Iliana Olmedo:‘La literatura más que curarnos, nos abre los ojos’

Vida
/ 27 abril 2018

A 32 años de la explosión nuclear en Chernóbil, la autora nos platica cómo una tragedia distante afecta a una familia mexicana en su primera novela

Hace 32 años explotó la planta nuclear de Chernóbil, en la antigua Unión Soviética (URSS), hoy todavía persisten los efectos de la radiación y la destrucción; esta tragedia es el punto de partida que Iliana Olmedo (Ciudad de México) usa para contar la infelicidad de una familia mexicana desde la década de los 80 hasta la fecha.

“Chernóbil” (Siglo XXI Editores, 2018), la novela, empieza con una tragedia doméstica: Paula –hermana mayor de la protagonista y narradora– se suicida; entonces Daniela viaja al pasado, con los apuntes en sus diarios de varios años, para entender qué fue lo que destruyó la vida de su hermana y cómo todos los sueños se fueron esfumando.

En entrevista con VANGUARDIA, Iliana Olmedo nos lleva por distintos años y acontecimientos, sin orden cronológico –va mezclando hechos de 1986 con los de 2016 y luego se regresa y zigzaguea por otros años–, y nos muestra la vida de la familia Arenas: Patricia, Fernando y sus hijos Rafael, Paula y Daniela, vista desde los diarios de la más pequeña.

Con esta novela, Iliana Olmedo obtuvo el XV Premio Internacional de Narrativa Siglo XXI 2017.

La literatura más que curarnos nos abre los ojos, nos ayuda a entender y más que sanar, a mí escribir me ayuda mucho a entender este mundo descompuesto en el que vivimos”

Hoy se cumplen 32 años de la explosión de la planta nuclear en Chernóbil, ¿qué significa esta tragedia, distante en tiempo y espacio, para la novela sobre una familia mexicana?
“En realidad Chernóbil es sólo el pretexto para hablar de una situación familiar. Me interesaba observar cuáles son los efectos de la Historia, así con mayúsculas, en la historia de las personas comunes. Tenemos la creencia de que lo que sucede lejos no nos afecta directamente y lo cierto es que cada episodio histórico transforma la vida individual. Esta novela narra la historia de una familia, infeliz a su manera, diría Tolstoi, desde la mirada de la hermana menor, la fotógrafa Daniela Arenas. A través de los fragmentos del diario de esta protagonista reconstruimos su historia, pero también la historia de su familia y somos testigos de los efectos que tuvo la catástrofe que sucedió en la antigua URSS un 26 de abril”.

Sé que has trabajado en esta novela por algunos años y, durante este lapso, cosas en tu vida, obviamente, han cambiado, ¿cómo fue el proceso creativo para escribir “Chernóbil”?
“Empecé el proyecto en 2006, cuando se cumplían veinte años de la explosión, en ese tiempo vivía en Barcelona, estaba terminado mi doctorado, y ahí se hicieron varias actividades para conmemorar la fecha. Fue entonces cuando me di cuenta del peso que Chernóbil había tenido en mi formación, no sólo porque en mi casa se hablaba mucho de formas de producción de energía (mi papá trabajó muchos años haciendo investigación sobre agua pesada), sino por los efectos que había tenido en mi generación.

Mis hermanos, primos, amigos, todos pertenecemos a esa generación que vio caer el muro de Berlín y vivió el fin de la URSS. Fue una transformación completa de la mentalidad. Si nuestros padres habían crecido con el ideal de que había una alternativa al capitalismo, a nosotros no nos quedaba más que sobrevivir a ese estado de cosas y si lo piensas es terriblemente fatal y desalentador. Así empecé a escribir un primer proyecto de la novela y, bueno, sucedía inicialmente en Ucrania, pero por esos años salió una novela de Jorge Volpi que se llama ‘No será la tierra’, empieza el día de la explosión, el 26 de abril de 1986. Al leerla, noté que mi preocupación era otra. Yo no quería reconstruir la historia de Chernóbil, sino ver Chernóbil desde acá, desde México, analizar sus efectos aquí y sobre todo en la construcción del pasado local y personal. Luego me dieron una beca del FONCA con el proyecto y con la tutoría de Verónica Murguía, que además de excelente escritora es excelente tallerista y con quien estoy eternamente agradecida, acabé una primera versión. Esa versión de 2011 cambió hasta encontrar su forma final”.

