¡Herencia de talento en la actuación! El ‘viaje ácido’ de María del Carmen Félix
VMÁS habló con la protagonista de la obra ‘¿Cuál es la mejor droga para mí?’; ella se convierte en una especie de Alicia en el País de las Psicodelia, pero sin golpe de pecho, ni discursos moralistas y sin hacer apología
Nunca subestimen a una mujer ataviada con un vaporoso vestido de flores y un cardigan color lila. Ese tierno ser que parece salido de una pintura que muestra al campo con un aire bucólico y soñador, puede ser un cielo nublado, una tormenta eléctrica, un huracán que nunca ves venir, pero arrasa con todo. Esa mujer que parece ser remanso y ternura es un río desbocado que lleva en la mano una maleta que, en lugar de cartas perfumadas y ropa interior con encaje, lleva cientos de anfetaminas y además, cuando la abre, parece iluminarse como el mítico maletín de los dos matones a sueldo del filme ‘Pulp Fiction’.
Cuando vemos a esa hermosa mujer sosteniendo esa valija que sería el sueño húmedo de cualquier junkie, los espectadores no podemos dejar de aventarnos miradas cómplices y sonreír discretamente ante las posibilidades y el debraye que promete esa primera escena que recibe a los simples mortales que acudimos al llamado de una obra teatral que en el nombre lleva una fiesta clandestina, perdón quise decir la penitencia: ‘¿Cuál es la mejor droga para mí?’.
La morra en cuestión, y digo morra porque se trata de una actriz sinaloense que le hace honor a su pasado Yaqui, se llama María del Carmen Félix y yo diría que está de más aclarar que se trata de la sobrina nieta de María de todas las Marías, la única Diva que a la vez es Doña, la única Doña que a la vez es Diva. Lo que se hereda no se hurta y María del Carmen tiene lo suyo muy bien puesto: Se trata de un mujerón grandote y desafiante, una morena de fuego que seduce y enreda lentamente, un rostro anguloso que parece salido de un filme en blanco y negro, una Pocahontas descolonizada y malediciente, una entrañable heroína de capa caída que puede ser nuestra versión nixtamalizada de Jhonny Depp, el protagonista de esa locura surrealista y estrambótica llamada “Fear and Loathing in Las Vegas”, basada en la novela de Hunter S. Thompson; o una especie de Mía Wallace encarnada por Uma Thurman en ese corrido norteño filmado por Quentin Tarantino titulado “Tiempos Violentos”; o la versión femenina de Mark Renton en ese tren descarrilado y alucinante llamado Trainspotting de Danny Boyle; o la mujer que pelea con su refrigerador o la que por abstinencia vende la caricia en “Réquiem por un Sueño” de Darren Aronofsky. María, o mejor dicho Hanna, su personaje, podría ser todas ellas, pero corregida y aumentada y además, como cereza del pastel, el alter ego femenino del narrador encarnado por Edward Norton en “El Club de la Pelea” del censurado David Fincher.
Es curioso porque estamos frente a una obra de teatro y cuando veo a María en escena todas las referencias de mujeres adictas que vienen a mi mente son del cine. Pero, qué creen, esos personajes oscuros, atormentados y periféricos antes mencionados, se quedan cortos porque nuestra protagonista en este esquizofrénico viaje ácido, se trata de una ama de casa clasemediera que rompe con el estereotipo de las mujeres adictas y pronto se pone el delantal de doñita y se pone a trapear oyendo a Edith Piaf, luego recibe a su hijo que va al colegio, lo baña y le cuenta historias y finalmente cocina delicioso para su marido godín que llega muerto del trabajo y todavía se lanza a hacer ejercicio.
Voy a ser honesto. No estoy entendiendo nada. Me urge que todo se descontrole, a que hora va a caer la caspa del diablo, en qué momento hará acto de aparición la Maripepa, la píldora del amor, a qué hora se nos va el sueño con el crico, o volteamos a ver las estrellas con la cactácea esa que maravilla los ojos, cuando se escuchará el lento galope del caballo, a que hora bailan juntos y se abrazan la meta, la tiza y el ajo en esta casa de tonos pastel con juguetes por todos lados y fotos que gritan “que bonita familia”. Perdón, pero aquí hace falta una pizca del encabezado de aquella mítica portada del periódico Alarma que rezaba: “Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos, sangre, muerte”.
