Encuesta | A más de un año del COVID, saltillenses no logran acostumbrarse a la nueva normalidad
¿Cómo el coronavirus cambió la vida de la ciudadanía? Después de un año, algunos no han terminado de asimilarlo
POR: Yesika Velázquez / FOTO: Francisco Muñiz
Jamás pensé vivir una película de Hollywood en carne propia, menos que se convirtiera en una película de terror, cuando está catalogada en ciencia ficción-suspenso-drama. Recuerdo haber visto por casualidad la película Contagio, del director Steven Soderberg, que se estrenó en septiembre del 2011, con las actuaciones de varios de mis actores favoritos: Matt Damon, Jude Law, Kate Winslet, entre otros. Recuerdo la trama: comienza cuando se contagia la paciente cero, al intercambiar “un apretón de manos” con un chef en Hong Kong, que preparó un cerdo que fue mordido por un murciélago infectado.
A partir de allí se desata una pandemia mundial, millones mueren, hay los que son inmunes al virus, se hace énfasis en el uso de la mascarilla, el distanciamiento social, más la carrera por la búsqueda de una vacuna que acabe con la pesadilla. Mientras la veía, sentía angustia, desesperación, impotencia y sí, quizás un poco de miedo, pero nunca, nunca, pensé que en 8 años y 6 meses más, la “ficción” se convertiría en la realidad (¿casualidad?, mi esposo siempre ha dicho, que algunas personas muy importantes en ese medio, saben mucho más de lo que pasa en las altas esferas mundiales y es por eso que se hacen las películas. Ahora le creo). No diré más de la película para los que no la han visto, sin embargo, según varios medios, de mayo a julio del año pasado, fue una de las más vistas durante el confinamiento.
En diciembre de 2019, todos celebramos el pago del aguinaldo, disfrutamos de las vacaciones decembrinas, la navidad y el año nuevo, y recuerdo haber visto por las noticias en redes sociales y la televisión el duro confinamiento que vivían en China, específicamente en Wuhan, me tocó leer la experiencia de vida de varios mexicanos en cuarentena, diciendo que esto podría esparcirse al resto del mundo, pero al parecer a nadie nos pareció que fuera suceder.
Recuerdo haber estado trabajando un suplemento sobre la Industria en Coahuila, y platicando con el equipo sobre temas de contenido y el título del suplemento, sugerí: 2020, año de desafío para la industria, por la situación entre Estados Unidos y China, impuestos, aranceles y se hablaba de una posible guerra mundial, temas de la Unión Europea y otros más de agenda nacional. Intentaba resaltar esa parte, de que se terminaba o estábamos por iniciar una década, finalmente, no fue elegible, quizá hubiera sido un vaticinio, pues aun sin saberlo, sería un año realmente “desafiante” para todos, en todo el mundo.
Llegó enero del 2020, mi esposo aún viajó a su país natal, a visitar a su familia, en el inicio de febrero pudimos ir de paseo familiar a Estados Unidos, casi a finales de ese mes alcanzamos a ir a un partido de Rayados contra el América en Monterrey en el BBVA Bancomer. Vivíamos nuestra vida de forma tan normal, sintiéndonos bendecidos por la salud, el empleo, la familia, en comparación a lo que se vivía en China. Ahora, esos son mis últimos recuerdos de nuestra vida normal que conocí hasta entonces.
El 27 de febrero del 2020, en noticia de última hora, se detecta a la primera persona contagiada de COVID-19 en la CDMX, un mexicano proveniente de Italia, al 28 de febrero se confirman dos más: un italiano residente en la CDMX y un mexicano del estado de Hidalgo que se encontraba en Sinaloa, ambos habían viajado recientemente a Italia. Un cuarto caso que nos hizo aterrizar en lo que estaba por venir en Coahuila, el 29 de febrero, una joven de Torreón que había viajado recientemente a Milán, Italia, era la primera contagiada de COVID-19 registrada en el estado.
