Sí, tu hijo varón puede estar sufriendo de ansiedad
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Las chicas se aceleran, los varones muy ansiosos pueden simplemente darse por vencidos y cerrarse. Algunos dicen, no obstante, que hay mentores que pueden resultar de gran ayuda
Las entradas de cine se agotaron y Jalen Moore acomodó sus 2 metros de altura en una butaca en mitad de fila.
El mero confinamiento hace que esta situación sea estresante para Moore, que podría seguir jugando en la National BasketBall Association (NBA) si no fuera por los ataques de ansiedad que comenzaron la primavera (boreal) pasada, estando sujeto a un asiento en un avión antes de un partido.
Peor todavía la película que están viendo él y su novia es “A Quiet Place”. En la pantalla se muestra un mundo post apocalíptico donde quien hace el más mínimo ruido es atrapado por demonios antropófagos.
Moore siente calor, y comienza a transpirar. Intuitivamente, busca las salidas y sabe que su novia lo entenderá si decide abandonar la sala. Ya ha ocurrido antes.
Pero no se va. Se dice a sí mismo que sabe lo que le está sucediendo, que no lo matará y que pasará pronto. Y es así.
Según una estimación, una cuarta parte de los varones adolescentes desarrolla trastornos de ansiedad como Moore, y el ex ídolo del básquetbol se sumó a un contingente cada vez más numeroso de modelos masculinos, desde Michael Phelps hasta Steve Young, que alientan a los chicos ansiosos a ignorar las ideas anticuadas sobre la masculinidad y buscar ayuda.
The Child Mind Institute, una organización sin fines de lucro dice que las chicas y los chicos sienten la presión de tener un buen desempeño en la escuela, en las relaciones y en la sociedad, pero que las imágenes que supuestamente deben emular son diferentes. La ansiedad en los varones puede mostrarse como un comportamiento enfadado, disruptivo, como un trastorno por déficit de atención e hiperactividad o incluso como un trastorno de aprendizaje.
En opinión de Mary Alvord, psicóloga, si bien se derivan más varones que chicas a tratamiento, los varones tienden a ser derivados por problemas de conducta, no por trastornos específicos, y existen escasas investigaciones sobre la ansiedad en los chicos.
“Hay una diferencia para el varón, culturalmente”, dijo Alvord. “Sobre todo un chico en el secundario que trata de ser macho. Para él, decir, ‘Sí, tengo miedo de estar en casa solo’ o ‘Me preocupo todo el tiempo por hacer que las cosas sean perfectas’ no queda bien”.
Se espera que los varones sean fuertes y “enfrenten las situaciones” -independientemente de cómo se sientan. Y si bien tanto los varones como las chicas pueden tratar de ocultar su ansiedad, los varones a menudo se dan por vencidos, o se encierran, evitando las interacciones sociales y en el colegio (como lo hizo Moore cuando sus ataques de ansiedad se volvieron más frecuentes).
Moore tiene tanto talento que aun después de no poder presentarse a los Milwaukee Bucks en un contrato profesional el verano pasado debido a su ansiedad, persistente, irracional y paralizante, equipos de la NBA siguen preguntando acerca de su disponibilidad. Él se mantiene en forma.
Pero la principal preocupación de este muchacho de 22 años es alcanzar victorias personales como la que tuvo en el cine, inspirando así a otros a abordar su ansiedad de frente.
Chicos en conflicto
Las investigaciones demuestran, según expertos, que chicos y chicas difieren de maneras que pueden incidir en cómo reaccionan a la ansiedad, aunque se apresuran a señalar una ausencia de diferencia de género significativa en el impacto sobre esas vidas jóvenes.
El terapeuta familiar Richard Platt, dijo que los varones se enfadan más rápido que las chicas y tardan más en calmarse. Esto es respaldado por un estudio que publicó National Institutes of Health, donde se demuestra que los varones tienen más “tristeza, impulsividad e ira” que las chicas.
“La ira en los varones se sanciona más social y culturalmente que la de las chicas”, agregó Michael A. Tompkins, profesor adjunto de la Universidad de California en Berkeley, “por ende, es probable que los varones, cuando se sienten temerosos o se les pide que hagan algo que los pone ansiosos, reaccionen y se opongan”.
Son pocos los estudios específicos sobre la ansiedad que se centren sólo en los varones.