Fuera de la nota roja y del amarillismo, uno se pregunta qué vacío existencial, que calambres en el alma, harán que a esta seductora madre de familia le de sed de la mala, esa que mató a Amy Winehouse o José José y haga que se vaya al tianguis a pensar cosas y luego a comprar sustancias que le duerman y domestiquen un poco la ansiedad, el miedo, el dolor, la infelicidad, el exceso de futuro. Pues eso no será necesario porque la variada oferta del mundo de las drogas tocará a casa de Hanna, quien por no ver tele comercial jamás se aprendió la canción de una florecita que le pudo salvar la vida: “Si te ofrecen drogas, te van a decir/Que se siente bien padre, que te vas a reír/ No hagas caso, no es cierto/No es cierto, No hagas caso, no es cierto”.
Tan fácil que hubiera sido restregarle esa canción al albañil que era dealer o al dealer que era albañil, no sabemos qué fue primero. Pero si eso hubiera pasado, esta obra no tendría razón de ser. No, tampoco se trata de spoilear el resto de la historia, pero si tenemos que meternos hasta la cocina de una ama de casa que tiene una vida rutinaria en apariencia cándida, confortable y sin aspavientos: Ella se dedica al hogar, tiene un hijo pequeño que va al colegio y su esposo cumple en la casa y también en la cama.
Hasta que un día llega un albañil quien, como si fuera una especie de puerta o de hoyo, al estilo de Alicia en el País de las Maravillas, hace caer a la protagonista en un viaje que no tiene reversa o quizá sí, pero lo bailado nadie se lo quitará a la protagonista y tampoco a nosotros, los espectadores.
Pero este viaje tiene de todo y hay que aclararlo desde ahorita, no se trata nunca de un mensaje aleccionador o moralista acerca del uso de sustancias ilícitas, pero alto, tampoco se trata de hacer apología de las drogas. Esta puesta en escena se aleja más del prohibicionismo y está más cercana del exitoso documental “Cómo Cambiar tu Mente” de la plataforma Netlix, el cual, si lees su sinopsis, se trata de lo mismo que esta pieza teatral creada por Kai Hensel: “Cómo cambiar tu mente: Lo que la nueva ciencia de la psicodelia nos enseña sobre la conciencia, la muerte, la adicción, la depresión y la transcendencia”. El documental y la obra exploran la historia del uso de drogas, pero también nos da una mirada desprejuiciada de estas sustancias y sus hitos históricos, que han estado atravesados por la prohibición y el esfuerzo de aquellos que vieron en estas sustancias una posibilidad de sanar.
¿Y cómo lo hace Hanna en escena?, no se los vamos a contar porque tienen que correr a ver esta obra y a esa gigante de la actuación que es María del Carmen Félix, quien además está acompañada y arropada por el talento de Leopoldo Bernal y la impecable dirección de Arcelia Guerrero y el cobijo de ese templo a la teatralidad llamado El Círculo Teatral.
Lo que sí tenemos que poner por escrito es la maestría de un personaje que, frente a nosotros, hace un tour de force interno a partir del consumo y los efectos de las diferentes drogas que su albañil-dealer le va proporcionando. Con Hanna y su delantal, nos trepamos en una alfombra que nos llevaría por un viaje, que digo viaje, un viajesote por parajes divertidos, mágicos, surrealistas, estremecedores, luminosos y radiantes, pero también por brechas oscuras, desoladoras, esquizofrénicas y depresivas. En esta puesta en escena hay lugar para todo, para reír a carcajadas, para volvernos cómplices y pisar cayos de nuestros acompañantes, reflexionar sobre eso que nos duele, para tomarnos la vida ligera, para dejarnos llevar y desplegar las alas, para echar a volar la imaginación, para creer en nosotros mismos, para abrazarnos con fuerza, comunicarnos con nuestra voz interna y también para ir a tocar a las puertas del infierno.
María del Carmen le da vida a una mujer adicta, pero lo hace con la dignidad y la altura que sólo ella le podría dar a un personaje que se aleja del cliché y el arquetipo de la mujer drogadicta en las diferentes narrativas. Ella es una ama de casa adicta, pero también bastante funcional que podría ser tu hermana, tu tía, tu vecina, tu mamá o esposa. Y eso te despoja del ego y te desarma de cualquier señalamiento que le quieras hacer. La empatía es algo que logra accionar este personaje que lucha contra los roles de género de una sociedad machista y misógina, también lucha con el “deber ser” de toda madre de familia y esposa abnegada. Y qué decir de la ansiedad de no lograr escalar socialmente en un entorno clasista, racista y ‘wanabe’, como es la clase media mexicana. El mundo íntimo de una mujer que podría ser cualquier mujer, se nos muestra abierto y sin recato. Todos asistimos a esta operación a corazón abierto y cuidado y quieras señalar alguna anomalía, porque podrías salir salpicado.
