No importa quien gane, Trump o Hillary, el TLCAN está en riesgo: economistas

Dinero
/ 19 octubre 2016

En la década de los 90, México “no estaba del todo listo” para abrirse al libre comercio, dijeron especialistas. Pero era necesario. Luego de endeudarse con el exterior para aumentar su plataforma petrolera, necesitaba dólares para pagar. El 17 de noviembre de 1992 firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Canadá y Estados Unidos, su actual socio comercial principal. Aunque su implementación ha ocasionado desempleos y afectaciones al campo, coincidieron los expertos, ha traído más beneficios que perjuicios. Más del 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país deriva de acciones del comercio exterior, por lo que cancelarlo sería “catastrófico”

Por Dulce Olvera para (SinEmbargo)

Ciudad de México.– El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es fan de la comida mexicana. Le encanta el guacamole y hace unas semanas fue a cenar con su esposa Michelle al restaurante mexicano del chef Enrique Olvera para degustar mole, tlayuda y otros platillos nacionales. Hace unos días también, por su parte, el Presidente Enrique Peña Nieto confesó beber a diario una Coca-Cola. Sin el Tratado de Libre Comercio (TLC), esto no sería posible. Los supermercados estarían casi vacíos.

Sin embargo, ambos candidatos que buscan suceder al fanático del guacamole han manifestado su interés en modificarlo o cancelarlo, lo cual sería “catastrófico” económica y socialmente, determinaron especialistas.

“Más del 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país deriva de acciones del comercio exterior”, destacó Roberto Sánchez de la Vara, académico de la Universidad Iberoamericana que participó en la discusión del TLC. Aunque, añadió, la posible salida de Estados Unidos del TLC es más decisión del Congreso que del poder Ejecutivo.

El 17 de diciembre de 1992, entre sonrisas y aplausos, los mandatarios Carlos Salinas de Gortari, de México; George W. Bush, de Estados Unidos; y Brian Mulroney, de Canadá, atestiguaron la firma del TLC por parte de sus representantes. Era un fecha trascendente para los tres países. El primero de enero de 1994, el mismo día del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, entró en vigor.

“Hoy es más fuerte la patria porque así la habremos de heredar a nuestros hijos. Hoy hacemos ya realidad la nueva grandeza mexicana”, presumió Salinas de Gortari.

Más de 20 años después, especialistas afirmaron que en esa época, ante el alto endeudamiento con el exterior –México había solicitado crédito para aumentar su plataforma petrolera, pero después los precios del petróleo cayeron–, al gobierno le urgían dólares para pagarla. Desesperadamente buscó tratados comerciales con otros países. El fundamental fue el Tratado de Libre Comercio, el cual negoció de manera apresurada (en solo 22 meses) y aventó a las industrias nacionales, “que no estaban listas”, a competir con las internacionales.

Este histórico acuerdo que facilita el intercambio de bienes entre los tres países ha traído beneficios en materia de inversiones y exportaciones millonarias, lo cual genera empleos tanto directos como indirectos e ingresos para las finanzas públicas, expusieron expertos. Pero también costos en el sector agrícola y, dado que muchas pequeñas empresas no estaban preparadas para competir, quiebran y hay desempleo.

No obstante, en una balanza, ha dado mayores provechos que golpes por lo que si el magnate Donald Trump gana y logra que la mayoría del Congreso Estadounidense lo apruebe, sería una pesadilla para el país.

De 1993 a 2015, las exportaciones mexicanas enviadas a Estados Unidos, su principal socio comercial, aumentaron su valor 650 por ciento al pasar de 23 mil 766 millones de dólares a 178 mil 432 millones de dólares, de acuerdo con la Secretaría de Economía. El comercio bilateral ascendió el año pasado a 229 mil 249 millones de dólares.

En materia de inversión, en 2015 México registró 28 mil 382.3 millones de dólares por concepto de Inversión Extranjera Directa (IED), 25.8 por ciento más que en el 2014. El 53.1 por ciento provino de Estados Unidos y el 3.8 por ciento de Canadá, y principalmente es en manufactura (autos, computadoras, pantallas, partes para aviones y línea blanca).

“De 1990 cuando se iniciaron las negociaciones a la fecha, México ha cambiado mucho. México no estaba del todo preparado para poderlo firmar. Es un proyecto a largo plazo en donde el país está más listo que hace 20 años”, afirmó en entrevista Roberto Sánchez, con estudios en finanzas y comercio internacional.

Valeria Moy, directora general de la organización México, ¿Cómo Vamos?, dijo a este sitio que “la cara del país es muy distinta ahora a la que tenía hace 20 años y eso se debe al Tratado de Libre Comercio. Si se cerrara el comercio, México se vería muy perjudicado porque se echaría para atrás toda la infraestructura que ya se creó y sería imposible diseñar y producir partes automotrices y aeroespaciales. ¿Qué haces con todas esas fábricas y trabajadores? Por la forma en que se ha armado la economía, se vería perjudicado enormemente”.

Las áreas en donde México ha mostrado más dinamismo al ser las más productivas y las que más se han desarrollado son las relacionadas con el libre comercio, particularmente con el sector automotriz, destacó. Aunque desde la primera mitad del 2015 las exportaciones automotrices han registrado una leve caída después de su boom, continúan siendo un principal sostén de la economía nacional ante la caída de los ingresos petroleros y la futura desaceleración.

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De acuerdo con la economista, los beneficios han sido mayores que las consecuencias negativas. Roberto Sánchez coincidió.

