Algo de historia: Librerías desaparecidas de Saltillo y el legado de un librero
Cuando la ciudad fue llamada la ‘Atenas de México’, florecían las que hoy languidecen tristemente
A raíz de la fundación del Ateneo Fuente, 1867, los padres jesuitas que abrieron el Colegio de San Juan, y por el buen número de alumnos que sobresalieron en diferentes campos de la ciencia, política y cultura, Saltillo se ganó el mote de el “Atenas de México”.
En las últimas décadas del siglo 19 y algunos años del 20, este honroso apelativo mantuvo a la ciudad en boca en los principales círculos de científicos, políticos y de la intelectualidad del país. Con el tiempo la frase cayó en desuso, aunque hubo quienes la siguieron repitiendo, como simple evocación del glorioso pasado.
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Es innegable que Saltillo adquirió y mantuvo la fama de una ciudad culta, ¿seguimos siendo El Atenas de México? No lo sé. Hoy en día existen más de 40 instituciones de nivel superior donde cada año egresan miles de nuevos profesionistas y técnicos para incorporarse a la dinámica laboral. Los tiempos han cambiado, ahora muchos de los textos se encuentran en línea y casi han sustituido a los libros. Pero qué decir de las librerías de antes, donde adquirían nuestros abuelos y padres las herramientas básicas del conocimiento.
La calle de Zaragoza se conoció antiguamente como la calle del Comercio, por encontrarse ahí las principales casas comerciales, sin embargo, en la cuadra de Ocampo a Aldama, a lo largo de los años se establecieron varias y famosas librerías, hecho que pudo haber cambiado el nombre por el de, calle de las Librerías, pero no fue así, con tristeza todas ellas han desaparecido.
RESEÑA DE LAS PRINCIPALES LIBRERÍAS
En la última parte del siglo 18, existió probablemente la primera librería de la ciudad, la cual operó en el Estanco Real, situado en la Casa Pereyra, Hidalgo y Callejón Santos Rojo. Los libros que ahí se expedían eran principalmente de carácter religioso.
En el Anuario Coahuilense, para 1886 el historiador Esteban L. Portillo hace referencia a una librería propiedad de don David Zamora, situada sobre los portales en la esquina de Ocampo. Otra que gozó de muchísima fama fue la Antigua Librería de Fornés, del culto catalán Isidro Fornés Sol, en 1914, un devastador incendio acabó con este negocio, la catástrofe se produjo en el vecino negocio de la Ferretería Sieber. Por fortuna la librería resurgió de entre las cenizas bajo la tutela del señor Rosillo y se mantuvo en operación hasta los años 40 del pasado siglo. Frente a la Plaza de Armas, por la calle de Juárez, estuvo un local de libros religiosos de un señor de apellido Brondo.
DE LAS OTRAS LIBRERÍAS
Martínez, Selecta, Zaragoza, donde trabajó Rufino Rodríguez y el profesor Gilberto Duque Medina, más adelante, en la esquina de Zaragoza y Aldama estuvo desde 1970 la magnífica y bien surtida Librería de Cristal y por la calle Aldama estuvieron la librería Ideal y la Excelsior, del profesor Ramón Garza de la Rosa.
LA MARTÍNEZ, HISTORIA Y LEGADO
La semana pasada, cuando me dirigía a abrir mi negocio, a unos pasos antes de llegar al local, escuché que desde la ventana, insistentemente, un vecino me chistaba y me hacía señas y aspavientos para demandar mi atención. Al voltear, me dijo ven, te voy a enseñar algo que te va a gustar, desvié mi marcha unos cuantos pasos y me dirigí a su casa, abrió la puerta y después de saludarlo percibí en él una euforia contagiosa.
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Visiblemente emocionado me tomó del brazo y me llevó al comedor, en la mesa, de manera ordenada estaban más de un centenar de libros antiguos, sin contener su emoción me dijo, mira lo que me acaba de llegar, de manera inmediata mis ojos se abrieron más de lo habitual y me volví a ver aquellos tesoros.
Los temas de la vasta colección son de historia, muchos de ellos de Saltillo, sus personajes, instituciones y otros tantos de Coahuila. Diría usted, ¿y eso que tiene de especial? Lo atípico de esta compilación, es ver los títulos juntos, ya que solo se pueden encontrar en una biblioteca especializada y a veces ni ahí.
