Philippe Halsman, el fotógrafo que inmortalizó a los famosos

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/ 5 noviembre 2015

Halsman, A los 22 años, y en un proceso judicial que hoy se entiende como profundamente antisemita, fue acusado de matar a su propio padre.

Marilyn Monroe, Richard Nixon, Groucho Marx, Audrey Hepburn, Salvador Dalí... o los duques de Windsord. Todos saltaron delante de la cámara de Philippe Halsman, el primer fotógrafo que inmortalizó a celebridades suspendidas en el aire delante de su objetivo. Lo llamó "jumpology".

"Cuando le pides a una persona que salte, su atención se centra en el acto de saltar, se cae la máscara y aparece la persona real", decía Halsman (Riga, 1906-Nueva York, 1979), al que el museo parisino del Jeu de Paume le dedica hasta el próximo 24 de enero la retrospectiva "Phlippe Halsman. ¡Sorpréndeme!".

Nacido en una familia judía burguesa en lo que hoy es Letonia, el hijo de un dentista y de una directora de instituto descubrió la fotografía a los 15 años, gracias a la vieja cámara familiar.

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A los 22 años, y en un proceso judicial que hoy se entiende como profundamente antisemita, fue acusado de matar a su propio padre, que perdió la vida en un accidente de montañismo en los Alpes austríacos.

Pasó dos años entre rejas hasta que, gracias a la importante movilización de Albert Einstein, Sigmund Freud o Thomas Mann, entre otros, recibió una amnistía presidencial que le evitó cumplir íntegramente la pena de diez años de trabajos forzados.

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En 1931, y con el beneplácito de las autoridades francesas se instaló con su madre en París, donde se mezcló en la escena intelectual.

Abrió un estudio fotográfico en el barrio de Montparnasse, expuso junto a Man Ray o Brassaï y trabajó para cabeceras como "Vogue", "Vu" o "Voilà". Y seis años después, en 1937, se casó con Yvonne Moser, también fotógrafa.

"A menudo aconsejo a los jóvenes fotógrafos que se casen con la competencia, es la mejor manera de neutralizarla", comentaba el retratista que puso rumbo a Nueva York cuando la Alemania nazi invadió Francia.

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En la Gran Manzana, donde aún era un perfecto desconocido, Halsman inició su laureada carrera, transformada hoy en un legado de cientos de instantáneas que expone el Jeu de Paumme.

Por su estudio pasaron gran parte de los iconos de mediados del siglo XX, desde el boxeador Mohamed Alí hasta el pintor Pablo Picasso, pasando por los actores Dean Martin y Jerry Lewis, el político Bob Kennedy o los escritores André Malraux y Vladimir Nabokov y el artista Andy Warhol.

Alfred Hitchcock le llamó para promocionar la película "Los Pájaros" y Halsman le colocó un ave en un puro. Retrató a Clint Eastwood pistola en mano y a Woody Allen con aire melancólico.

Pero probablemente los dos personajes que se agarraron con más nervio a su álbum de fotos fueron Marilyn Monroe y Dalí.

La primera quedó retratada para siempre en 1959, en una de las 101 portadas que Halsman realizó para la revista "Life", en un salto que la eterna rubia de Hollywood tuvo que repetir 200 veces.

El genio surrealista colaboró con Halsman a lo largo de 37 años. Cuando necesitaba una celebridad para llevar al cuarto oscuro su última excentricidad, aparecía Dalí.

Para el recuerdo quedan la imagen del pintor de prominente bigote saltando mientras varios gatos y un cubo de agua vuelan por el estudio, o el posado delante de la escultura de una calavera conformada por los cuerpos desnudos de siete mujeres blancas.

Fotografías surrealistas nacidas de la simbiosis de dos talentos excepcionales: Dalí con los pinceles, Halsman con su Rolleiflex y ambos con un ingenio desmesurado.

"Siempre he pensado que la parte más importante de la equipación de un fotógrafo está en la cabeza", resumía Halsman.

 

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