La agonía de adorar a los perros en internet
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Instagram no tardó en poblarse de cuentas dedicadas a perros, páginas personales en las que los perros no eran personajes secundarios, sino las estrellas, y los humanos, los accesorios.
Por: Maya Salam
Norbert era prácticamente un peluche viviente. El perro de terapia mestizo de kilo y medio y famoso en internet inspiraba alegría simplemente por existir.
Julie Steines empezó a publicar fotos de Norbert en Instagram hace más de una década: de él como voluntario en hospitales infantiles, residencias de ancianos y escuelas; de él vestido de mago o de reno, con gorrito o corbata. Su pequeña lengua rosa colgando del hocico la mayor parte del tiempo.
Poco después se podían comprar peluches a su imagen, cuyas ganancias se destinaban a organizaciones benéficas. Su misión como perro de terapia, según su sitio web, era sencilla: “repartir sonrisas, inspirar bondad y reconfortar a quienes lo necesitaran”.
Resulta que yo, al igual que muchos de los casi un millón de seguidores que tiene en Instagram, estaba entre quienes lo necesitaban. Cada vez que me sentía triste, buscaba su página para tener una inyección de felicidad. Y cuando por casualidad lo veía aparecer en las publicaciones de Instagram, una oleada de endorfinas inundaba mi cerebro.
Cuando Norbert murió la semana pasada, poco antes de cumplir 16 años, le llovieron decenas de miles de comentarios y homenajes. “Mi familia tiene el corazón roto”, escribió Steines en un extenso comunicado.
El contenido sobre mascotas sigue siendo uno de los últimos bastiones de alegría en las redes sociales. Norbert y muchos otros perros amados en internet —todos ellos felizmente ignorantes de su fama en línea, o del internet en general— se abren paso en un paisaje digital cada día menos acogedor. A medida que las peleas mezquinas y los bots extraños saturan cada vez más los espacios en línea, me encuentro siguiendo a más perros y menos personas.
Instagram cumple 15 años este año, al igual que el perro más mayor de mi casa. Cuando se introdujo la plataforma, dedicada a la publicación de fotos y videos, se potenció el contenido de mascotas a niveles más altos que en cualquier otro servicio anterior. Instagram no tardó en poblarse de cuentas dedicadas a perros, páginas personales en las que los perros no eran personajes secundarios, sino las estrellas, y los humanos, los accesorios. Estas cuentas a menudo se verificaban, como las de famosos y políticos.
Hay algo peculiar y aleccionador en formar una relación parasocial con un animal que nunca has conocido y sufrir por su causa. Ahora que muchos de nosotros llevamos una década o más en las redes sociales, resulta imposible no prepararse para lo inevitable. Y cuando estos animales pasan a mejor vida, como se suele decir, se me dificulta darle un lugar a mi tristeza cuando las familias detrás de las mascotas se vuelven el foco de atención, al igual que su dolor, normalmente mediante un pie de foto desgarrador.
Cuando Henry, “el perro de Colorado”, murió repentinamente en 2022, dejando desconsolado a su mejor amigo, un gato llamado Baloo, me sentí inconsolable. Su página, con 2,3 millones de seguidores, había sido una celebración de aventuras cinematográficas: Henry y Baloo abrazados en una tienda de campaña en las Montañas Rocosas o flotando en una barca en un río al atardecer. Sin Henry, Baloo dejó de comer y estaba desorientado. Entonces fui testigo del desarrollo de un arco argumental triunfal cuando su familia encontró a Pan, un nuevo compañero canino tan intrépido como lo era Henry y que llegaría a establecer un profundo vínculo con Baloo, lo que alivió el dolor, pero sin sustituir a Henry, cuyo recuerdo sigue siendo una fuerte presencia en la página.
Cuando Kabosu, el “shiba inu” que ayudó a establecer el meme de Doge, murió el año pasado a los 18 años, The New York Times publicó un obituario digno. Cuando Bodhi, un “shiba inu” conocido en internet simplemente como “el perro de la ropa para caballero” que incluso desfiló para la marca Coach, murió el año pasado a los 15 años, también fue objeto de un artículo.
Esta inclinación a honrar esas pérdidas de forma más oficial puede atribuirse en parte a la novedad de la celebridad, pero el mejor amigo del ser humano parece haber adquirido una mayor importancia personal y cultural en general en los últimos años. La mayoría de los dueños de perros consideran familia a sus mascotas, y algunos incluso buscan formas de fomentar una comunicación más rica entre especies. Las políticas que permiten a los trabajadores ausentarse para cuidar a una mascota enferma o llorar su pérdida también están ganando adeptos.
Como ocurre a veces con las páginas de personas notables que mueren, las cuentas de mascotas a menudo perduran, pero marcadas para siempre con un asterisco.
Aunque a diferencia de esas personas —a quienes los aficionados pueden honrar viendo sus películas, leyendo sus libros, escuchando su música—, las fotos y videos que se hacen de los perros son el “arte” que ofrecían, y las redes sociales son el escenario donde eran admirados.
Imagino que, al menos durante un tiempo, ver las orejas grises y puntiagudas y la nariz negra de botón de Norbert solo me causará tristeza. Pero, al final, volveré dispuesta a deleitarme de nuevo con su magia restauradora del alma, que, al menos para mí y para quienes nunca lo conocieron en la vida real, es el regalo que siempre nos dio.