El Papa defrauda
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El padre Migoya, de 93 años me mandó llamar. Acudí con no poca curiosidad. Me felicitó efusivamente por mi artículo con la hipótesis de que el papa Benedicto había renunciado para habilitar a alguien más para sanear a la Iglesia Católica. Me dijo confiado en que habría un buen sucesor.
Pocos días después fue nombrado el papa Francisco, también jesuita como el padre Migoya. Las primeras acciones del papa Francisco debieron causarle orgullo y beneplácito. Efectivamente este tomó acciones contra la pequeña “mafia” que se había apoderado de los hilos del Vaticano.
El padre Migoya luego me invitó a presentar en la UDEM un libro sobre la historia de los jesuitas. Poco después murió. Yo creo que hoy no estaría quizá muy contento con el rumbo que han tomado los acontecimientos en la Iglesia Católica. No estaría tan orgulloso del papa Francisco como cuando este empezó a sanear la curia.
Las organizaciones son como las personas y también se enferman. La Iglesia estaba enferma. Benedicto simplemente estaba reconociendo que carecía de la fuerza para luchar contra toda un estructura encargada de encubrir los pecados de sacerdotes y obispos que abusaron de sus puestos y poder para satisfacer sus peores impulsos.
Han pasado cinco años y los sacerdotes pedófilos no han recibido su merecido castigo. Me refiero a la explusión fulminante de la Iglesia, y la consignación a las autoridades civiles para ser enjuiciados como criminales de la más baja extirpe. Cualquier cosa que haga el papa Francisco que no desemboque en esta sanción es un despropósito y una grave traición a la Iglesia.
El Papa defrauda cuando se hace necesario que la gente le recuerde cuál es su responsabilidad principal: generar muchos y muy buenos cristianos. Un buen cristiano es quien entrega su vida al mandato de servir a Dios y a sus semejantes en el nombre de Jesucristo.
El Papa defrauda a los cristianos y a la Iglesia cuando se pone a pontificar sobre el cambio climático o aborda cuestiones que nada tienen que ver con la produccción de buenos cristianos. Estos a su vez están comprometidos por la Biblia a formar familias, a actuar como cristianos en sus negocios, y a formar parte de la Iglesia. Sólo integrando estos cuatro niveles se perfecciona el cuerpo de Cristo en la Tierra.
Francisco puede organizar todos los eventos, foros, reuniones o cumbres con Obispos, Cardenales y sacerdotes que quiera. Pero si la Iglesia no arroja de su seno a los violadores y abusadores de menores en forma drástica y ejemplar, todos esos eventos se traducirán en distracciones o peor aún podrían quedar en maniobras de encubrimiento.
En el pasado, la Iglesia creó instituciones correcionales para supuestamente reformar a los pedófilos. Miles recibieron esos tratamientos y luego eran simplemente reubicados lejos de los lugares donde habían cometido sus fechorías. Obvio que no funcionó; y ahora en cuanto lugar que visita el papa Francisco, recibe las airadas protestas de los familiares de las víctimas y otros cristianos igualmente ofendidos.
El Papa defrauda cuando toma posturas liberales que implican directa o indirectamente restar importancia a la formación de familias integradas por un padre y una madre como se establece en la Biblia. Hay cuestiones relacionadas de la identidad y la esencia de la Iglesia de Cristo que el Papa no puede transgredir, y esta es una de ellas.
En la Iglesia Católica se están alzando más y más voces a todos los niveles que empiezan a cuestionar las desviaciones del papa Francisco en diversos temas. Las reclamaciones no son triviales. La falta de determinación del papa Francisco para actuar ejemplarmente contra sacerdotes indecorosos y hacer justicia a los ofendidos puede ser la gota que visiblemente derrame el vaso.
Cinco años son mucho tiempo. Benedicto XVI cedió su lugar a quien vendría a poner orden y el problema sigue. El desprestigio de la Iglesia va en aumento. Ha cambiado muchas cosas, pero en lo verdaderamente importante el papa Francisco defrauda.
javierlivas@prodigy.net.mx