Manual para entender la masacre de Allende

Piedras Negras
/ 19 marzo 2018

Hace siete años ocurrió la desaparición masiva de personas a causa de una venganza; las escenas atestiguan lo que ocurrió

No fue una película hollywoodense. Fue la puritita realidad. Del 18 al 20 de marzo de 2011, Coahuila vivió uno de sus capítulos más sangrientos de la historia reciente: la masacre y desaparición masiva de personas en Allende, misma que se extendió a más municipios del norte de la entidad. 

A través de distintas publicaciones en VANGUARDIA, VICE, Proceso, ProPublica, National Geographic, de trabajos académicos como “El Yugo Zeta” o “En el Desamparo”; de testimonios en cortes de Estados Unidos, relatos de familiares de víctimas y hasta del propio gobierno, se ha logrado embonar las escenas de una película teñida de terror, un rompecabezas mortífero, donde cada pieza es un martillazo de coraje, frustración, de omisión, de olvido, incertidumbre y vergüenza. 

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El Manual de Escenas para entender la masacre de Allende, es una realidad que jamás debió contarse.

Era el sexenio de Humberto Moreira, aunque meses atrás había dejado la gubernatura para convertirse en líder del PRI nacional. Su lugar lo ocupó Jorge Torres López y el secretario de Gobierno era David Aguillón Rosales. El gobierno se jactaba de grandes inversiones, infraestructura vial y apoyos a los necesitados. Dos temas vestían el aura en el estado: “estábamos hasta el cuello” de deuda y los Zetas controlaban la entidad.

Sin embargo, la investigación académica “El Yugo Zeta” se refiere que en un memo de 2003, la DEA (Agencia Antidrogas estadounidense) aseguraba que Los Zetas ya controlaban Ciudad Acuña y Piedras Negras.

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El escape

Mario Alfonso “Poncho” Cuéllar, Héctor Moreno Villanueva y José Luis Garza Gaytán, presuntos miembros de los Zetas, traicionaron y huyeron de Coahuila con rumbo a Estados Unidos. En sus manos presuntamente cargaban entre 5 y 10 millones de dólares de ganancias por el trasiego de droga y el libro de contabilidad.

Miguel Ángel y Omar Alejandro Treviño Morales, “Z-40” y “Z-42”, les advirtieron que devolvieran el dinero o de lo contrario matarían a toda su familia y amigos. No hicieron caso.

Cuellar, Moreno y Garza huyeron a Estados Unidos donde los dos primeros se convirtieron en testigos protegidos de la DEA. Antes de partir, Cuéllar avisó a quienes trabajaban para él que escaparan.

Las familias, en su mayoría, vivían en la región de los Cinco Manantiales, una zona de paso a Piedras Negras, la frontera con Estados Unidos. Unos 50 kilómetros separan Allende de la frontera.  

“Cuando ‘Poncho’ y yo nos venimos para acá, a los Estados Unidos, ellos empezaron a matar a toda esta gente inocente, y sus familiares intentaron poner denuncias, pero les dijeron que no les tomarían ni una y que tenían 24 horas para irse de la ciudad”- Testimonio de Héctor Moreno, la fuente es el Informe “Control…Sobre Todo el Estado de Coahuila” de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Texas.

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La venganza

La tarde del 18 de marzo de 2011, una caravana de 40 camionetas con decenas de pistoleros abordo, entraron a la zona. Cerraron los accesos a la carretera como los dueños de la carretera que eran. Comenzaron a derribar puertas, matar gente, desaparecerlas. Hombres, ancianos, mujeres, niños. Todos eran lo mismo. 

Según Proceso, los sicarios llegaron a la alcaldía y pidieron por los registros de catastro de todas las propiedades de los traidores y sus familias. Según el gobierno de Coahuila, el alcalde de Allende, Sergio Lozano, y los policías, sirvieron a los Zetas, al grado de presenciar las desapariciones y no hacer nada.

Los Zetas destrozaron e incendiaron todo a su paso: casas, ranchos, negocios. Para Allende y sus habitantes era un apocalipsis causado para la naturaleza del odio y la venganza.
Mataron y mataron, como reses subieron cadáveres a las camionetas. 

Para desaparecerlos, mencionó Proceso, utilizaron narcofosas y “cocinas”. Una “cocina” era el penal de Piedras Negras, donde evaporaron  y tiraron al río lo que quedó de los cuerpos

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Según el informe “En el Desamparo” del Colegio de México —que recoge documentos oficiales y testimonios—, el fin de semana del 18 al 20 de marzo de 2011, Los Zetas atacaron 32 casas y siete ranchos de Allende, con la finalidad de vengarse de Alfonso “Poncho” Cuéllar, Héctor Moreno Villanueva y José Luis Garza. Lo que pudieron, lo demolieron con maquinaria pesada. 

Allende era un territorio posapocalíptico

El horror

Una escena descrita en el documento “En el Desamparo”: En el rancho “Los Garza”, (los Zetas) llevaron en un camión con redilas, tambos metálicos grandes con diésel o gasolina. 

Esparcieron el líquido por toda la casa y la bodega donde habían amontonado los cuerpos. Remataron antes a los que quedaban con vida.