“Me gustaría ver más, porque se derivan más varones que chicas, y creo que debemos entender dónde interviene la ansiedad”, dijo.
Dado que las chicas demuestran una frecuencia mayor y son más propensas a pedir ayuda, se sabe más sobre ellas y puede resultar más fácil detectar su ansiedad. Mucho de lo que se sabe sobre los varones se revela más en los programas de tratamiento que en los estudios académicos.
Mike Bulloch es director clínico y cofundador de WayPoint Academy, -el único centro/escuela independiente de tratamiento residencial que se dedica exclusivamente a tratar a varones con trastornos de ansiedad invalidantes. Los varones llegan en busca de ayuda de todo EE.UU. y hasta de Singapur. (La escuela tiene 44 inscritos).
Bulloch dijo que las presiones sociales, algunas impulsadas por los medios sociales, ejercen más presión sobre los varones jóvenes para que se muestren felices y confiados -aunque en privado luchen con la vacilación personal y el miedo de no estar a la altura. “Los varones con los que trabajo están inundados de temores anticipatorios, en general de rechazo, fracaso o incertidumbre”, dijo.
En la medida que los muchachos sumamente ansiosos evitan lo que les genera ansiedad, la lista de cosas para evitar se vuelve más larga. “Estos son muchachos que se quedan sentados en sus cuartos mirando pasar el mundo sin ellos. Debido a esa marginación, tienden a ser deficientes en sus habilidades”, dijo Bulloch.
El terapeuta Jeffrey Gregson dijo que los varones ansiosos pueden reemplazar las conexiones sociales verdaderas por ficticias. “Cuando juegan ‘Call of Duty’ o juegos de acción en primera persona, generalmente están en redes con ‘amigos’, interactuando como para tener una pseudo-relación. Se juntan como un equipo para sentirse parte de un grupo o familia. Tienen un sentimiento de realización -al tiempo que evitan todo lo que resulte difícil en sus vidas”.
Gregson y Bulloch dijeron que los videojuegos se vuelven problemáticos cuando los varones juegan para evitar otras cosas. Cuando eluden aquello que los altera, no desarrollan verdaderas habilidades, como por ejemplo enfrentar las situaciones, resolver problemas, defenderse y expresar sus necesidades.
Mientras tanto, debido a la manera en que los varones proyectan su aflicción, pueden recibir un diagnóstico errado -siendo vistos como cuestionadores, especialmente en la casa, donde reaccionan y discuten, dijo Bulloch. Si bien los jóvenes varones en WayPoint son normalmente lo que denominó “complacientes y cumplidores de las normas”, Bulloch reconoce que la vida hogareña era probablemente diferente. “En la casa se ve mucha perturbación en la conducta”, sobre todo cuando las exigencias paternas chocan con aquello que los adolescentes se niegan desesperadamente a hacer. “Nos gustaría que fueras a la escuela hoy”, o “Necesitamos que salgas de tu cuarto” puede resultar menos un pedido que un grito de batalla.
Esto confunde a los padres, quienes quizá vean a su hijo, no como ansioso, sino beligerante, poco colaborador y enfadado -y hasta lo castiguen por su mala conducta.
A menudo, dijo Bulloch, los chicos ansiosos se agitan tanto que los padres dan un paso atrás para evitar la confrontación. “Con un trastorno de ansiedad grave, se produce un acomodamiento tremendo en un 80 por ciento de esos hogares”.
Incluso padres que ven que ceder no ayuda, pueden sentir que no tienen alternativa: tienen que ir a trabajar o ir a la escuela puntualmente.
Tener éxito en la evitación puede dejar a los chicos con deficiencias en materia de recursos e incapaces de pilotar su vida. Es posible que desarrollen lo que Bulloch define como “un sentimiento de dependencia hostil de los demás” -especialmente sus padres. La sociedad es en general poco compasiva con la dependencia masculina y los propios varones se frustran y se enojan, lo que genera una vergüenza que se vuelca más contra la familia.
Muchachos ansiosos
Estando en sexto grado en 2012-13, a Aidan empezó a generarle pánico qué pensaban los demás de él. Decidió que si podía ser el chico más inteligente de la clase para que los profesores lo quisieran, también lo harían sus compañeros. Durante un par de años, trató de garantizar que hasta las interacciones fugaces fueran positivas para la otra persona. “No podía soportar que alguien pensara en mí de manera negativa -especialmente mis compañeros estudiantes”, dijo Aidan, que ahora tiene 17 años.
