Cuando un mural de Diego Rivera fue destruido en Nueva York
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El hombre en el cruce de caminos sería la obra más importante de Diego Rivera en Nueva York, pero la inclusión de un personaje acabó con el proyecto
En 1930, Diego Rivera era el artista más importante de México. Su regreso al país nueve años antes con la encomienda de pintar los muros de la Secretaría de Educación Pública significó su consolidación como el representante más visible del movimiento muralista mexicano.
Tras un breve periodo al frente de una generación de jóvenes artistas como director en la Escuela Central de Artes Plásticas, Rivera, siendo un gran muralista, recibió distintas invitaciones para pintar en los Estados Unidos, tanto en San Francisco como en el Detroit Institute of Arts.
De forma simultánea, en el corazón de Nueva York se levantaba el complejo arquitectónico privado más ambicioso hasta entonces: con catorce edificios comerciales entre oficinas, tiendas y espacios de entretenimiento, el Rockefeller Center iniciaba su construcción por una de las familias más acaudaladas de los Estados Unidos.
A unas cuantas calles, las largas filas del MoMA rompían récord de asistencia a finales de 1931 para conocer la obra de un artista latinoamericano: Diego Rivera presentaba ocho murales elaborados in situ y se convertía en un referente artístico global.
La noticia llegó a oídos de Abby Rockefeller, mecenas y esposa del magnate, quien influyó para que Nelson Rockefeller, su hijo y heredero de la familia, contactara al artista mexicano con una propuesta sorpresiva: pintar un mural de 99 metros cuadrados, la pieza principal del 30 Rockefeller Plaza, el edificio más conocido del complejo.
Esta decisión llegó después de que Raymond Hood, arquitecto principal de la obra, fallara en su misión de comisionar a Henri Matisse o Pablo Picasso la pieza que daría la bienvenida al complejo.
Después de una larga negociación que Rivera estuvo a punto de abandonar en distintas ocasiones, tanto por el interés de la organización en los pintores europeos, como por la intención original de que el mural se realizara en escala de grises, finalmente el artista mexicano llegó a un acuerdo con los Rockefeller.
Ante la única encomienda de que la obra debía ser lo suficientemente reflexiva como para obligar a la gente a detenerse y pensar, Diego Rivera esbozó un mural que llevaba por nombre ‘El hombre en el cruce de caminos’ (Man at the Crossroads).
Fiel a la ideología que defendió hasta su muerte, Diego Rivera imaginó un mural que plasmaba los dos sistemas económicos que marcaron el siglo XX: el socialismo y el capitalismo. A partir de la comparación entre ambos modos de producción, Rivera dividió la obra en dos partes, separadas en el centro por un obrero que controla una máquina con enormes engranes.
El primer plano de *El hombre en el cruce de caminos representaba un átomo con la división de los dos mundos encontrados gracias al avance de la ciencia y la invención tanto del microscopio, como del telescopio: el microcosmos presenta células, virus y bacterias, mientras que en el macrocosmos aparecen estrellas, planetas y nebulosas.
En el fondo, del lado izquierdo Diego Rivera presentó un mundo capitalista con tintes apocalípticos, con soldados portando máscaras biológicas y aviones de guerra que nublan el horizonte. Debajo, una protesta popular es reprimida por policía montada en Nueva York, mientras que a un costado aparece Charles Darwin con una radiografía de un cráneo humano, una crítica al darwinismo social y las teorías de superioridad racial.
Del lado opuesto, Rivera presentó una idealización del socialismo soviético, con el ejército rojo marchando en la parte superior, mientras que mujeres, niños y trabajadores se unen a la protesta. También aparece Karl Marx, León Trotsky y Lenin, este último como el personaje más visible de toda la obra.
Aunque el diseño de El hombre en el cruce de caminos fue aprobado por los Rockefeller tras conocer los bocetos preparatorios y la prensa hizo eco de la polémica de los personajes en el mural, Rivera avanzó en el mural hasta que en abril de 1933, el diario New York World-Telegram publicó un artículo donde criticaba abiertamente la obra, tildándola de ‘propaganda anticapitalista’.
Este actó probablemente llevó a Rivera a cambiar el rostro de uno de los obreros del lado derecho por el de Lenin, una incorporación que distaba de los bosquejos oficiales. Cuando Nelson Rockefeller se percató de la modificación, detuvo el acto de develación del mural programado para el primero de mayo de 1933 y llamó a Rivera para exigirle que borrara la cara del líder socialista.
Diego Rivera respondió a Nelson Rockefeller negándose a alterar su obra y en su lugar, proponiendo la incorporación de personajes que formaran un contrapeso como Abraham Lincoln; sin embargo, recibió la negativa de Rockefeller.
Tras la imposibilidad de un acuerdo entre ambas partes, finalmente la obra fue abandonada a punto de ser terminada y cubierta con mantas para evitar su visibilidad. Al año siguiente en febrero de 1934, un escueto comunicado del Rockefeller Center especificaba que se llevarían a cabo ‘obras de remodelación’ y la pared fue intervenida por trabajadores, destruyendo completamente el mural.
La reacción de Diego Rivera lo llevó a calificar el hecho de ‘terrorismo cultural’ y un año más tarde tras su regreso a México, las fotografías y los bocetos le permitieron recrear El hombre en el cruce de caminosen el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, donde se mantiene hasta hoy con el título de El hombre controlador del Universo.