Opinión: Naomi Osaka y el poder del ‘no’
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El balance de poder ha cambiado entre las figuras públicas, los periodistas y las publicaciones que las cubren y las empresas con las que tienen acuerdos
Por Alan Blinder
Cuando Naomi Osaka abandonó el Abierto de Francia el lunes 31 de mayo, tras negarse a asistir a las entrevistas con los medios que, según dijo, podrían detonarle episodios de ansiedad, no solo estaba protegiendo su salud mental. Osaka estaba enviándole un mensaje a la clase dirigente de uno de los deportes más elitistas del mundo: no me van a controlar.
Esta fue una jugada de poder y tuvo más fuerza viniendo de una mujer joven de color. Cuando históricamente el sistema nunca te ha protegido, ¿por qué habrías de sacrificarte para mantenerlo? Es una pregunta importante, sobre todo cuando tienes el poder de cambiarlo.
Durante mucho tiempo, las mujeres han fungido como actrices de reparto en una industria deportiva diseñada por y para hombres. Pero en la actualidad, Osaka, quien a los 23 años es la atleta femenil mejor pagada de la historia, es parte de un grupo cada vez más grande de atletas femeniles que está apostando a que serán más felices —y quizás también tengan mejor rendimiento— al establecer sus propios términos. Y cada vez más, están teniendo la talla y la influencia para lograrlo.
En 2019, la corredora Mary Cain, quien en la actualidad tiene 25 años, explicó cómo en lugar de seguir dañando su salud mental al competir bajo la tutela del famoso entrenador de atletismo de Nike Alberto Salazar decidió abandonar el deporte en 2017 por algunos años y terminó cambiándolo. Cain está iniciando un nuevo tipo de equipo de atletismo femenil, en el que las atletas son empleadas de una organización sin fines de lucro en lugar de trabajar para una corporación.
“Tiene sentido que las atletas más jóvenes estén comenzando a defender sus intereses”, me dijo Cain tras el retiro de Osaka. “Nuestras expectativas han cambiado”.
“Cuando las atletas no están protegidas, deberían poder tomar decisiones que las protejan. Es igual a decir que no quieres estar en una empresa que no te trata bien”, afirmó Cain.
Otras atletas de renombre también están diciendo que no. En abril, Simone Biles, de 24 años, dejó a la todopoderosa Nike por un patrocinador, Athleta, que según Biles “me apoyará no solo como atleta sino como persona”. Su decisión se produjo después de que Allyson Felix, una condecorada atleta de pruebas de velocidad, desafiara a Nike en 2019 por penalizar a las atletas embarazadas y se uniera a Athleta. (Nike ha cambiado su política desde entonces).
Estas mujeres al mismo tiempo están estimulando y siendo el reflejo de una generación que se da cuenta de que incluso si tenemos la suerte de realizar un trabajo que amamos, decir que no puede ser mejor que conformarse. Lo hemos visto con otras celebridades jóvenes, como la actriz, escritora y directora británica Michaela Coel, quien le dijo a Vulture que había rechazado un acuerdo de Netflix de 1 millón de dólares cuando la compañía de emisión en continuo no quiso permitirle retener un porcentaje de los derechos de su serie “I May Destroy You”. Coel despidió a sus representantes en Estados Unidos por alentar el acuerdo, y decidió seguir el osado camino de no tener representantes en Hollywood.
El equilibrio de poder ha cambiado: está redistribuyendo la influencia entre las figuras públicas, los periodistas y las publicaciones que las cubren y las compañías con las que tienen acuerdos. Las redes sociales les han proporcionado a los atletas y otras celebridades una línea directa con su público, con lo que eliminaron a los intermediarios. Cuando Osaka publicó un comunicado para explicar su decisión y los pasos que la llevaron a eso, lo hizo en sus propias plataformas.
La leyenda del tenis Billie Jean King lo explicó en Twitter al escribir: “En nuestros días, sin la prensa nadie hubiera sabido quiénes éramos o qué pensábamos”. Pero para una jugadora joven como Osaka, los medios tradicionales ya no son necesarios para que el mundo sepa quién es ella y qué piensa.
En efecto, el comunicado de Osaka, que pareció haber sido escrito en la aplicación de notas de su teléfono, fue posiblemente uno de los usos más influyentes de un medio de comunicación en su carrera.
En su publicación, Osaka habló de su introversión y malestar al hablar en público. “No soy una oradora pública innata y siento grandes descargas de ansiedad antes de hablar con los medios de comunicación del mundo”, escribió. “Me pongo muy nerviosa y me resulta estresante intentar siempre participar”.