En noveno grado -después de cambiar de escuela, donde vive con su mamá y su hermana menor- Aidan encontró acosadores en la escuela.
“Yo era muy abierto con mis emociones y me fastidiaban por cosas como ser entusiasta en los estudios, o quedar al borde del llanto cuando ocurría algo malo”.
Pero el fastidio fue excesivo. “Me di por vencido”, dijo.
Primero, Aidan evitó la escuela, después dejó de salir de su casa. Generalmente, se encerraba en su cuarto, dormía, jugaba videojuegos o miraba animé.
En tanto su aflicción aumentaba y se negaba a participar en el mundo exterior, su mamá temió que se hiciera daño a sí mismo. Un día, él sintió que se había manejado mal frente a sus pares y comenzó a obsesionarse con la muerte, confesándole que sus pensamientos lo asustaban. Una vez, caminando juntos afuera, se asomó demasiado sobre un peñasco y el miedo de ella aumentó. La asustaba que su hijo, antes curioso y feliz, estuviera desapareciendo frente a sus ojos.
Aidan probó con terapia y medicación, pero esta última agravó su ansiedad. Sus emociones intensificadas se enfrentaban entre sí. Retrospectivamente, a ella le habría gustado mantenerse más serena y haber dicho algo como “Todos sentimos a veces que no estamos bien.
Necesitas ayuda, pero vas a poder salir adelante”.
Cuando él la despertó, asustado por sus pensamientos una madrugada de invierno a las 03:00 horas a comienzos de 2015, lo llevó a un hospital psiquiátrico para que lo estabilizaran y luego a una unidad de terapia conductista para una evaluación completa. Aidan odiaba los programas para los pacientes internados, pero su mamá dijo que lo aliviaba estar en un lugar donde no pudiera hacerse daño. A partir de entonces, en abril, fue a WayPoint Academy -llevado por una recomendación profesional y su especialización en a chicos ansiosos.
Su mamá dijo: “Por fin me di cuenta -fue mi momento más doloroso como madre- de que no podía ayudar a mi hijo yo sola. No tenía las herramientas necesarias”.
Si se buscan las raíces de la ansiedad se torna evidente que no hay nada claro. Los trabajos de investigación ofrecen pistas tentadoras respecto de factores posibles como la genética, el medio ambiente, el carácter, el estrés cotidiano, hasta los niveles de ansiedad de las personas que están alrededor. Los expertos dicen que el “por qué” puede variar de una persona a otra.
La ansiedad de Kaleb, por ejemplo, comenzó en su último año de estudios durante un receso de invierno entre 2016-17 con un trauma, el intento de suicidio de un amigo. Kaleb se volcó totalmente a la seguridad de su amigo al tiempo que sus propias sensaciones de estar abrumado evolucionaban hasta convertirse en una ansiedad debilitante. Luego contrajo mononucleosis y tuvo que abandonar actividades como el atletismo, lo que aumentó su desdicha. Las que se obligaba a hacer, como su viaje de último año, le resultaron tristes.
En general, dormía hasta que llegaba la hora de arrastrarse a la facultad para el curso de álgebra avanzada. “Tenía que poner un esfuerzo enorme para tener la certeza al menos de que hacía todo lo posible para obtener la nota”, dijo. En general, dormía.
Sus padres actuaron en seguida. Pero Kaleb comprobó que la medicación que le recetaba su terapeuta, como Lexapro y Vyvanse, lo hacía sentir indiferente e imprudente.
“Me hacía sentir que nada me importaba”, dijo Kaleb. “No me importaban las relaciones o si podía herir los sentimientos de alguien. No me ponía el cinturón de seguridad porque mi seguridad no me importaba”.
Tanto Aidan como Kaleb cuentan sus historias desde el otro lado del tratamiento.
Kaleb, que actualmente tiene 19 años, hizo un año en la Weber State University, y con la terapia y mucha ayuda familiar, este hombre de Kaysville espera cumplir una misión religiosa antes de retornar a la universidad.