Los matices del personaje están en el rostro de María, pero también en ese cuerpo que habla sin decir nada: Esos labios que gritan y ríen y se frustran y susurran amor y a veces también se desesperan y odian. Sus piernas bailan, corren por toda la casa cuando la está limpiando, luego se dirigen al al baño para prepararle una tarde de burbujas y fantasías a su pequeño hijo bulleado, luego van al encuentro de su marido y de inmediato a la cocina a preparar la cena para los suyos. Pero también se encaminan por los giros negros en busca de mercancía, también van a la playa y en lugar de encontrar paz, la persigue la pálida, el bajón, la cruda moral. María se desdobla y es Hanna y Hanna es cualquiera de nosotros, pero sin esa envoltura casi divina cortesía de La Félix.
La propia María del Carmen nos había adelantado algo en sus redes sociales antes del estreno a propósito del reto actoral y de este personaje que lleva tatuado desde hace más de una década: “Hanna es un mujer multicolor, con fe en la vida, con unas ganas inmensas de seguir adelante. Aunque tenga momentos -como todos- dónde no le encuentra sentido a esta misma. Hanna es compleja, sensible, amorosa y más.. Me emociona mucho que pronto la conozcan y quien ya la visitó alguna vez, vuelva a verla porque como la vida misma es, ella ha cambiado y creemos que para bien. No es que antes estuviera algo extraño con ella, es solo que el tiempo nos vuelve más humanos, y en los mejores casos un poco sabios.
“Este texto me inspira sobre manera y estoy segura que más de una, uno y unes se identificarán con Hanna, pasarán de la risa chispeante, a momentos de profunda reflexión y hasta llegar a algunos de compasión profunda. Compasión por ella y por nosotres.. Todos los que intentamos seguir adelante con la cabeza en alto -como bien dice ella al citar al gran Séneca-”.
Esto no sucede en la obra, pero a propósito de que suena Rehab de Amy Winehouse durante la puesta en escena y de la arrastrada que esta misma nos puso a todos los que acudimos a su encuentro, me imaginé a Hanna sentada en círculo en una centro de rehabilitación tomada de las manos, presentando sus credenciales y dando un discurso a sus nuevos compañeros de ruta: “Hola, soy Hanna y soy adicta y creo firmemente en algo que Séneca dice: ‘Si quieres ser amado entonces ama, una vida es larga cuando es plena’. Esta es mi vida, mi cima que brilla a la luz del sol, para esto trabajo y trabajo muy duro. Metro a Metro me abro paso luchando, las drogas me dan fortaleza; siempre y cuando tengamos empatía, fe, esperanza y amor por el mundo, solo entonces permaneceremos vivos”.
‘¿CUÁL ES LA MEJOR DROGA PARA MÍ?’
La obra se estrenó en la Ciudad de México en el 2012, bajo la dirección de Aracelia Guerrero. Se estrenó en Lab13, participó en la 7ª Muestra de Artes Escénicas del Sistema de Teatros de la Ciudad de México; realizó temporadas en el Foro A Poco No y en La Gruta del Centro Cultural Helénico. Este texto se estrenó originalmente en Alemania en 2003 y cuenta con más de cuarenta diferentes versiones en Europa.
SINOPSIS
Hanna es una mujer felizmente casada que dará una conferencia cuyo tema son las drogas: sus características, efectos, reacciones y cuyo objetivo principal es exponer que, en contra de cualquier prejuicio social, el uso controlado de ciertas drogas puede ayudar a ser más valiente, fuerte y sobre todo a soportar la vida, antes de que ésta se vuelva insoportable.
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ELENCO
Dramaturgia: Kai Hensel
Dirección: Aracelia Guerrero.
Elenco: María del Carmen Félix y Leopoldo Bernal.
Todos los domingos del 7 de abril al 26 de mayo
Horario: 17:00 hrs.
El Círculo Teatral: Av. Veracruz 107 Col. Condesa.
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