Osaka señaló al Abierto de Estados Unidos de 2018 como el comienzo de su depresión y cualquier persona que la haya visto en esa ceremonia de entrega de trofeos no dudaría de lo estresante que fue para Osaka, quien tenía 20 años en ese momento. Allí, luego de haber derrotado a Serena Williams en una final polémica, tuvo que aguantar los abucheos de todo el estadio. Osaka se tapó la cara con la visera mientras lloraba y Williams la consoló rodeándola con su brazo.
No debería sorprender que las atletas jóvenes estén exasperadas por lo que se encuentran cuando se vuelve profesionales. Se desarrollaron en un sistema deportivo estadounidense que está legalmente obligado a tratar a niños y niñas como iguales, solo para encontrarse con un mundo de deportes profesionales que todavía les da prioridad a los hombres. (Sí, Osaka es la atleta femenina mejor pagada del mundo, pero está detrás de 14 hombres en esa lista).
“Es como si hubiera una lupa sobre la diferencia en la forma en que nos tratan en base a nuestro género y creo que, debido a eso, las atletas están mirando a su alrededor y pensando: ‘¿Por qué debería recibir un peor trato?’ ¿Por qué debería ser tratada de manera diferente?’”, afirmó Cain. “Nos hace querer hablar mucho más al respecto porque no es algo sutil. No es como si estuviéramos en diferentes posiciones o algo por el estilo que pudiera explicar la disparidad. Te das cuenta, ‘OK, esto es algo explícito’”.
Y es indignante. Osaka, Biles, Cain y otras son aplaudidas en las redes sociales, en especial por otras mujeres inspiradas por su voluntad de poner su propio bienestar y salud mental en primer lugar, pero también enfrentan reacciones adversas y escepticismo, además de correr el riesgo significativo de perder ingresos.
Como muchos atletas exitosos, Osaka obtiene la mayoría de sus ganancias de patrocinios, no de premios ni salarios. Su alto perfil comenzó con sus logros en la cancha de tenis y su talento sostiene ese perfil, pero ella misma ha logrado convertirse en una marca respetada e influyente. A menudo ha tomado riesgos con esa influencia, ya sea al utilizar cubrebocas en apoyo al movimiento Black Lives Matter en el Abierto de Estados Unidos del año pasado o al defenderse de los críticos en las redes sociales que la criticaron por haber arruinado su imagen “inocente” al publicar fotografías en traje de baño.
En esta oportunidad, Osaka estuvo dispuesta a pagar por su decisión de no cumplir con las entrevistas con los medios y aceptar las multas impuestas por las autoridades del Abierto de Francia. Simplemente, no quería hablar de nada que la distrajera de la competición.
Cualquier persona que sienta algo de cinismo sobre la preocupación de Osaka por los medios de comunicación solo necesita ver una pregunta que se le realizó a la sensación del tenis de 17 años Coco Gauff en una conferencia de prensa reciente en el Abierto de Francia: “A menudo te comparan con las hermanas Williams. Quizás sea porque eres negra. Pero supongo que es porque eres talentosa y quizás también estadounidense”, supuestamente declaró un periodista, un comentario un tanto extraño, antes de preguntar: “Podrías llegar a enfrentarte en la final contra Serena. ¿Es algo que te ilusiona? Es decir, hay 22 años de diferencia entre ustedes dos chicas”.
Este episodio reciente es evidencia de que cuando a atletas como Osaka y LeBron James se les dice que se abstengan de hacer comentarios sobre el racismo o temas políticos y se limiten a callarse y jugar, siempre ha habido una salvedad implícita: “A menos de que podamos lucrarnos con tu voz”.
Hay formas de mejorar. A medida que los atletas de alto rendimiento se diversifiquen en términos de género y origen étnico, los periodistas deportivos podrían hacer lo mismo. Y en cualquier caso, ambas partes deberían tratar las ocasiones en las que se reúnan para promover su deporte como una oportunidad y no como un derecho, y aprovecharla al máximo.
Sin embargo, lo más importante es que los agentes tradicionales del poder —ya sea en los torneos, las marcas o los medios de comunicación— deben darse cuenta de que cuidar de sí mismos ahora implica también velar por los intereses de los atletas y escuchar lo que quieren lograr. Porque cada vez más, los atletas son los que están teniendo el control.
Al final, el retiro de Osaka ha demostrado la magnitud de su influencia. Si los organizadores del Abierto de Francia querían atención de la prensa, la consiguieron.
Este artículo apareció originalmente en The New York Times.
c.2021 The New York Times Company