Cuando Aidan volvió a su casa al completar el tratamiento, sintió parte de la vieja ansiedad de sentirse aceptado. Pero practica “mindfulness” y otras estrategias para no paralizarse. Tiene amigos y puede decir cuándo algo le molesta.
“Siendo pupilo, una de las mejores cosas que descubrí es que otros pasaban por eso”, dijo Aidan. “Si alguien me hubiera dicho qué estaba sintiendo, probablemente las cosas a mi alrededor habrían cambiado”.
Kaleb piensa que lo habría ayudado mucho que alguien que admiraba -un músico, por ejemplo, hubiera hablado de superar la ansiedad.
Los varones parecen responder con más fuerza que las chicas a los modelos que admiten problemas y tienen éxito de todos modos, dijo Gregson, el terapeuta de Fruit Heights.
“Creo que es de una enorme ayuda que tantos atletas y otros salgan a hablar de la ansiedad y la depresión”. Tipos como Dwayne ‘The Rock’ Johnson”, dijo.
“Habría tenido una gran influencia en mí que un músico que admiraba dijera algo al respecto”. Muy dotado para el piano, la guitarra, el ukelele y la batería “La música es una forma de conectarme con la gente y sentirme cerca de Dios”, dijo Kaleb.
“Cuando estoy ansioso, siento que va a ser para toda la vida. Ver a alguien exitoso que hace lo que yo querría hacer y que pasó por esto resulta tranquilizador”.
Cultura que cambia
Después de que le costara su primer intento de ingresar en un equipo de la NBA, la ansiedad no terminó para Jalen Moore.
Cuando volvió a su casa el otoño pasado en Cache Valley, donde Moore y su afro característico habían alcanzado un estatus de celebridad, sintió la persistente presión de justificarse.
El Milwaukee Journal Sentinel había informado sobre la ansiedad de Moore al momento de su publicación en septiembre pasado, pero muchos en Logan habían pasado por alto la noticia. Sólo sabían que Moore había firmado contrato con la NBA, y sintieron curiosidad cuando lo vieron en la ciudad.
Moore limitó las salidas al supermercado a un horario tardío, cuando había menos riesgos de que alguien se le acercara y él pensara “Ya estamos. Tengo que contarle qué pasó”.
Su agente le transmitió una propuesta alocada: ¿qué tal si en vez de evitar a la gente, se lo dices a todo el mundo?
La idea había sido de The Players’ Tribune, un sitio web fundado por un ex jugador de los Yankees de Nueva York para dar a los atletas una plataforma donde pudieran contar sus historias.
“Al principio pensé “Bueno, en realidad no quiero que todos lo sepan”, dijo Moore. “Pero al mismo tiempo, pensé ‘Ok, pero tal vea hacer la nota pueda ayudar a mucha gente’. Porque cuando yo más necesité ayuda, no sabía a qué lugar recurrir”.
En llamadas telefónicas de dos horas con un redactor del Players’ Tribune, se desarrolló su historia: cómo un ataque de pánico en un vuelo turbulento para jugar había hecho vacilar su imagen personal, cómo la ansiedad había persistido aun sin haber disparadores claros, cómo el corazón ‘se le salía del pecho’ cuando los Bucks le dijeron que querían contratarlo como jugador independiente, y cómo no podía escuchar a nadie en la habitación en ese momento.
“Era como ruido de fondo, y el sonido de mi propia voz resonaba en mi cabeza”, dijo en la historia del Players’ Tribune, encargándose de la edición y la lectura de pruebas. “…¿Cómo vas a hacerlo?¿Dónde vivirás? ¿Cuándo te irás? ¿Y si no eres lo suficientemente bueno?”
Moore se preparó para la reacción antes de la publicación del artículo, convencido de que los comentaristas dirían que era una prueba de que Moore no era bastante hombre para la NBA.
Hubo unos pocos que lo dijeron.
Pero muchos otros -incluidos lectores en Europa y China- le dijeron a Moore que su historia los había inspirado. Algunos dijeron que buscarían ayuda o se la remitirían a otros que estaban viviendo problemas similares.
Ahora, cuando Moore va al supermercado, no le preguntan por la NBA. Le preguntan lo que toda persona pregunta cuando reconoce a otra en la góndola de comestibles: “¿Cómo te va?”
