Historia de terror de Saltillo: ser una persona con discapacidad y utilizar las banquetas

Saltillo
/ 30 octubre 2024

Sin las rampas necesarias y con el escaso respeto al peatón por los automovilistas, uno se juega la vida

Un accidente provocó que la forma en que te mueves, y por lo tanto tu vida entera, cambiara para siempre. La silla de ruedas se volvió tu cotidianidad, aunque Saltillo aún no lo entienda... o no lo quiera entender.

Hacer un sencillo trámite, como recoger la papelería que dejaste en la rectoría de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), parece un procedimiento sencillo para cualquiera. Pero para ti, que usas silla de ruedas, trasladarte por una de las vialidades más concurridas de la capital de Coahuila, como lo es Venustiano Carranza, no es tarea fácil; y ni hablar del resto de las calles.

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Si bien la banqueta frente al campus universitario es amplia, cuenta con rampas y comúnmente está desocupada, la dificultad comienza al intentar siquiera cruzar el bulevar. La infraestructura del Ateneo Fuente al Tec de Saltillo parece diseñada para apartarte. Las opciones son subir unas escaleras o una rampa pronunciada en el puente peatonal que, si bien es estético, no es accesible para ti.

En teoría, es más fácil cruzar a nivel de calle, frente al restaurante Los Cántaros. Las líneas del paso de cebra, aunque desgastadas, son visibles. Sin embargo, hay que confiar en que ningún automovilista decida pararse sobre ellas a esperar la luz verde en el cruce con la Avenida Universidad.

Y la dificultad no termina ahí. Aun cuando logras llegar a un paso de cebra sin obstáculos, te encuentras con un camellón elevado que complica la movilidad. Incluso, al llegar al camellón que separa los carriles de V. Carranza, tienes que esperar a que los vehículos que circulan de norte a sur dejen de pasar a más de 60 kilómetros por hora para cruzar la calle en una de las zonas más “accesibles”.

Pedir un semáforo exclusivamente peatonal en una zona universitaria parece impensable; la prioridad es el coche, ir rápido, acortar tiempos. No hay ni siquiera semáforos en algunas áreas. En un mundo que no contempla tu existencia —o, en el mejor de los casos, no te considera una prioridad—, eres solo una carga para muchos automovilistas.

Transitar en tu silla de ruedas por Venustiano Carranza, en otras zonas, se convierte en misión imposible. Por ejemplo, en la gasolinera de la joroba, en el cruce con el Periférico, tienes que esperar a que los conductores que entran o salen te vean y decidan detenerse para darte el paso, aunque sea tu derecho.

En farmacias, concesionarias, taquerías y restaurantes, la situación es similar: la banqueta se reduce para dar prioridad a los espacios de estacionamiento. Te ves obligado a bajar al arroyo vehicular, aunque sea peligroso, porque simplemente no importas.

La situación no mejora en las colonias, sean populares o exclusivas. En áreas como Bellavista, Zaragoza, Mirasierra o Guayulera, te encuentras con vecinos que consideran más importante estacionar su coche en la banqueta, casi pegado a la puerta de su casa, bloqueando el paso. Para ti, esa diferencia es significativa.

También están los dueños de tiendas de abarrotes que colocan refrigeradores en la banqueta, obstruyendo el paso, o los comerciantes de tacos y hotdogs que, durante el día, dejan sus carritos en la banqueta, forzándote a bajar al arroyo vehicular.

Al norte, donde hay infraestructura para ciclistas y calles limpias con semáforos en funcionamiento, las banquetas directamente no existen, como en el bulevar Luis Donaldo Colosio, Los Pastores o Eulalio Gutiérrez. Mientras haya espacio para el coche, tú debes arreglártelas como puedas.

Sobre las multas a quienes obstruyen las banquetas, mejor ni preguntar. En lo que va del año, la autoridad ha puesto solo dos sanciones por estacionarse en la banqueta, y el año pasado no impuso ninguna. Las prioridades están en otro lado.

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