Las remesas no bajan: cambian de ruta
Las remesas enviadas desde Estados Unidos a México están tomando rutas alternas y poco seguras, lo que representa un riesgo creciente para quienes dependen de estos recursos familiares. La falta de regulación y supervisión deja expuestos a remitentes y receptores
La realidad es más compleja que la señalada en los titulares. Las remesas no están disminuyendo: están cambiando de ruta, y lo hacen a través de mecanismos poco seguros.
En los últimos meses, una parte creciente de los envíos familiares desde Estados Unidos ya no pasa por los canales tradicionales —bancos y remesadoras— que cumplen con registrar y reportar a las autoridades cada dólar como “remesa familiar”.
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En su lugar, los envíos fluyen a través del Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI) de Banxico, dispersados por fintechs, bancos y neobancos que presumen menores costos, pero no trasladan el ahorro a los migrantes ni cumplen cabalmente con las normas de prevención de lavado de dinero y financiamiento al terrorismo.
Las remesas representan un pilar económico y social para México, aportando alrededor del 4% del PIB nacional y constituyendo el sustento directo de más de 10 millones de familias. Son recursos con un alto componente humanitario, pues cubren necesidades básicas como alimentación, medicinas y educación. Por eso, cualquier distorsión o vacío regulatorio en este flujo financiero pone en riesgo la subsistencia de millones de personas.
Que estas operaciones no se clasifiquen como remesas, sino como simples transferencias nacionales, es ilegal y puede incluso constituir delitos. Hasta un 15% del dinero queda invisibilizado en las estadísticas y fuera del radar de las autoridades, convirtiéndose en un riesgo para la estabilidad del sistema financiero mexicano.
UN AGUJERO EN EL SISTEMA
Pruebas internas han demostrado que, con solo una CLABE válida, los fondos se depositan aunque el nombre del beneficiario no coincida con el titular de la cuenta. Remesas a nombre de “Superman” o “Mickey Mouse” han pasado sin problema.
Mientras tanto, países como Guatemala o Honduras, que exigen comprobar emisor y beneficiario, registran crecimientos de doble dígito en remesas. Esto refuerza la sospecha: la caída mexicana no responde a una menor migración o a la economía, sino a una vulnerabilidad en el registro explotada por instituciones financieras reguladas.
RIESGOS QUE TRASCIENDEN FRONTERAS
Washington ya ha puesto atención. Para el Departamento del Tesoro, este boquete en el SPEI no solo afecta las estadísticas, también abre la puerta a capitales vinculados al lavado de dinero y financiamiento al terrorismo.
La vulnerabilidad del sistema SPEI es un potencial riesgo sistémico para el sistema financiero mexicano, y podría escalar a un problema legal y reputacional con consecuencias internacionales.
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EL RETO: VISIBILIZAR LO INVISIBLE
En México, bancos como BanCoppel y Azteca han advertido sobre el riesgo. Banxico y la CNBV cuentan con una regulación robusta, pero carecen de capacidad operativa para supervisar cada transacción.
Mientras tanto, las fintechs y bancos —los llamados #huachicoleros remeseros— continúan explotando esta vulnerabilidad sin cumplir con los requisitos legales.
La solución pasa por validar RFC, CURP y la titularidad de las cuentas en las transferencias SPEI, cerrando así la puerta a las remesas ilegales e invisibles.
Por ahora, el dinero de los migrantes sigue llegando. Pero lo hace bajo la sombra de un sistema que no lo contabiliza como tal, distorsionando la realidad y generando incertidumbre en millones de familias que dependen de este ingreso para sobrevivir.
CONCLUSIÓN
Las remesas no necesariamente van a la baja. Lo que ocurre es un subregistro que invisibiliza hasta uno de cada diez envíos.
Estamos frente a una falla de trazabilidad que urge atender antes de que escale a una crisis mayor y se convierta en un riesgo sistémico para el país. Si no se corrige, no solo se afecta la confianza financiera, sino también la seguridad económica y humana de millones de hogares mexicanos.