Para inicio de marzo, se comenzó a especular de que pronto se cerraría todo, comenzaron las compras de pánico de agua y papel sanitario (aún sigo sin entender lo del papel sanitario), también yo entré en ese reflejo de realizar compras, específicamente de despensa, desinfectante, gel y cubrebocas que para ese momento ya eran escasos y los que encontrabas su precio era de 10 hasta 13 veces más de su precio original. Se adelantaron las vacaciones de semana santa para los niños, extendiéndose por todo un mes. Yo, tengo una niña que aún iba a guardería del IMSS, ella fue hasta casi finales de marzo, para ya no volver porque las cerraron hasta nuevo aviso.
Entonces, llegó el 19 de marzo, día en que el gobernador Miguel Riquelme decretaba la Declaratoria de Emergencia para el Estado: entramos oficialmente en la fase dos de la contingencia sanitaria frente al COVID-19; esto es: se suspendían temporalmente todas las actividades no esenciales, así como el cierre de bares, antros, cantinas, cabarés, centros nocturnos, o establecimiento similares como salones de fiesta, cines, teatros y gimnasios que involucren concentración, movilización de personas, así como la suspensión de todo tipo de eventos de carácter cívico, oficial, cultural, deportivo, de recreación, turístico, gastronómico y religioso. Además, se recomendaba permanecer en domicilio a las personas en general, especialmente a los grupos más vulnerables.
Lo que sucedió a partir de esa fecha fue solo el comienzo de nuestra película de terror, suspenso y drama: salir y ver las calles vacías mientras iba camino a mi trabajo. Días después comencé con trabajo en casa, como muchas otras personas. Los niños no regresan a la escuela presencial e inician con clases a distancia. Se comenzó a escuchar que la gente está perdiendo su empleo, los negocios comienzan a cerrar y en el menos peor de los casos, comienza la reducción de salarios y de turnos para hacer frente a esta pandemia que detiene todo. Se frustraron graduaciones, estudios, bodas, fiestas, vacaciones y proyectos, dicho de otra forma, socializar se volvió un peligro. Creció en la mayoría de las colonias el comercio informal, los snacks, elotes, comida preparada en las cocheras de las casas, la venta de ropa de paca, venta de garage, tiendas de abarrotes y fruterías, para intentar aliviar la crisis económica que ya hacía mella en algunos hogares.
Aprendimos a tenernos miedo, dejamos de ser afectivos y sociables, a tener temor y vergüenza de estornudar y toser. El cubrebocas se volvió parte de nuestro intento de supervivencia, la moda forzada del momento, aparecieron en diferentes colores para combinar con nuestro outfit. A duras penas medio entendimos y aun muchos siguen sin entender, lo que es el uso correcto del cubrebocas: cubrir totalmente la nariz, boca y barbilla.
Un hecho que nunca se logrará sanar en lo que va de la pandemia, es la partida de tanta gente: padres, hermanos, familiares, amigos, compañeros de trabajo, que pensamos que aún no era el tiempo que partieran de este mundo, marcando un vacío que jamás nadie llenará.
Después de más de un año de vivir esta pandemia en nuestro estado y más de un año en el mundo, brilla la esperanza de que por fin este 2021 comience a ser un poco mejor. Nueve vacunas al menos dan la esperanza de que esto pueda acabar lo más pronto posible, le preguntaron a alguien en cuál vacuna confiaba y quería que le pusieran, y esta persona contestó: “la que me pongan será la mejor porque todas son contra el COVID-19”, creo que esa buena vibra es la que deberíamos de compartir.
Quiera Dios, la vida o en lo que confíes, que después de todo lo vivido este año y lo que nos reste, en el tiempo que tarde la inmunización con las vacunas y nos llegue nuestro turno para vacunarnos, hayamos aprendido a valorar lo que tenemos; familia, amigos, salud, casa, empleo, la vida. Que no demos nada por hecho, que amemos más, abracemos más dentro de lo posible, hablemos más, disfrutemos más, nos cuidemos más, seamos respetuosos con las personas, la naturaleza y el universo. Que tengamos fe. Que construyamos en vez de destruir, que levantemos en vez de aplastar. Entonces estaremos listos para vivir la vida a plenitud que tanto añoramos, en esta nueva normalidad que nos ha tocado vivir.
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