Cultura y Pop: Acción Poética

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/ 18 marzo 2025

En la época de las redes sociales, encuentro en internet que cuando alguien intenta explicar la influencia de Acción Poética generalmente recurre a cifras

No recuerdo la primera vez que vi una pared pintada de blanco con una frase escrita en letras negras firmada por Acción Poética. Sé, sin embargo, que sucedió allá por 1996, y que poco a poco comenzaron a aparecer más, rodeadas de misterio.

Era imposible saber quién las había hecho, cómo había elegido el lugar, cuándo había puesto manos a la obra, de dónde había sacado la frase —¿Era propia? ¿La había tomado prestada?— ni si había pedido permiso para hacer la “pintada”, dado mordida, o actuado a las bravas.

Las frases eran tan llamativas, que más allá de lo logístico el misterio apelaba a otras discusiones. ¿Qué eran, poesía o pensamientos? ¿Qué idea había detrás? ¿Qué pretendía el autor?

Mientras nos hacíamos estas preguntas, Acción Poética fue enriqueciendo nuestras idas y venidas por la ciudad. De pronto, en el lugar menos pensado —junto a una parada de autobús, en una avenida llena de tráfico pesado y sin árboles a la vista, en las calles de una colonia cualquiera— aparecía una pared blanca y una nueva frase. Como un regalo.

”Si fueras dos, ¿cuál ganaría?” “Al perderte me encontré.” “¿Cuánto falta?” “El amor nos incumbe.” “Estás bien bonita.” “Somos la evidencia.” “Hoy sucedes.” “El día es nuestro.” “Tu sonrisa decora la tarde.” “Estamos a nada de serlo todo.” “Eres tiempo somos música.” “Funciono porque te recuerdo.” “Arde tu distancia.” “Escucha mi silencio.” “Somos gente pasando.” “¿Y si el trozo de madera descubre que es violín?”

Y por alguna extraña alquimia, uno sentía que la ciudad donde aparecían estas pintadas era más humana, culta y cálida, y que en ella vivían personas con las cuales podríamos tomar un café para conversar de libros y de sentimientos.

Comenzó a ocurrir también que intercambiábamos con amigos avistamientos y frases, y que para cuando acordamos Acción Poética había transformado no sólo nuestro entorno físico, sino los ojos con los que lo que veíamos. La sencillez de una pared blanca con letras negras nos hacía apreciar la montaña que había detrás, o el contraste con la casa derruida de al lado. Y en ambos casos la extraña belleza de nuestros rumbos.

No estábamos en Paris, y sin embargo lo que vivíamos era bien chingón.

Había bardas, por supuesto, más y menos en sintonía con nuestros sentimientos y gustos. Pero en todas latía el convencimiento de que menos era más. De que no había necesidad de firmar con un nombre propio ni de atraer la atención sobre una persona, ni sobre sus estudios, méritos, ni conexiones. De que lo importante eran las palabras (“Somos las palabras que dicen cómo somos”), y que no importaba que estas fueran sencillas y de uso cotidiano: no recuerdo ninguna palabra rimbombante, ninguna frase rebuscada. Muchas eran incluso obvias. Pero la manera en que estaban plasmadas apelaban a la potencia de las palabras, y por eso resultan poderosas.

Mucho tiempo después me enteré de que detrás de Acción Poética está Armando Alanís Pulido, un poeta regiomontano nacido en 1969.

Ojalá, pero dudo que se haya vuelto millonario. Dudo también que sea reconocido masivamente por el mundo de la academia y de la crítica. El Nobel seguro no lo va a ganar.

Incluso en esto el movimiento que emprendió ha sido sencillo y esencial. Plasmar las palabras para compartir con otros la belleza que pueden crear y que pueden hacerte sentir, no por los reconocimientos ni las cosas que puedan traer consigo.

En la época de las redes sociales, encuentro en internet que cuando alguien intenta explicar la influencia de Acción Poética generalmente recurre a cifras: se han pintado poesías en letras negras y paredes blancas en más de ciento ochenta ciudades en México, más de cuarenta países, varios idiomas, etcétera, etcétera.

Todo eso está muy bien. Pero no me imagino una pared blanca con letras negras dedicada a estas cifras.

La belleza de Acción Poética es que nos hizo comprender que nunca fue necesario pagar dinero, ganar premios, ni tener miles de followers para saber que en nuestra vida “Queda mucho por sentir.”

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