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LA HERENCIA ES UNA FORMA DE RADIACIÓN
Iliana no nos abruma, nos cuenta escenas cotidianas de una manera tan sutil como perturbadora, nos muestra apenas la punta del iceberg, por ejemplo que Daniela no tiene más que una amiga en la escuela con quien juega a la mamá o a las telenovelas, que a Paula le gusta salir y se arregla, que Rafael se encierra en su cuarto a escuchar música y tiene una banda, que el papá llega tarde a casa y discute frecuentemente con la mamá.

“Y abrazando todo esto, como la radiación que nos llega del sol, la explosión de Chernóbil que marcó el inicio del fracaso de una época: la energía nuclear y los sueños depositados en el poder benefactor del átomo”.

Daniela Arenas, protagonista de la novela, dice que la herencia actúa “como si fuera una suerte de radiación”, ¿cómo lo hace?
“La cosas y las personas absorben la radiación y es una suerte de fuego invisible que permanece en el cuerpo, de la misma manera, la herencia de tus ancestros está ahí, en ti, es una especie de fuego invisible también, que permanece y no ves. Yo, por ejemplo, soy asmática, el asma es una enfermedad que se hereda de tíos a sobrinos, se mueve en diagonal, y me tocó a mí, a mis hermanos no. Es algo que no pedí, que nadie pide, pero te llega, como llega la radiación del sol o la misma radiación altísima que persiste en Chernóbil y sus alrededores. Y no sólo las enfermedades, también se heredan los dolores y las alegrías, las historias, los recuerdos, las fotografías…”.

¿Cómo fue unir todas estas anécdotas sin orden cronológico y contar una historia y los cambios que viven los personajes? 
La primera versión de la novela era lineal, pero sentía que había algo que no funcionaba del todo, porque se volvía una explicación casi ensayística y quizá un poco tiesa. De pronto, al releer mis propios diarios, me di cuenta de que los recuerdos son azarosos, vienen de pronto y en desorden. La memoria es fragmentaria y salta en distintos tiempos. Yo misma, al escarbar en mis diarios tomaba de manera desordenada los distintos tomos y al hacerlo construía una narrativa que no era en ningún sentido lineal sino dislocada y en cierta manera atemporal”.

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LA LITERATURA AYUDA A ENTENDER EL MUNDO DESCOMPUESTO
“Chernóbil” es contada como un secreto, una charla íntima, generosa y reveladora. Iliana no apuesta por una literatura que sane las heridas ni revindique los sueños, la literatura para ella es otra cosa: una manera de acercarnos al mundo y empezar a comprenderlo con toda su belleza y horror.

El detonante de la novela es el suicidio de Paula, así como la tragedia en Chernóbil es el motivo por el que vemos la destrucción de los sueños de su familia y una generación, ¿la muerte es el principio?
Sin duda la muerte es el fin para la persona en este mundo, pero es el principio para la construcción del recuerdo que de ella hacen las personas que le sobreviven. Por eso era importante empezar con la muerte de Paula, porque de ese suceso surge la necesidad de reconstrucción del pasado de la protagonista, ella quiere entender qué paso antes, qué llevó a su hermana, a quien ella sin duda admira durante buena parte de su vida, a acabar con su vida. Entonces Daniela reelabora la memoria de la hermana y también la memoria de su familia, que tiene una enorme sombra encima: la desaparición abrupta de padre.

“Y Chernóbil tenía que aparecer como el detonador del caos, los efectos de la explosión persisten hoy en día y seguirán. Es un generador de muerte. Lo es directamente en la historia de la familia Arenas”.

El pasado y la radiación tienen en común que no se pueden borrar –escribes–, pero la radiación, en dosis controladas, puede curar, esterilizar, destruir el cáncer. “Chernóbil”, la novela, ¿te curó de algo?
“Sí, bueno, no es que crea que la literatura tiene efectos sanadores ni mucho menos. Al contrario, creo que la literatura más que curarnos nos abre los ojos, nos ayuda a entender y más que sanar, a mí escribir me ayuda mucho a entender este mundo descompuesto en el que vivimos. Pero sí creo que a Daniela, la protagonista, hacer ese viaje al pasado, a veces decepcionante, a veces doloroso, le sirve para sanar y le da cierta esperanza frente a tanta desolación y tristeza. Porque al final eso es Chernóbil, un lugar lleno de desolación y tristeza”.

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