con premios como el Galardón Grandes Maestros de Iberoamérica, Leyendas Vivientes del Arte Popular, Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano, la Presea Estado de México, el Salón de Maestros del Arte Popular, así como en el certamen Diseño y Vida en el Arte Popular.
EL LENGUAJE DEL ARTE
¿Qué se siente ser el maestro tejedor más reconocido del país? Le suelto después de haber investigado los premios en Internet, porque él nunca los mencionó. Su respuesta: “Nada. Uno no se debe subir a un ladrillo y marearse, siempre estoy con los pies en la tierra. Lo más importante es la humildad y seguir creando.”
Él siente que la palabra artesanía, al referirse a estas y otras obras del patrimonio popular mexicano, pueden llegar a demeritarlas. Las creaciones son arte. “Al decir es artesanía o arte del pueblo hay gente que no quiere pagar, que por eso minimiza”. Y en eso no está de acuerdo Efrén: “o es arte o no es arte”.
Y recuerda cuando estuvo al frente de una clase para mujeres japonesas en la Ciudad de México. Lo invitó la maestra Yoshiko Shirata Kato, quien estudiaba la tintura de las plantas del país. Era un salón con personas de culturas paralelas y que no hablaban ningún idioma común. Ninguno, hasta que empezaron a comunicarse mediante los giros en el bastidor y la tensión de los hilos. El curso se completó sin necesidad de usar otro lenguaje más que el del arte. “¡Esto es un arte!”, recalcó. Él ha estado en un trabajo incansable por varios países, entre ellos Estados Unidos y Perú.
El maestro empezó su taller textil el año pasado en su natal Gualupita. Y realiza intercambios con otras instituciones como el Museo del Sarape en Saltillo. Comparte sus saberes con otros tejedores para que esto no caiga en el olvido. Agradeció mucho a Claudia Rumayor y Carlos Farías, su anfitrión, por permitirle traer cursos y charlas a esta parte del país que comparte una herencia textil. No es la primera vez que visita la capital de Coahuila, en 2011 acudió a una charla sobre investigaciones del Sarape Saltillero. Y ahora está aquí de nuevo, “dando lo poquito que Dios nos ha brindado, vine a compartirlo con los compañeros tejedores”.
DESDE LOS LIBROS DE TEXTO
En la Escuela Textil “Efrén Nava Vega”, una institución creada por él en 2020, se puede aprender sobre la elaboración de gabanes jaspeados y ver de primera mano los telares y piezas que destacan por su calidad. Además, uno de los propósitos de la institución es que las nuevas generaciones sean capaces de seguir con una tradición que tiene siglos y que engloba no solo el legado indígena, sino sincretismos españoles y de la historia del país. En ella se aprenden las raíces de culturas chichimeca, mexica, tolteca y tlaxcalteca. Además se enseña a trabajar con un plano para tener una idea previa del diseño y que no queden espacios sueltos.
“Ojalá y nuestras autoridades comprendan que este es un patrimonio que no se debe de perder”, menciona el artista para hacer hincapié que cuando los gobiernos quieran voltear a ellos: el artesano ahí está, siempre para que esto no se pierda. Ellos superan algunos retos, el principal es que el trabajo sea íntimo y real. “Te tienes que apasionar, que salga del alma, tienes que sentir lo que estás haciendo y debes tener amor por lo que estás haciendo. Solo así salen los mejores trabajos”, señala.
El trabajo del gobierno debería enfocarse en dar a conocer estas tradiciones desde los libros de texto. “Incluir estos contenidos en la educación básica ayudaría a que la gente no compre las cosas que vienen de China”, señala que, por la globalización, mano de obra barata y baja calidad en los materiales la gente olvida buscar estas piezas.
Un sarape o un gabán hecho por maestros tejedores no solo trae el abrigo contra el frío propio de la lana. Entre sus hilos van las raíces, la historia y la cultura. Cada color y diseño representa una parte de lo que somos. Los trazos en estas prendas no son al azar, son los secretos de nuestros ancestros, susurrandonos, protegiéndonos.