¿Conoces el barrio bravo del centro de Saltillo? Estas son las vecindades de la Maclovio Herrera

Coahuila
/ 2 enero 2022

Familias con más de 30 años han visto pasar alcaldías sin que sean escuchados y solo ven cómo son rehabilitados los adoquines del Centro Histórico, a un par de cuadras de ahí, pero las mejoras a su barrio no llegan...

Saltillo, Coahuila.- Pequeños portones con fachadas y faroles antiguos en la calle de Maclovio Herrera, son la puerta de vecindades con paredes que se desmoronan.

Esta forma de alojarse sobrevive en la capital de Coahuila, son parte del corazón de Saltillo. Las orquestan ruidos de niños llorando, ladridos de perros, chiflidos, frenos de bicicleta, música colombiana y humo de cigarro.

Su entrada son largos pasillos empedrados. A los costados, puertas de madera con sus ventanas a lado, las distinguen pinturas de colores vivos a su alrededor, macetas y ranas de cerámica en la entrada. Algunas cuelgan herraduras en la chapa.

Otras casas, tienen cortinas como puertas y tambos de donde beben agua y tiran tinas al escusado, bancas hechas con tablas y piedras, casas para perros y techos de lámina.

$!La delincuencia y el vandalismo dejaron a su paso huellas como grafitis, cruces que marcan la muerte y fama de ser uno de los sitios de Saltillo donde venden drogas. FOTOS: HÉCTOR GARCÍA

Son casitas de familias, adultos mayores abandonados, jóvenes sin estudio ni trabajo y guaridas de pandillas. Cerca de 30 personas forman parte de una sola vecindad, viven en comunidad hasta 10 familias que comparten baño, patios, luz, tendederos, llaves de agua y lavaderos de piedra.

Una sola cuadra de esta calle, tiene siete vecindades y algunas que otros llaman privadas, donde se construyeron tres o cuatro casas más grandes y colocaron un portón en la entrada.

Pero en las más antiguas, también viven niños de caras chorreadas y el pelo despeinado, suben las montañas de tierra, atraviesan las ruinas de adobe en bicicleta y lanzan piedras a los gatos.

En los patios se seca la ropa de varias familias, y descansan roperos antiguos que nunca se vendieron y se convirtieron en alacenas, escondites o maceteros.

Sobre las banquetas estrechas toman caguamas a media tarde los jefes de familia y en los alambres de postes eléctricos cuelgan tenis y zapatos de las agujetas.

Pese a lo colorido que se vuelven estos escenarios de comunidad, la convivencia no es la misma. “No es como hace 30 años cuando llegué con dos niñas de la mano, un lugar más o menos seguro, una comunidad solidaria”, comentó Doña Concha.

$!En las más antiguas, también viven niños de caras chorreadas y el pelo despeinado, suben las montañas de tierra, atraviesan las ruinas de adobe en bicicleta y lanzan piedras a los gatos. FOTOS: HÉCTOR GARCÍA

“Esto ya no es lo de antes, las amistades que se hacían o las fiestas en comunidad, hubo un momento en el que cada quien se metía a su casa y ya ni los niños salían”, agregó.

De las fiestas patrias o celebración de los fieles difuntos ya no hay rastro, dice la sexagenaria y culpa a la inseguridad, ni siquiera hay iluminación.

Las pilas de agua, pozos de ladrillo y los lavaderos estás resquebrajados. De los pisos se robaron las losetas y arrancaron los tubos de cobre.

Por mucho tiempo fue considerado el barrio bravo de la Zona Centro porque reinaban las pandillas, inundaban drogadictos y era escenario de riñas con fileteros, piedras y palos, asegura Susana Tovar, una de las habitantes con mayor antigüedad en la zona.

Familias con más de 30 años han visto pasar alcaldías sin que sean escuchados, dice la madre, ella y otros habitantes ven cómo son rehabilitados los adoquines del Centro Histórico, a un par de cuadras de ahí, pero las mejoras a la infraestructura nunca llegaron al barrio.

$!FOTOS: HÉCTOR GARCÍA

“Sí es un barrio conocido como peligroso pero está muy tranquilo, vive gente de toda, aquí nadie se mete con nadie, antes se respeta el lugar y turno de cada quien y se acabó, muchas son familias, son los de los que vivían antes ahí”, comentó la señora al pie de su puerta.

La delincuencia y el vandalismo dejaron a su paso huellas como grafitis, cruces que marcan la muerte y fama de ser uno de los sitios de Saltillo donde venden drogas.

Pero fueron los habitantes de mayor edad los que siempre se negaron a salir de sus tierras aunque eran casas de dos cuartos y un baño.

El cariño al barrio, la comunidad, la familia que se saludaba en esos patios y las historias que se tejían, eran parte de lo que se negaban a borrar de la memoria.

Aunque ya no lucen como antes, las vecindades y su peculiar forma de vida sobreviven en la modernidad de los condominios, privadas, departamentos y amplias casas de Saltillo.

$!FOTOS: HÉCTOR GARCÍA

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