“Los beneficios se dispersan: se ven en mejores precios y en mayor variedad de productos, pero es complicado notarlos. Los costos son más visibles: cierra una empresa ante su incapacidad de competir y hay desempleo. Los ataques al TLC, como ahora se ve en la campaña de Estados Unidos, surgen. Sí, se han perdido empleos, pero gracias al TLC los estadounidenses tienen acceso a pantallas de televisión producidas en México y más baratas; y tienen acceso a una enorme cantidad de productos agrícolas”, contrastó Moy.

México venía de una economía cerrada y el gobierno rescataba a todas las empresas en peligro de quiebra independientemente de su eficacia, recordó. A esas empresas ineficientes de pronto las pusieron a competir, y al no estar preparadas, quebraron. Lo cual generó desempleos.

Además, agregó Moy, las maquiladoras en un inicio funcionaron muy bien, pero dado que no se les añade un valor agregado a las piezas, no hay mayor producción y eso no genera la posibilidad de salarios más altos. Para eso también se necesita invertir en educación y capacitación.

Sánchez de la Vara, por su parte, determinó que “un negocio de esta naturaleza puede traer beneficios y perjuicios. Un número importante de empresas pequeñas desaparecieron por el TLC o fueron absorbidas por el capital extranjero, sobre todo en el sector automotriz. El Tratado impuso una serie de competencias nuevas para las que no estuvieron del todo preparadas. Respecto al desempleo y los bajos salarios, es más por la política económica interna que de 1994 a la fecha los gobiernos no han sabido diseñar. Eso no es asunto del TLC”.

Finalmente, el especialista advirtió que la propuesta de revisarlo no altera nada ya que existe una comisión trilateral permanente que se encarga de ello periódicamente, donde participan personas del gobierno asesoradas por la iniciativa privada.

Asimismo, no es tan fácil cancelar el TLC.

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“Definitivamente Donald Trump no tiene una percepción exacta o siquiera aproximada de los beneficios económicos que al país que pretende gobernar le ha representado el TLC”, expuso. Gran parte de la inversión extranjera en México es de origen estadounidense y las utilidades de esas empresas regresan a su país, justificó.

Además, Trump tendría que proponerlo al Congreso, cuya mayoría absoluta finalmente debe determinar si Estados Unidos se retira del Tratado. A poco menos de un mes del 8 de noviembre, buena parte de los senadores republicanos no están acordes con los postulados de campaña del candidato no solo en el aspecto comercial, enfatizó.

LOS GOLPES AL CAMPO

Sergio Reyes Osorio, especialista en economía agrícola de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, desarrolló en el canal de la universidad que de 1940 a 1980 se invirtió en el campo, pero después se giró la atención.

Desde la década de los 80 se debilitó el crecimiento industrial, agrícola y de servicios. México tenía un gran potencial petrolero, pidió créditos para aumentar su plataforma petrolera, pero cuando lo logró, los precios del petróleo cayeron y las tasas de interés subieron. Eso, explicó, trajo un endeudamiento “brutal” con el exterior de cerca de 100 mil millones de dólares en 1991.

La falta de inversión en el campo se reflejó: en 1976 México importaba solo el 7 por ciento de los alimentos, pero en el 2000 más del 43 por ciento, documentó el especialista.

“Éramos un país con avances agrícolas importantes, pero se vinieron abajo a raíz de las nuevas políticas. El alimento es más fuerte que las armas atómicas. Si un país depende de otros países para poder comer, no puede tomar decisiones autónomas porque debe estar pendiente de que se le surtan esos alimentos”, aseveró el también académico del Colegio de México (Colmex).

Para Reyes Osorio, los dos principales errores fueron que  la negociación del TLC fue “muy apresurada” y se metieron todos los productos agropecuarios en una canasta, es decir, no se reservó ninguno para manejarlo al margen del acuerdo. Canadá, ejemplificó, reservó la leche, su producto estratégico. En el país pudo haber sido el maíz y el trigo.

Valeria Moy, de México, ¿Cómo Vamos?, coincidió en que entrar vertiginosamente obligó al país “a competir muy rápido y muchas industrias y empresas pequeñas no estaban listas”.

Las exportaciones de México a Estados Unidos y a Canada, en general, han sido mayores a partir del TLC. Sin embargo, no es el caso de las exportaciones agropecuarias.

La apertura provocó la caída en los precios, determinó el académico Sergio Reyes Osorio. Con las importaciones llegaban a México productos subsidiados con precios baratos y eso era una competencia desleal para los productos nacionales.

Ante eso, los campesinos dejaron de tener dinero para rentar el predio donde cultivaban, por lo que aumentó la pobreza y la migración del campo a la ciudad y a Estados Unidos, desarrolló el experto en economía agraria. Aunque el flujo de dólares importante neutralizó la caída en el ingreso del campo, al destruir la capacidad productiva aumentó el desempleo y la siembra de drogas.

“La inversión bajó de forma brutal de 1980 a 2002 y con ello se dejaron de hacer obras trascendentes para la agricultura, en especial en el sector hidráulico. Cuando se inauguraron las grandes presas en la década de los 40 se les calculó una vida útil de 60 años. Ya pasó el periodo. Qué va a pasar”, cuestionó.

Valeria Moy añadió que en todo el mundo. incluyendo México, el sector agrícola es uno de los más protegidos con subsidios porque la agricultura está sujeta a periodos de cosecha y de clima, pero no es muy apoyado en términos de producción. Se usan mecanismos antiguos.

“No se preparó al campo para poder competir, y sigue sin capacitarse con mejores técnicas de producción”.

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