Estirando la cobija

Politicón
/ 8 noviembre 2020

En memoria de Magaly Sánchez Cuéllar y de Javier Villarreal Lozano

Ni a cual irle; los gobernadores tuvieron épocas de vacas gordas y dilapidaron el dinero en corrupción e ineficiencia, para muestra Coahuila, donde nos dejaron una deuda que se habrá de pagar en 160 años; es decir, tendrán que transcurrir cinco generaciones de coahuilenses para saldarla.

Por su parte, la bruja de la 4T ya se chupó las reservas que habían dejado los corruptos conservadores, y en el mes de octubre en un ataque relámpago -un blitzkrieg- se engulló los fideicomisos y fondos catastróficos de salud, para seguir adelante con los programas de compra de votos y sus obras consentidas, que viéndolo bien no tienen sentido. Aunado a lo anterior, persiste la actitud de soberbia del Presidente y de ninguneo a los ejecutivos estatales, lo que propicia el encono de estos últimos.

La pugna se agudizó con la disminución de las transferencias federales a los estados, en efecto, el año pasado, antes del COVID-19, su reducción fue de 135 mil millones de pesos, estimándose el retroceso para este año en un rango de entre 260 mil y 400 mil millones de pesos.

Los integrantes de la Alianza Federalista tienen la facultad de dar por terminados los convenios de coordinación fiscal -contrario a lo afirmado AMLO-, lo cual se   establece en el artículo 10 de la Ley vigente, y aunque su salida representaría un boquete estimado en un 35% de la recaudación fiscal, se antoja por ahora difícil que tomen esta decisión la que tiene implicaciones de gran trascendencia. 

Ahora que el frío aprieta y que la cobija no alcanza para todos, empiezan los jaloneos entre las partes, buscando sus objetivos muy particulares, y de ocurrir un milagro, los políticos confrontados elevarían sus miras procurando el bien de la nación, aprovechando esta coyuntura para sentar las bases de un nuevo equilibrio presupuestal. Desde hace tiempo, es ya evidente que existe la necesidad de una reforma fiscal a fondo, debido a la brecha entre lo que recibe el gobierno por impuestos y sus gastos.

Con datos para 2018, la recaudación tributaria de México representó el 16.1 por ciento del PIB, mientras la media en América Latina y el Caribe fue del 23.1 por ciento, con Cuba en primer lugar con un 42.3 por ciento, lo que muestra la pesada carga fiscal sobre los cubanos. A su vez, el promedio de la OCDE fue del 34.3 por ciento.

Lo anterior señala la débil posición de nuestro país en este aspecto, lo que implica una fuerte restricción del gobierno para hacer frente a sus obligaciones. Por otra parte, el presupuesto de egresos de la federación equivale al 25 por ciento del PIB, lo que muestra el tamaño de la brecha: son nueve puntos del PIB, lo que se traduce aproximadamente en 2.1 billones de pesos, cantidad que representa la tercera parte del presupuesto para 2021.

Si en verdad los gobernadores de la Alianza Federalista y AMLO tuvieran la intención de mejorar nuestra situación hacendaria, sentarían las bases para implementar una reforma fiscal integral, la que en nuestra opinión debe contemplar al menos tres ejes fundamentales: 1.- Reducir la informalidad, que hoy asciende al 53 por ciento, y con tendencia a elevarse, 2.-Ampliar la cobertura del IVA, y 3.- Lograr una mayor eficiencia del gasto. El IMCO estima que un 30 por ciento del gasto se puede mejorar, lo que equivale a alrededor de 1.9 billones de pesos.

Sería muy complicado cerrar esta brecha de un golpe, por lo que se tendría que hacer en un plazo de entre tres y cinco años, a fin de no prolongar demasiado esta debilidad actual, que implica desatender las necesidades de la población. Además, no hay que olvidar que el efecto de bola de nieve de las pensiones y los intereses de la deuda sigue creciendo, y para enfrentarlo se tienen que tomar este tipo de medidas.

No se trata de jugar a las vencidas, ni de cuestión de egos, es mucho más lo que está en juego, y ahora se presenta una oportunidad para afrontar el problema con una buena actitud y con la cabeza fría, no hacerlo sería una muestra—otra más—de la falta de alturas de nuestra clase política. A los gobernadores les interesa por ahora, el presupuesto del año entrante, y AMLO sigue montado en su pedestal, pero por el bien de México, ha llegado el momento de comprar una cobija más grande, resistente y desde luego, más calientita.

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