Bill Brandt, un enigmático fotógrafo de la desigualdad
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Bill Brandt es uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX que logró documentar con sus imágenes como ningún otro la desigualdad social de la Inglaterra de Entreguerras.
Bill Brandt es uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX. Enigmático, inquieto y con una fuerte atracción por el componente siniestro en las imágenes, documentó como ningún otro la desigualdad social de la Inglaterra de Entreguerras. La Fundación Mapfre revisa su vasto legado en Madrid.
La retrospectiva, incluida en PHotoESPAÑA y abierta hasta el 29 de agosto, está integrada por cerca de 180 imágenes -todas positivadas por él-, y resumen las cinco décadas que Brandt se dedicó a la fotografía, primero como documentalista y luego, explorando los límites del retrato, el paisaje y el desnudo.
Bill Brandt (Hamburgo, 1904-Londres, 1983), fue ante todo “un hombre que amaba los secretos y los necesitaba”, según explica su biógrafo Paul Delany.
Y es que el fotógrafo, de familia adinerada y nacido en Alemania, se traslada con su familia a Inglaterra en el periodo de Entreguerras, pero durante toda su vida, por miedo al rechazo, se hizo pasar por inglés y ocultó sus orígenes hasta que falleció.
Sus inicios en la fotografía llegan unidos a una experiencia con el psicoanalisis en Viena y el círculo de surrealistas de París. Cuando comienza su andadura profesional, lo hace dedicado a retratar la desigualdad de clases.
“Lo valioso de su obra es que ofrece acceso a la clase alta, algo poco común”, explica a Efe Ramón Esparza, comisario de la muestra.
En su primer libro, “The English at Home”, Brandt contrapone escenas similares de clases distintas, a un lado el pobre y a otro el ambiente ricos.
El “Arriba y abajo” de su fotografía arroja escenas de gran crudeza, una criada preparando al baño en una casa adinerada ante la imagen de un minero al que su mujer lava en una palangana en el salón de su minúscula casa.
Una pareja come en un pequeño salón sucio y lleno de objetos, y al lado, tres miembros de la clase alta pasan una relajada velada en un amplio salón de alta posición. En un lado un cumpleaños infantil con una habitación llena de globos, una imagen que en solitario sería “inocente”, revela toda su crudeza junto a la de unos niños, sin un solo juguete bailando en la calle.
Esa desigualdad, un catalizador de la Segunda Guerra Mundial, aparece perfectamente reflejada en este juego de espejos. Pese a ello, las imágenes “no implican una crítica social”, Brandt es un mero testigo, explica Esparza.
En estas primeras fotos, y a lo largo de toda la obra de Brandt sobrevuela el concepto de “unheimlich”, un término acuñado por Sigmund Freud en 1919 que suele referirse a lo extraño, lo siniestro, algo que produce inquietud. Y que en sus imágenes se traduce en figuras que se cuelan en el encuadre o en las miradas perdidas de los retratados.
“Siempre busca algo más, esta extrañeza, no son solo contraposiciones”, explica el comisario. Esta extrañeza, con cierto toque surrealista aparece también en sus imágenes de paisajes, de las calles solitarias de Londres y en las imágenes de los londinenses durmiendo en las estaciones de metro durante la Segunda Guerra Mundial.
Una vez acaba la Segunda Guerra Mundial y la llegada de la clase media, el fotógrafo pierde interés por el documentalismo social y con el objetivo de ser reconocido como artista se adentra en géneros clásicos: el retrato, el paisaje y el desnudo.
En el apartado de retratos, que trabaja desde los cuarenta hasta el final de sus días, aparecen grandes personalidades de la época como Francis Bacon, Joan Miró, Pablo Picasso, Georges Braques o Antonio Tapies.
Aunque históricamente se le ha considerado un fotógrafo documental y sus retratos son muy conocidos, Brandt se enorgullece más de su serie de desnudos, sobre todo de su última etapa, que combinan su atracción por lo extraño y la experimentación técnica, explica Esparza.
En ellas, se pueden ver modelos semidesnudas posando en habitaciones en escenas evocadoras y un tanto oscuras. Este tipo de trabajos, que remiten a sus primeros contactos con el psicoanalisis, llegó a estar expuesto en el Moma y supuso su reconocimiento final como artista.
Muchos de ellos fueron realizados con una cámara Kodak con gran angular, idéntica a la que solía usar los policías para fotografiar escenas de crimen, que permite captar una habitación sin perder nitidez.
“Pronto se da cuenta de que la lente exagera la sensación de profundidad y a la vez crea distorsiones del cuerpo humano que le interesan -apunta Esparza-. Algo completamente opuesto a la vocación documental”.
La muestra incluye el visionado de una entrevista de la BBC, cámaras de su propiedad y varias libros del artista.