‘No había policías, éramos solo nosotros, desprotegidos’, narra sacerdote de Torreón atacado por comando armado

Coahuila
/ 7 agosto 2023

“Escuché dos disparos, después otro más, luego fueron cuarto”, expresa el padre Cristian Iván Castañeda Silva, quien resultó con una herida en su brazo al ser impactado por una bala

TORREÓN, COAHUILA. - Con el afán de ordenar su mente, los sacerdotes de la Diócesis de Torreón que fueron atacados por un convoy de criminales cuando viajaban por la autopista Querétaro-Ciudad de México, narran su experiencia a través de un comunicado emitido hoy por la jurisdicción eclesiástica.

“Escuché dos disparos, después otro más, luego fueron cuarto”, expresa el padre Cristian Iván Castañeda Silva, quien resultó con una herida en su brazo al ser impactado por una bala.

El sacerdote narra los momentos de terror que él y su compañero vivieron al ser víctimas de los criminales, y cuenta cada instante que vivió durante el atentado.

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El viaje iba bien, tranquilo, con la emoción y los sentimientos propios de las despedidas y la expectativa abierta a la nueva experiencia en la Universidad, de vez en cuando le llamaba al padre Juan que iba en el otro coche para preguntarle cómo iba y platicar un poco”, inicia su relato.

“Así continuó el viaje, hasta que llegamos a la autopista Querétaro-México, aproximadamente a las 20:30 horas en un tramo de la autopista el coche del P. Juan fue golpeado por una piedra grande que estaba en el pavimento, era tan grande que tuvo que orillarse para revisar, parecía que se había quedado atorada en el chasis, además que a unos cien metros había otros dos vehículos dañados por la misma roca. Me orillé al tiempo que pude para asistir al padre, preguntar qué había pasado y revisar con él el coche”, narra Castañeda Silva.

INICIA LA PESADILLA

“Llegué al lugar donde Padre Juan revisaba su coche, me estacioné lo más pegado al acotamiento, dejé el carro encendido con las intermitentes prendidas, bajé, caminé hacia la parte de atrás que era donde estaba el coche del padre, fue cuestión de segundos cuando un hombre salió de la maleza que estaba del otro lado del muro de contención, gritaba improperios y nos ordenaba tirarnos al suelo mientras sacaba un arma de fuego de su costado, lo vi de frente, detrás de él otro sujeto con un arma también, disparó dos veces al aire”, recuerda el padre.

“Al escuchar los tiros, mis piernas se desbloquearon, corrí como pude, sin pensar, alcancé a subir a mi vehículo, el P. Juan estaba en el suelo, ya amagado por el otro delincuente, sólo escuché otro disparo, antes de poder acelerar, el primer sujeto estaba intentando entrar a mi coche, estaba cerrado, sólo mi puerta estaba abierta, con la pistola rompió el cristal del copiloto y logré avanzar con rapidez, dos rocas grandes golpetearon mi parabrisas, las lanzaron dos delincuentes que estaban más adelante, querían detenerme a como diera lugar”, acotó.

NI UN POLICÍA

Y continúa: “No pasaron más de 2 o 3 minutos en lo que todo esto sucedió, marqué al 911 cuando aceleré, temblando, tenía vidrios incrustados en los brazos y un dolor muy fuerte en mi costado derecho, me detuve a unos metros donde estaban dos vehículos dañados, ¡necesitábamos ayuda!”, se lamenta.

El P. Juan estaba atrás, te confieso, eran tanto miedo mezclado con impotencia, no sabía qué más hacer, ni un sólo policía, ni una sola de esas patrullas blancas que se han dedicado a detener camiones o carros a exceso de velocidad, nadie, éramos sólo nosotros, desprotegidos, en una autopista muy transitada, pero al mismo tiempo tan vacía de interés, de solidaridad, de empatía”.

“Seguí hablando al 911, ¿sabes para qué sirvió?, para nada, me pedían ubicación, tramo de la carretera, les dije dónde estábamos, me pedían casi casi las coordenadas, me comunicó a no sé dónde, para nada”, dijo con impotencia.

Al tiempo, mientras estaba viendo por el retrovisor, quería ver, pero estaba tan aturdido... se acercó uno de los pasajeros de los otros dos coches, le grité: ¡es un asalto! ¡suban a sus coches! Por el retrovisor veía al P. Juan, bueno, veía su coche, el del 911 seguía preguntándome cosas que no sabía responder. El P. Juan avanzó, se puso frente a mí y me preguntó si estaba bien, dije que sí, pero todo me dolía, mi costado seguía punzando, ¡otra vez disparos! cuatro sujetos armados salieron unos 50 metros atrás para robar a las dos familias que estaban ahí”, recordó.

HERIDOS Y SIN PERTENENCIAS, PERO CON VIDA

Pudieron huir mientras continuaba con la llamada al 911: ”Tuvimos que huir, mi llamada seguía, ¡están disparando! le dije. Avanzamos en busca de ayuda para la familia, no podíamos quedarnos”.

El padre Cristian narra que finalmente supieron que había una gasolinera cerca: “¡Una gasolinera a 10 minutos! Pudimos detenernos, en mi costado había sangre, eran fragmentos de bala que habían rosado mi piel, estábamos temblando, el P. Juan ileso gracias a Dios, pero despojado de sus pertenencias, de todo”, dijo con voz de alivio.

Mientras tanto, de ayuda policiaca nada: “Nadie acudía, la llamada concluyó con un número de reporte y una promesa: enviaremos a alguien. Nadie llegó, pasó una patrulla, la guardia nacional, pensé que eran ‘los enviados’, pero no, ellos no sabían nada, NI REPORTE NI NADA, NADA... pedimos ayuda. Con qué naturalidad respondían aquellos agentes: ah sí, dijo uno, ahí están asaltando, ¿qué quieren que hagamos?, ¿en qué les ayudamos? las otras dos familias llegaron en sus coches, pálidos, desencajados, visiblemente afectados, tal vez ellos nos veían igual, al poco tiempo siguieron su camino, creo que ya sabían que no había nada más que hacer”.

Explican que la llave del coche de P. Juan posiblemente se había quedado en la escena por lo que debían volver, pero con ellos, con la “ayuda”, así fue: “Yo tenía que quedarme, mi coche no tenía cristales, y el otro estaba encendido, sin llave apagarlo no era opción. No avanzaron mucho (contó el P. Juan), la patrulla se calentó, el motor estaba fallando, no hubo llave, no llegó la ayuda, no hubo responsables, sólo preguntas absurdas, sólo sonidos en el teléfono, sólo eso, tenemos la promesa y el reporte, nada más”, apunta.

NUESTRA REALIDAD SOCIAL

En un momento, el sacerdote analizó: “Este es un escenario que es parte de nuestra realidad social, uno que nadie quiere ni espera vivir, es terrible, nuestras autoridades han pretendido cubrir a punta de abrazos lo que claramente se ha desbordado en una podredumbre que como un ácido corrosivo va consumiendo muchos de los pilares que deben sostener nuestra sociedad: La Paz y La Justicia”, concluye.

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