Cisma americano: entre el dogma ultraconservador trumpista y la visión social e incluyente del Papa
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Cisma es una separación, escisión o división en el seno de una organización o movimiento cultural, causada por diferencias respecto a la doctrina o ideología que prevalece en ese grupo y que desembocan en la salida de una porción relevante (en cantidad y/o importancia) de miembros del grupo. Generalmente el contexto en el que se usa la palabra cisma es en el de una iglesia o religión. Por ejemplo, en el año 1054 se dio uno de los cismas más importantes en la historia de la Iglesia Católica Romana cuando la Iglesia Ortodoxa de Oriente se separó. Otro cisma relevante en la Iglesia Católica se dio a raíz del movimiento protestante reformista de Martín Lutero en el siglo 16. Su equivalente en un contexto más mundano de partidos políticos pudieran ser los cismas causados cuando Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo se salieron del PRI, cuando AMLO se sale del PRD o cuando Felipe Calderón y Margarita Zavala se salen del PAN.
Por los últimos 10 años, y en especial desde que el papa Francisco fue electo (2013) y desde que Trump llegó a la presidencia (2017), he podido ver cómo los católicos más conservadores en Estados Unidos han batallado para conciliar tener un líder religioso como Francisco y un líder político como Donald Trump. De acuerdo con un estudio del Pew Research Center, se estima que de los cerca de 50 millones de católicos en Estados Unidos hay un 47 por ciento con preferencia por el partido demócrata (los azules; el de Biden) y 48 por ciento que se identifica con los republicanos (los rojos; el de Trump). Se estima que el 52 por ciento de los católicos votó por Trump en 2016, comparado al 44 por ciento que votó por Hillary Clinton; mientras que Obama obtuvo 54 por ciento de los votos de católicos, comparado con 45 por ciento para McCain. Pero, en mi opinión, es en el tema racial donde empiezan a notarse algunas grietas. Cerca del 60 por ciento de los católicos blancos muestran preferencia por el Partido Republicano, comparado con 40 por ciento en 2008. Casi 70 por ciento de los católicos hispanos se identifican con el Partido Demócrata. Hay cerca de tres católicos blancos por cada católico hispano. En temas políticos, los católicos tienden a alinearse con el partido de su preferencia y no con el mensaje de la iglesia. Por ejemplo, 81 por ciento de los católicos republicanos están de acuerdo con el muro fronterizo de Trump, mientras que el 91 por ciento de los católicos demócratas se oponen al muro. Y de pronto, cuando llega el factor Trump, empieza el corto circuito. 62 por ciento de los católicos dicen que es muy importante tener un presidente que, aunque no comparta sus creencias religiosas, viva una vida moral y ética.
Y de pronto los católicos más conservadores, especialmente los blancos, acaban escudándose en el tema del aborto como la carta que mata todos los argumentos y cuestionamientos sobre las políticas racistas y el estilo cáustico de Trump (que claramente se aleja de gran parte de los valores que el Vaticano promueve). Trump, un protestante presbiteriano que no es percibido como muy religioso, ha cumplido sus promesas de seleccionar jueces conservadores a nivel federal y en la Suprema Corte, vendiendo la idea (fantasía) de que en algún momento esas cortes serán capaces de hacer que el aborto sea ilegal en todo el país. Y muchos católicos y cristianos evangélicos han mordido el anzuelo. A nadie parece importarle que aun cuando los abortos fueran ilegales, las causas raíz que los originan seguirán ahí y los abortos sucederán en condiciones clandestinas. Borrar el aborto de las leyes no remediará el problema, pero muchos de estos católicos saldrían a festejar a las calles si se diera reversa a la decisión “Roe v. Wade” que protege la libertad de una mujer para tener un aborto en ciertas condiciones. Aunque el aborto es el principal punto de coincidencia entre los católicos americanos y el Vaticano, el hecho de que sea Trump quien enarbola esa causa complica la ecuación. El Papa Francisco, además de relativamente liberal en su visión del mundo, ha sido muy crítico de Trump (no olvidemos aquella foto en el Vaticano) y hay quien considera que su más reciente encíclica (Fratelli Tutti) está llena de referencias (críticas) indirectas a Trump y a los trumpistas. Esto provoca más que escozor entre el ala republicana, blanca, pro Trump de los católicos americanos e incluso de muchos padres y hasta obispos que son más militantes de lo que deberían. Sorprendentemente, es muy probable que el candidato católico (Biden) acabe obteniendo no más de la mitad de los votos de católicos, sólo porque la plataforma de su partido mantiene el apoyo para que las mujeres decidan sobre sus abortos, aunque estén en contra de la pena de muerte o del racismo o de abusos a migrantes. Y así, no se puede descartar un escenario en el que los católicos más conservadores, liderados por padres y obispos rebeldes, ocasionen un cisma en la Iglesia Católica de Estados Unidos, especialmente si el papa Francisco (casi 84 años) y su eventual sucesor siguen empujando una agenda estilo “Fratelli Tutti” por unos años más.