Diez años sin Chavela Vargas ‘la dama del poncho rojo’... éstas son sus frases inolvidables
Provocadora y adelantada a su época, la memorable Chavela Vargas fallecía una década atrás a los 93 años, ya convertida en un símbolo de libertad en vida y en la música
Fue una intérprete excepcional de la tradición musical de México. Su magnetismo en escena le valió la fama internacional, pero nunca cedió a los pedidos del mercado ni ocultó sus convicciones, ella era Chavela Vargas.
Grabó más de 80 discos y sufrió el olvido, pero logró relanzar su carrera gracias al apoyo de Pedro Almodóvar.
Provocadora y adelantada a su época, la memorable Chavela Vargas fallecía una década atrás a los 93 años, ya convertida en un símbolo de libertad en vida y en la música, dos mundos en los que transgredió barreras de género de todo tipo y que la inmortalizaron como una de las más influyentes artistas latinoamericanas de su tiempo.
“Yo no soy bohemia, yo nací con esa sed de luna, sed de noche, sed de sueños, persiguiendo sueños”, decía.
Con su característico estilo rasposo y duro a la hora de entonar, la cantante pasó así a la historia, como una figura que, aunque quizás tardíamente reconocida, desafió las expectativas sociales y el sonido tradicional de su México adoptiva para sellar su impronta inconfundible a toda una manera de experimentar la existencia.
Repleto de claroscuros, su recorrido comenzó en Costa Rica, donde nació el 17 de abril de 1919 en el pequeño distrito de San Joaquín de Flores y fue bautizada como María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, aunque pronto adoptaría otro nombre público y otro país en el que, como aseguró en su biografía, encontraría “la vida de verdad”.
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Abandonada por sus padres y sobreviviente de la poliomielitis en la infancia, humilde, joven pero ya golpeada, llegó a México en su adolescencia para radicarse, aunque su despegue como intérprete ocurriría casi dos décadas más tarde, luego de trabajar como cocinera y vendedora de ropa y hasta como chofer de familias de alta alcurnia mexicana.
La oportunidad de dar a conocer su voz en un programa de radio y su gran cercanía con quien sería una suerte de padrino musical, el prolífico cantautor José Alfredo Jiménez –también socio suyo en largas noches de descontrol–, se transformarían en un modesto trampolín a los escenarios de Acapulco y en pequeños circuitos artísticos y, en los años 60, a adquirir mayor notoriedad.
Y es que “la dama del poncho rojo”, con todo su magnetismo, supo presentarse frente a estrellas de Hollywood como Elizabeth Taylor, Rock Hudson, Ava Gardner y Grace Kelly, pero más importante aún en su intimidad, cosechó profundas amistades con artistas e intelectuales como la emblemática Frida Kahlo y su esposo Diego Rivera, el colombiano Gabriel García Márquez y, más tarde, con el español Joaquín Sabina, entre otros.
Acompañada únicamente por una guitarra, Chavela Vargas dejó tras de sí ejemplos de su conmovedor y sufrido lamento frente al micrófono en “Macorina”, de su primer álbum grabado en 1961, “Paloma negra”, “Un mundo raro” y “La llorona”, tal vez la más famosa e hipnótica de sus versiones; por nombrar tan sólo un puñado de las que aparecen en su extenso haber de más de 80 discos de estudio y en vivo.
Basta un repaso de su obra y situarla en contexto para comprender la relevancia vanguardista que “la Chamana” tuvo al hacer propias esas letras, cuando la canción ranchera, el género que principalmente la volvió conocida, era señal unívoca de fiesta y la música popular mexicana en general, un dominio absoluto de los hombres. Intentaron que subiera al escenario en vestido y tacos, pero elegía ponerse pantalones, trajes de charro, sombreros y salir sin maquillaje, aunque eso le valiera la incomprensión y el desdén de quienes la tildaban de “marimacho”, y cantaba lo que se suponía que debían ser líricas felices como si se tratara de una catarsis, una forma de purgar el dolor.
En la sociedad homofóbica e intensamente religiosa de la México de su época, se paraba frente a los roles de género establecidos, bebía y fumaba “como varón”, a veces calzaba una pistola en su cinto, y les hablaba desde la música a las mismas mujeres a las que los compositores se las habían escrito: Chavela Vargas lo dio vuelta todo mucho antes de que su genio fuera abrazado en América latina, pero debió atravesar un duro impasse de 15 años para volver con renovado recibimiento.
Entrada la década del 70, rechazada una vez más por el mundo que la rodeaba y tras la muerte de José Alfredo Jiménez, fue acogida por una familia de chamanes que la ayudaron a rehabilitarse de su dura adicción al alcohol, y desapareció de la vida pública al punto de que la sociedad la diera por muerta.
Sería España el nuevo lugar en el que, ya en los 90 y con sus fantasmas bajo control, volvería a cantar su querido repertorio frente a una audiencia y cultivaría más vínculos en el universo artístico que le dieron el impulso necesario para recorrer los escenarios ibéricos de la mano de Miguel Bosé, Ana Belén, Sabina, Martirio y el propio Almodóvar, su “único amor en la Tierra”.
Revitalizada, lúcida y activa, la intérprete de “Que te vaya bonito” y “Las simples cosas” expresó abiertamente que era lesbiana a los 81 años y eligió despedirse de las presentaciones en vivo en 2006: “No quiero que me vayan a ver solamente por ser una viejita simpática”, dijo en su último concierto en la Ciudad de México. Mujer libre hasta el final, alguna vez resumió: “Yo no soy barco, no tengo velas, no tengo ancla. Tengo alas maravillosas, unas alas muy tenues, muy bellas, que yo las siento y voy por el mundo. Ahí sueñas, ahí creas. El que está estacionado no crea. Hay que romperse el alma para poder crear”.
El 5 de agosto de 2012, en Cuernavaca y a los 93 años, el planeta perdía a María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, más conocida internacionalmente como Chavela Vargas.
Aquí las frases inolvidables de ‘la dama del poncho rojo’
“Los Mexicanos nacemos en donde nos da la chingada gana“.
“Moriré un lunes, el día más aburrido, pero no quiero cruces ni llanto. Quiero que dejen descansar a la Vargas”.
“Cuando yo canto, los que escuchan sienten y lloran porque se dan cuenta de que todavía son capaces de sentir, a pesar de los males del mundo”.
“Todo lo he hecho a sabiendas y no me arrepiento de nada. Ni de lo bueno ni de lo malo ni de los momentos felices ni de las tristezas. Al final, tengo el alma llena de paz y de tranquilidad”.
“Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ése es el precio que tienes que pagar: la soledad”.
“Ama sin medida, sin límite, sin complejo, sin permiso, sin coraje, sin consejo, sin duda, sin precio, sin cura, sin nada. No tengas miedo de amar, verterás lágrimas con amor o sin él”.
“Hay que llenar el planeta de violines y guitarras y no de metralletas”.
“Lo que quieras de mí, yo te lo daré, pero jamás te devolveré nada. Así funciono”.
“Mi relación con la música viene de la naturaleza, no de la academia. Si hubiera estudiado para ser cantante quizás hubiese sido una grande de la música, pero jamás Chavela Vargas”.
“Qué bella es España, qué libertad. Se siente España. Se siente la fuerza de la hembra de Europa, que es España, e igual que se siente la fuerza del macho de América, que es México. Amo a España”.
“Soy de esas mujeres que se divierten hasta en su propio velatorio”.