‘Once retratos sucintos’ que hacen comunidad

Hace casi un año, en el verano del 2022, la artista originaria de Texas Amber Kappes tomó un trozo de carboncillo y se plantó en La Besana para conocer a su comunidad a través del retrato. De ahí resultaron 11 piezas que la regresaron al arte, crearon nuevas conexiones y le abrieron la puerta para su primera exposición individual.

El jueves 23 de febrero, con el apoyo de la curadora Talía Barredo a través de Liquen - Agencia de Arte, inauguró la muestra “Once retratos sucintos” en la galería “María Alicia García Narro” del Centro Cultural La Besana, en cuyo también exhibe una serie de retratos de orejas, parte del cuerpo humano que a veces ni figura en este género pictórico, pero que aquí decidió otorgarle protagonismo.

“Conocí el espacio cuando Picuy Soto inauguró su muestra. Me gustó como se estaba utilizando el lugar y me puso a pensar que, aunque tengo mi estudio en casa, desde la pandemia no he salido y conozco a Talía pero a nadie más”, expresó la artista en entrevista con VANGUARDIA.

En ese evento se dio cuenta que quería conocer más a la comunidad artística local, pero “en vez de ir a bares y reuniones”, deseaba tener una conexión más profunda con las personas y el lugar. Así que retomó un ejercicio que desarrolló en la universidad de Odessa, su ciudad natal, donde estudió artes, y dejó que el retrato fuera el medio para crear ese lazo.

La galería estuvo abierta como su estudio durante dos semanas. En ese lapso convocó a las personas a que se acercaran para un retrato a carboncillo y un rato de conversación.

Las piezas, confirmó, no buscan un preciosismo realista. Por el contrario, pretenden alejarse del fotorrealismo, como es tradición en el género, y recrean los rasgos faciales de cada modelo con mayor libertad y expresión, trazos que además reciben la influencia del gusto de la creadora por la geometría.

“Amo la geometría, no soy experta, pero de lo que aprendí en la escuela me gustó mucho el trabajo en espacio negativo, que el objeto es más lo que lo rodea, el espacio vacío. Eso me ayudó mucho porque mi ojo trata de resolver las relaciones espaciales y lo hace más artístico”, comentó.

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Su relación con el óleo, que es una técnica que dejó por el tiempo que requiere, y su proceso de trabajo, la hacen valorar más su aplicación. Pero incluso así una de las obras representó tal reto que entre revisión y revisión dejó de ser un ejercicio más expresivo y comenzó a convertirse en una obra detallada, lo que se nota al compararla con las demás.

“Los fotorrealistas son increíbles, la gente que puede alcanzar ese nivel es genial, pero para mí es como ‘puedo tomar una foto’, aunque algunos necesitan probarse a sí mismos que lo pueden lograr”, expresó, “el retrato de Mike es un poco más realista que los demás, así que tuve que detenerme”.

Kappes recordó que en sus inicios el arte se enfocó más en la pintura al óleo, siempre retratos. “Sí, estudiaba arte, pero también veía lo increíbles que eran estas personas, estaban haciendo cosas increíbles. La principal razón por la que me decanté por el retrato fue mi fascinación por los rostros. Creo que pasé un semestre concentrada en mi propio rostro, si podía dibujar mi propia cara y luego me expandí hacia mis amigos”, explicó.

“Once retratos sucintos” seguirá en exhibición en el Centro Cultural La Besana durante el mes de marzo.