El mismo mes en que Players’ Tribune publicó la historia de Moore, reprodujo otra del ídolo de los Cleveland Cavaliers All-Star, Kevin Love, en la que describía un ataque de pánico en medio de un partido de la NBA.
Love escribió que “los hombres y los chicos probablemente están muy postergados” en las discusiones sobre salud mental. “Cuando estamos creciendo, entendemos rápidamente cómo se supone que debe actuar un varón. Descubrimos qué se necesita para ‘ser un hombre’. Es como un manual: sé fuerte. No hables de tus sentimientos. Arréglate solo”.
Alvord, autora de “Conquistar los pensamientos negativos para adolescentes”, dijo que es “asombroso” que los modelos masculinos estén comunicando sus dificultades.
“Creo que en general la tendencia significa menos estigma. Se ve con mejores ojos decir que se está viviendo algo -no tiene que elevarse al nivel de un trastorno… se busca ayuda”.
A Charlie, un chico de 12 años de Detroit, le diagnosticaron ansiedad a la edad de 7 años y ha luchado contra ella con todas sus fuerzas. En un momento leyó una entrevista en la que el nadador Olímpico Michael Phelps habló de su ansiedad. Más tarde, conoció a su héroe.
“Tus padres te pueden decir que no eres el único, pero a veces se necesita que otro sea valiente -mostrando su vulnerabilidad, su ansiedad, algo con lo que esté luchando- para no sentirse realmente solo”, dijo la mamá de Charlie. “Creo que es algo mágico porque… cada vez que una persona comparte su historia, arroja luz sobre alguien que siente que está solo y entre tinieblas. Es lo que hizo Michael Phelps por mi hijo, y estaré agradecida para siempre”.
Moore considera que esos ejemplos pueden ahorrar a otros su experiencia, cuando no podía entender qué pasaba y por qué era incapaz de eliminar sus pensamientos negativos. Tuvo conocimiento de los trastornos de ansiedad en agosto pasado, cuando googleó los síntomas de sus ataques de pánico.
Moore dijo: “Si se lo hubiera dicho a alguien cuando empecé a sentirme así, el resultado probablemente habría sido otro”.
Qué deben saber los padres
Moore vive en este momento con sus padres en una bella casa.
Recientemente vio la Copa Mundial y disfruta los videojuegos populares, como Fortnite. Pero también trabaja, entrena a jugadores jóvenes de básquetbol cada semana y se mantiene en forma en partidos por la noche con amigos. Sigue con las visitas a su terapeuta, que nunca lo ha presionado para que juegue en la NBA.
“Me hizo ver que ‘Es fantástico que seas bueno en el básquetbol, pero yo quiero ayudarte’. Eso fue genial para mí porque otros me dicen ‘Eres bueno para el básquetbol, ¿vas a jugar profesionalmente?’”
La ansiedad se vuelve problemática cuando es continua, dijo, y cuando afecta tu capacidad para participar en la vida o vivir la felicidad. Él ha experimentado ese tipo de ansiedad.
Los expertos adhieren a un mensaje similar. Los padres deben dejar que sus hijos tengan algunas dificultades, pero estar dispuestos a hablar las cosas. Bulloch dice a los padres que no deben dar recompensas parciales por seguir atascado en la misma situación. Deben recompensar los avances, fijar objetivos y hacer intentos -lo que importa más que si siempre funciona.
Los padres y los especialistas pueden ayudar a que los chicos enfrenten los miedos en formas manejables. Cada vez que un chico enfrenta un miedo, adquiere fortaleza para vencer un miedo mayor. Al ver que sobrevive aun cuando ocurre lo que más temía, la ansiedad pierde el control que tiene sobre él, dijo.
“La realidad es que la vida no es fácil. Hay un lugar de lucha. Cuando una especie enfrenta adversidad, aprende a adaptarse. Desarrollamos mejores habilidades, una mayor percepción, más experiencia”, dijo Bulloch.
En general, la ansiedad no se supera, pero se puede enfrentar mejor con el tiempo, dijo el psicoterapeuta Michael L. Sulkowski, que investiga y da clases sobre ansiedad en la Universidad de Arizona. En general, limitan su exposición o la mitigan -justamente lo que no se debe hacer.
Moore proyecta desafiar su miedo desmesurado a volar cuando aborde un avión para visitar a un amigo.
“Obviamente, dijo, no volar no me ayudará a estar mejor”.