Pude advertir algunos de los títulos de don Artemio de Valle Arizpe, entre ellos la primera edición de La Güera Rodríguez y primeras ediciones de don Vito Alessio Robles, como: Francisco de Urdiñola y el norte de la Nueva España (1931), Coahuila y Texas en la época colonial (1938), La primera imprenta en Coahuila (1932), Saltillo en la historia y en la leyenda (1934), Desfile sangriento (1936), Heráldica coahuilense (1943) etcétera.
Puede imaginar el carácter del coleccionista y qué fue lo que llevó a dar forma y sentido a esa compilación de libros especializados. Sin duda existió en él un interés y cariño por la historia de esta tierra. El antiguo dueño de los libros fue el suegro de mi vecino, el señor Virgilio Arnulfo Martínez Montemayor, quien por años estuvo al frente, junto con su hermano Eduardo, de la Librería Martínez.
ALGO DE ANTECEDENTES
En el año de 1900, don Arnulfo Martínez Morales abrió una miscelánea en Allende, Coahuila, en poco tiempo, por la tenacidad en el trabajo se convirtió en una de las más importantes casas comerciales de esa población. El auge del negocio de don Arnulfo terminó debido a la cruenta Revolución Mexicana, lo que había logrado en una década acabó, al grado de quedar en la ruina.
Don Arnulfo se vio obligado a dejar su natal Allende y trasladarse a la ciudad de Monterrey para conseguir un empleo para salir adelante y sostener a su familia. En un principio se desempeñó como empleado, sin perder la idea de hacerse independiente y poder realizar un añejo sueño de abrir una librería, pues le agradaba ese ramo. Tras años de duro trabajo y pequeños ahorros, logró establecer una librería en Saltillo en 1918, calle de Aldama número 44, donde después fue la casa del Dr. Honorato Galindo, en ese lugar pudo realizar el sueño que tanto anhelaba.
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Tres años más tarde, con el propósito de brindar un mejor servicio y comodidad a sus clientes, por la misma calle de Aldama se cambió al número 23 ½, donde hoy se encuentra el Pasaje Saade. La Librería Martínez permaneció de 1921 a 1938. Sus hijos Enrique, María del Carmen, Virgilio, Ofelia y Josefina Martínez Montemayor, participaron en el crecimiento del negocio. En 1938 don Arnulfo cambió la librería a un local más amplio en la calle de Zaragoza 210. En 1944 se formó una sociedad anónima, como presidente el propio señor Martínez, su hijo Enrique, quedó como gerente y a su vez Virgilio como subgerente.
Con doce años de intenso trabajo y sin escatimar recursos, los Martínez se plantearon un objetivo: Estar a la altura que demandaban los habitantes de la creciente población de Saltillo de aquel entonces. La familia adquirió y transformó el local donde estuvo Electricidad y Novedades, Zaragoza 207. El moderno edificio fue inaugurado el 23 de marzo de 1956. El corte del listón inaugural estuvo a cargo del Gobernador Román Cepeda Flores y el profesor Federico Berrueto Ramón. La fachada del amplio local lucía las enormes letras, Librería Martínez.
Varios factores provocaron la incosteabilidad y por ende el cierre de la librería, la fuerte competencia de los almacenes comerciales al ofrecer los útiles escolares como ganchos de atracción, varias escuelas y colegios compraban los libros de texto directamente a las editoriales y vale decir la verdad, la falta de lectores.
UNA DE LAS JOYAS DEL TESORO
Después de pasar un rato viendo el montón de libros, me llamó poderosamente la atención una revista, editada en octubre de 1916 en la ciudad de Nueva Orleans. Revista Panamericana, en la portada del volumen 12 número 3, se muestra la Carta Geográfica General del Estado de Coahuila, que vio la luz en 1905, realizado por órdenes de Miguel Cárdenas de los Santos, quien fue Gobernador de 1894 a 1909.
De tono propagandístico, el ejemplar en español e inglés está dedicado en gran parte al Estado de Coahuila, abundan los elogios y halagos, hasta el cansancio, del trabajo y obra del joven gobernador Gustavo Espinosa Mireles. Hay que decir que fue buen gobernador. En la revista hay fotografías de Saltillo poco conocidas por la mayoría de los saltillenses.
Quiero agradecer a mi amigo el ingeniero Andrés García Guajardo, por mostrarme los libros y proporcionar valiosa información para llevar a cabo el presente relato. La colección no pudo estar en mejores manos.
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