Hipnótico pop

Vida
/ 15 diciembre 2015

Sus collages, elaborados con fotos de ‘Paris Match’ y otras publicaciones de mitad de siglo, le han valido el título de ‘Magritte moderno’.

MADRID.- Es el Magritte moderno. O al menos así lo ha bautizado The Telegraph aunque en su opinión el título “le quede grande” y se sienta más bien “el sobrino pequeño” del pintor surrealista. 

Sammy Slabbinck (Bélgica, 1977) comparte algo más que nacionalidad con el creador del archiconocido Ceci n’est pas une pipe. Este artista sabe cómo hacer magia con un par de recortes de revistas viejas. Las sensuales chicas de Paris Match, los hombres uniformados de mitad de siglo o las localizaciones con regusto vintage adquieren un nuevo significado mezclándose con elementos tan modernos como rascacielos, ‘corazones’ de Instagram y un sinfín de referencias a la cultura pop (hasta Kim Kardashian forma parte de su obra).

Un ‘corta pega’ convertido en oda al cuerpo femenino que, a golpe de colores contrastados, composiciones ingeniosas y juegos de proporción y perspectiva, arranca la sorpresa instantánea y sumerge al espectador en un universo visual sin desperdicio. 

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“Empecé coleccionando revistas vintage hace muchos años. Siempre me habían fascinado los años 50, 60 y 70”, explica el artista. “Hace unos cuatro años monté una empresa de tarjetas y empecé a tirar de recortes para hacer las postales. Así es como se encendió en mí la chispa de la creatividad y no he dejado de crear desde entonces”, añade. A día de hoy su obra comprende más de cien collages –“no llevo la cuenta”, confiesa– y se exhibe en Bélgica, Nueva York o Londres (la británica galería Michael Hoppen acoge su obra hasta el próximo 7 de enero). Sus ilustraciones y composiciones han llegado a las portadas de los discos de bandas de rock como Lawson, carteles de festivales, videoclips o a las páginas de varias revistas europeas.

Gran parte del mérito de su trabajo está en su apuesta por las tijeras y el pegamento, dejando los diseños digitales para ocasiones puntuales. La excepción son pequeñas piezas en movimiento en las que, a través del stop motion, genera composiciones con vida propia que enganchan a sus 100 mil seguidores en Vine y a sus casi 20 mil followers en Instagram. 

“La mayoría de las veces es una imagen la que dispara mi imaginación y da lugar a una historia. Busco las fotos adecuadas para crear la composición e intento ajustarlas. No existe una estrategia concreta, todo se reduce a una especie de corazonada”, confiesa. 

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Playboy y Paris Match son su materia prima más fructífera. Los miles de ejemplares de mediados de siglo que colecciona y acumula el artista se mezclan con libros, enciclopedias y recortes de la misma época y recrean los estilos de vida –la estética femenina, la arquitectura, los coches o los muebles– de aquellos años. “Me gustan mucho las revistas antiguas y lo que transmiten. 

Hay algo en sus imágenes que nos sigue atrayendo hoy en día y que se ha perdido en la fotografía moderna. Tienen un halo de inocencia con el que resulta muy atractivo trabajar y que no consigo recrear cuando he probado con publicaciones contemporáneas. Trasladar esas imágenes fuera de su contexto y yuxtaponerlas a elementos modernos logra un efecto sorprendente. 

Los personajes de los anuncios se convierten en actores en el collage y yo, como director, puedo darles una segunda vida al situarlo en un nuevo paisaje surrealista”, nos cuenta. Los colores desgastados por el tiempo y las imágenes en blanco y negro se mezclan con tonos vibrantes y logran un resultado sorprendente que, a veces, provoca una sonrisa instantánea y otras resulta inquietante.

Hacerse con un collage original del artista supone un desembolso de un puñado de euros y no es tarea fácil. En su página web solo está disponible una de sus piezas y tiene un precio de 785 euros. 

Las reproducciones en forma de lámina son bastante más económicas (desde los 65 hasta los 149 euros) y también están a la venta en forma de camisetas y sudaderas en la prestigiosa Society6 y en otras tantas webs europeas especializadas en diseño gráfico.

Al igual que Magritte y los surrealistas, Slabbinck intenta plasmar en su obra algo más que una bonita composición. “La estética es fundamental pero me encanta cuando la gente interactúa con la imagen. Si te las arreglas para conseguir las dos cosas a la vez es muy satisfactorio. A veces te sorprendes incluso a ti mismo”. Dejémonos sorprendernos. 

Así, dejándose llevar por la improvisación y sin buscar inspiración o referencias en ningún artista en particular, Slabbinck se gana la vida buscando la combinación perfecta. “Algunos collages los termino casi al instante mientras que en otros necesito semanas antes de encontrar el equilibrio. Los recortes tienen que interactuar de forma natural y trabajar juntos para servir a la imagen en su conjunto”.

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