Otra escena del mismo documento: En el rancho Los Tres Hermanos (municipio de Zaragoza) también mataron y cocinaron gente, utilizando otro procedimiento: llevaron tambos y les hicieron agujeros en la parte de abajo y en los lados. Luego echaron un muerto en cada tambo. Después bañaron los cuerpos con diésel para enseguida prenderles fuego. Después de cinco o seis horas se cocinaron los cuerpos. Echaron los restos en una acequia y en un pozo para que no se viera nada.

En el penal de Piedras Negras, que servía de guarida de los Zetas:
“Los Zetas obligaron a 40 personas a arrodillarse y los ejecutaron a disparos en la ciudad de Piedras Negras” –testimonio de Adolfo Efrén Tavira. Fuente: Informe “Control… Sobre Todo el Estado de Coahuila” de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Texas.

El infierno

Los académicos Sergio Aguayo y Jacobo Dayán, en su investigación denominada “El Yugo Zeta”, revelaron que la línea de emergencia 089, el C4 coahuilense, recibió 26 reportes de Allende y mil 225 de Piedras Negras entre el 18 y 22 de marzo de 2011.

De las llamadas, 100 fueron para alertar 42 incendios distintos en Piedras Negras, y nueve en Allende sobre cuatro incendios más. 

Pese a los llamados. Ninguna autoridad respondió. Ni municipal ni estatal ni federal. Y no hay detenidos por esas omisiones.

La escena: los llamados de auxilio de un lado del auricular. ¡Auxilio! ¡Están quemando! ¡Están incendiando la casa! Nada. Ninguna respuesta. 

El informe “El Yugo Zeta” reproduce una llamada de auxilio al C4: ‘Persona de sexo femenino proporciona la siguiente información: Menciona que “Allende es un pueblo sin ley, andan incendiando casas, levantaron a mucha gente, hay muchos desaparecidos los Zetas se los llevaron yo creo que se traicionaron unos a otros porque hay un desorden bruto, horrible. […] Hay demasiada gente desaparecida, hay saqueos en los domicilios. Esto ocurre desde el viernes en la tarde y es lo mismo todas las noches’. No proporciona más datos y corta la llamada”.

Como dice el documento de Aguayo y Dayán: “una autoridad estatal en Saltillo supo lo que estaba pasando en Allende. ¿Entregaron ese mensaje a los superiores? ¿llegó hasta el Fiscal General? ¿el Fiscal lo transmitió al gobernador?”

Para Aguayo y Dayán, más que la masacre de Allende, es más correcto hablar de “La Tragedia del Norte de Coahuila”, por las pérdidas humanas.

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El error/la responsabilidad

Según la investigación periodística “Anatomía de una Masacre”, escrita por la periodista Ginger Thompson, un agente de la DEA persuadió a un miembro de los Zetas de entregarle los número de identificación rastreables de los teléfonos celulares de los capos Miguel Ángel y Omar Treviño, líderes de los Zetas. 

La agencia cometió el error de compartir la información con una unidad de la policía mexicana. No pasó mucho para que los capos se enteraran de la traición. Allí nació la venganza.

Mario Alfonso “Poncho’ Cuéllar”. Ginger Thompson escribió que Cuéllar tenía la responsabilidad de conseguir para sus jefes “celulares nuevos cada tres o cuatro semanas”. Y Cuéllar había asignado esa tarea “a su mano derecha”, Héctor Moreno Villanueva, “El Negro”.

El montaje

Meses después, cuando el exgobernador Rubén Moreira llegó a la gubernatura, montó un operativo de cientos de policías estatales, federales, militares y marinos. Entre el 26 de enero y el 5 de febrero de 2014, buscaron rastros de desaparecidos. 

Hallaron narcofosas, contenedores agujerados donde eran supuestamente quemados los cuerpos con diesel. Recogieron fragmentos óseos como quien colecciona conchas de mar. En total se levantaron 66 fragmentos óseos y 68 dentales.

Epílogo

El gobierno de Coahuila habla de la desaparición de 28 personas. La investigación “En el Desamparo “menciona 42 desapariciones. El texto “Anatomía de una Masacre” refiere que alrededor de 60 personas muertas o desaparecidas han sido conectadas por familiares. Otras voces, la mayoría, hablan de 300 personas desaparecidas y posiblemente asesinadas. 

La venganza trascendió. Un año después (marzo de 2012), un grupo de sicarios y policías detuvo y desapareció en Allende a cuatro integrantes de la familia Garza: una pareja y sus dos hijos, un niño de seis años y un bebe de meses.

DATOS

3 hombres presuntamente traicionaron a líderes de un cártel.

4 días duró la masacre catalogada como un apocalipsis.

300 personas desaparecidas, aseguran, dejó la masacre.

Los testigos mudos:
>  Autoridades hallaron narcofosas, contenedores agujerados donde eran supuestamente quemados los cuerpos con diesel. 
>  Recogieron fragmentos óseos como quien colecciona conchas de mar. En total se levantaron 66 fragmentos óseos y 68 dentales.
>  Había también decenas de casas  destruidas completamente.

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