Estadio Azteca más allá del futbol, un monumento que cumple 45 años

Deportes
/ 23 septiembre 2015

En casi medio siglo, este inmueble ha sido escenario deportivo, musical y hasta sitio de encuentro para la fe

CIUDAD DE MÉXICO.- En su interior, en sus estacionamientos, se han vivido abucheos monumentales, conciertos que han extasiado a millones de personas, se ha estado al borde de tragedias, se han vivido cierres de campaña presidenciales, ha habido batallas campales, se juegan arrancones, o se recuerda aún la visita de Juan Pablo II.

En agosto de 1961 la maqueta de apenas unos centímetros de altura y no más de un metro de largo no servía para dimensionar el vértigo que aún genera en la actualidad situarse dentro del Estadio Azteca.

El proyecto estaría en manos del arquitecto más afamado de la época, Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares Alcérreca, quien tenía en sus manos la construcción de dos símbolos de la Ciudad de México: el Azteca y el Museo Nacional de Antropología.

En el caso del estadio, las memorias de construcción señalan que se tuvieron que retirar 180 mil metros cúbicos de piedra volcánica del Xitle, que hiciera erupción mil 600 años antes.

La idea, reseñó Ramírez Vázquez para Excélsior en 1961, era crear un socavón de unos 20 metros de profundidad que permitiera anclar los cimientos del edificio, trabajo que fue encargado al sueco Per Anders Hedar.

Los estadios de aquella época en la ciudad (el de la Ciudad de Los Deportes y la Plaza de Toros México) habían sido edificados en terreno blando y en socavones que habían quedado de minas, por ello perforar el predio del Azteca era una tarea excepcional. Ese trabajo se concluyó en 1963 y tocó el turno de laborar a un equipo de diez arquitectos, 34 ingenieros y cerca de mil albañiles.

El Azteca era el edificio más grande de la ciudad en aquella época y se emplearon en él 100 mil toneladas de acero y concreto. La obra se financió en parte con la venta de los 856 palcos, por lo que sus dueños tienen la posibilidad de presenciar cualquier espectáculo deportivo, artístico o de cualquier otro tipo que se presente en el estadio durante 99 años.

El Azteca fue inaugurado el 29 de mayo de 1966 con un juego de futbol entre el América y el Torino de Italia. Arlindo fue el anotador del primer gol en la historia del estadio, al minuto 10.

Ese domingo a mediodía el Azteca estaba abarrotado con 120 mil personas, refieren las crónicas de El Periódico de la Vida Nacional. El coloso se encontraba fuera de la ciudad, sólo conectado al pueblo de Santa Ursula.

La calzada de Tlalpan era una carretera de doble sentido, el Periférico Sur estaba casi estrenado. No había tren ligero ni líneas de autobuses o camiones que llevaran a la gente hasta el lugar.

El Azteca se inauguró sin techo, con el aplastante sol del mediodía golpeando a los jugadores y fundiendo a los italianos, de acuerdo con las crónicas del diario de aquel día.

Tras ese juego, se construyó la estructura metálica de mil 200 toneladas del techo del estadio para dejarlo listo para los Juegos Olímpicos de México 1968. Ahí se realizó el torneo de futbol de la justa. Se le consideraba en su tiempo como el estadio más moderno del mundo, con rampas de acceso hacia los palcos y con túneles y salidas suficientes para desalojarlo en 18 minutos.

El abucheo más grande

El Azteca es el monstruo de mil cabezas mexicano. Así se demostró en 1986, en la inauguración del Campeonato Mundial de Futbol.

En septiembre de 1985 el sismo de 8.1 grados devastó partes de la Ciudad y dejó unos 10 mil muertos, Hubo peticiones de que el Mundial de suspendiera. Ya Colombia había declinado realizarlo un año antes y el torneo se asignó a México.

Tras su desempeño en la tragedia, Miguel de la Madrid, presidente de México, simplemente fue callado por cerca de 100 mil personas cuando quiso declarar inaugurado el torneo.

Así se recuerda aquel episodio en los diarios: "El público asistente al primer partido del Mundial de futbol de 1986 (.) abucheó al presidente Miguel de la Madrid, e impidió con gritos y pitidos que se escuchasen sus palabras de inauguración del acontecimiento".

Ya en ese año se demostraba que urbanísticamente el Azteca estaba en un lugar poco propicio para ser accesible.

"En medio del caos de tráfico en la autopista que conducía al estadio Azteca, los futbolistas del equipo de Bulgaria trataban de abrirse paso en el atasco cuando tan sólo faltaban dos horas para el pitazo inicial", relataron los reporteros en su crónica de la inauguración del Mundial de 1986.

Las tragedias también han rondado al Coloso: En la inauguración del Mundial Juvenil de 1983, los globos que serían soltados al cielo estallaron cuando la chispa de un castillo de fuegos artificiales los alcanzó. Varios participantes resultaron con quemaduras.

Más que futbol

El Azteca también tiene momentos que nada tienen que ver con el futbol. Entre 1969 y 1987, miles de jóvenes llenaban la zona general para contestar los exámenes de admisión a la UNAM.

El clásico del futbol americano estudiantil entre la UNAM y el Politécnico se realizó en el Coloso de Santa Ursula debido a la escasa seguridad con que contaban esas dos instituciones en sus estadios.

La Liga Nacional de Futbol (NFL) eligió al Azteca para realizar los primeros juegos de exhibición fuera de los Estados Unidos, así como el primer partido de calendario regular entre los Cardenales de Arizona y los 49ers de San Francisco, en 2005.

En su cancha se han realizado conciertos como el de Menudo, Elton John, Michael Jackson, Gloria Estefan, Juan Gabriel, Maná, Jaguares, NSYNC, Luis Miguel, Lenny Kravitz, Black Eyed Peas y U2. Además en el estacionamiento se desarrollaba el Corona Fest.

Julio César Chávez logró congregar a 132 mil espectadores que vieron su victoria frente a Greg Haugen con un recto al estómago.

El Estadio Azteca cumple hoy 45 años en pleno proceso de renovación de su cancha, que estuvo dos semanas cubierta para permitir tres conciertos de los irlandeses de U2.

La del Azteca es, de acuerdo con Raúl Barrios Neri, gerente de operaciones del inmueble, "la más grande historia que pueda contar un estadio en el mundo".

Confesiones de un aficionado del Azteca

La primera vez que pisé el Azteca fue en 1999. Habíamos llegado al DF hacía un par de días y conocer el estadio donde nos consagramos campeones del mundo trece años antes era un punto obligado. El mismo estadio en el que Diego Maradona dejó de ser un mortal para el imaginario argentino.

El viaje lo hicimos en el tren ligero. Bajamos y ahí estaba la mole de cemento. Las visitas guiadas no existían, por lo tanto las chances de ingresar se reducían a cero.

Nos acercamos a uno de los portones. Había un reducido grupo de personas apostadas en la puerta. Estaban remodelando el Estadio debido a la pronta visita de Juan Pablo II ese mismo mes.

Pero el guardia no escapaba a los vicios latinos. Hicimos una "vaquita" con todos los presentes y entramos.

La visita se redujo a detenernos en una de las plateas, al costado del campo de juego. Quedé absorto de la inmensidad. Lo primero que recuerdo buscar fue el bloque de parlantes ubicados circularmente sobre el centro del Estadio, ese que hacía una sombra con forma de estrella en los partidos del Mundial del 86, tan presente en nuestras retinas.

El fanatismo futbolístico que poseemos nos llevó a fotografiar los arcos, vacíos y sin red, y ponernos a discutir en cuál de los dos arcos fueron los dos goles a los ingleses (en la Semifinal de la Copa del Mundo de 1986) y el de Burruchaga que definió el Campeonato. ¡Salimos felices!

 La segunda visita fue nueve años después, con mi mujer. Le expliqué toda mi fascinación, que tenía que conocerlo ella, que había que ir como fuera. De hecho, se fue sin conocer el Museo de Antropología, pero sí el Azteca.

Pero esa vez fue distinto. Como en los grandes estadios del mundo, el Azteca tenía un museo y visitas guiadas. Lo encontré transformado, moderno. No perdía su grandeza. Conocí rincones que estaban negados y entramos al campo. Ahí me di cuenta que me faltaba verlo con gente y fue en un juego de las Aguilas contra Puebla. El amargo cero a cero no opacó la felicidad que tenía de cerrar mi círculo personal con el Azteca.

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