Adrián Rodríguez, el loco genial que trastocó Saltillo y pagó el precio

Historias de Saltillo
/ 2 enero 2025
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El autonombrado Presidente de México fue un indignado con buenas intenciones e ideas disparatadas algunas y otras de avanzada, que aún recordamos

En nuestro Saltillo son las 20:47 horas, es sábado, es 28 de diciembre y no hay mucha luz en el cruce de Presidente Cárdenas y Allende.

Alrededor de seis personas esperamos el transporte y lo que me pasa por la mente seguro lo piensan todos, a esta altura de la semana y a estas horas no va a ser fácil tomar un camión; porque pasan pocos, porque pasan rápido y porque entre tanta oscuridad uno identifica la ruta cuando casi la tiene enfrente y a veces no se detiene.

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$!Adrián Rodríguez, por lo que proponía, tenía un conocimiento poco realista en temas económicos.

Como cada quien está en sus asuntos todo es silencio, hasta que se escucha una voz que no se corresponde con el frágil cuerpo del que la emite.

“Seguro saben que no va a pasar ningún camión”, le dice un hombre delgadísimo y de mediana estatura a una joven que lo ignora. “Ni esperen que pase”, insiste de pie en medio de la banqueta y los que lo rodean ni se inmutan. Luego me voltea a ver y me pregunta qué ruta espero, le respondo y me dice que esa ya no pasa.

“Lo que deben hacer es protestar, alcen la voz, exijan un buen servicio. Que lo que los políticos ofrecen en campaña lo cumplan”, dice y luego comenta que pasó 72 horas preso por no quedarse callado.

“Salí del arresto y me fui directo a buscar al Gobernador y los policías no me dejaron pasar. ‘Que la bajara a la voz’ me dijeron, ‘si yo así hablo’ les dije, pero me volvieron a amenazar con detenerme y mejor me fui”.

Como soy el único que lo escucha me pide que no seamos dejados y cuando le pregunto su nombre ahora el que me ignora es él. Corta la conversación con un: “Bueno, ahí se quedan” y se va caminando sin voltear, con su fuerte olor a alcohol y nicotina.

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Lo estridente y lo borracho no le quita la razón, pienso y seguro los demás lo hacen conmigo, porque todos hemos padecido los desdenes del transporte.

$!Para el economista non, acabar con la pobreza requiere del apoyo de todos.

LA NUEVA ENCARNACIÓN DEL ENFADO SOCIAL

Como el amigo borracho del pasado Día de los Inocentes, hace unos 70 años caminó por Saltillo una especie de Diógenes moderno, azuzando a los políticos y tratando de crear conciencia social.

De este activista sí sabemos el nombre: Adrián Rodríguez García y conocemos sus propuestas, que repetía en la calle a viva voz y repartía en manifiestos enrollados que imprimía como podía.

De joven usó smoking, sombrero de copa y bastón, y de viejo, hundido en la genial locura que lo convirtió en un personaje singular, se vestía con sacos raídos y sombreros manchados.

Para quienes lo conocieron fue una figura difícil de olvidar, así lo apreciaran, que eran pocos; o lo evitaran y temieran, que eran los más.

Tuvo una vida normal, todo lo normal que puede tenerla un huérfano de padre pero con una madre amorosa, que se torció por la violenta guerra civil que sacudió a México, por la muerte de su amor de juventud y por las desventuras económicas derivadas de la Gran Depresión.

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Por ese declive la cordura de Adrián se fue desdibujando, hasta convertirse en un “visionario con mente nublada”, que indignado por las desigualdades que veía, proponía soluciones de buena fue y poca practicidad.

Para el economista non, como se autonombraba, Saltillo fue la “Ciudad Lux y sede de la paz”, y mucho antes de que a Andrés Manuel López Obrador se le ocurriera llamarse “Presidente Legítimo”, ya nuestro personaje había pisado esos terrenos, aunque con mejores argumentos.

Como lo decía el mismo Adrián, “estoy loco, pero no pendejo”, así que se le ocurrió fundar y dirigir el Partido Adrianista de no Votantes y como el abstencionismo es el grupo más numeroso, en consecuencia Adrián Rodríguez siempre ganaba.

DE LAS LOCURAS HECHAS CON BUENAS INTENCIONES

Adrián era visto como un loco porque no tenía dudas, porque no admitía réplicas y porque trataba de vivir lo más acorde con lo que pensaba, lo que en buena medida hacen muchos, salvo la última parte. Aunque quizá el mayor activo en contra fue su imprudencia y que cada vez más se fue despegando de la realidad y del cuidado personal.

$!Adrián Rodríguez tuvo entre sus admiradores, a personajes famosos.

Conforme más avanzaba en edad, peor fue su arreglo con la realidad. Comía muy mal, bebía y fumaba, dormía donde podía, como un indigente más y llegó a pisar la cárcel en más de una ocasión por sus rebeldías

No obstante esto, fue el más insigne habitante de lo que para muchos fue en su tiempo la casa de los locos, que a manera de homenaje intentamos recordar aquí:

Esta es la casa de los locos.

Este es el hombre que habita la casa de los locos.

Estos son los años en los que el hombre de saco raído y sombrero manchado, caminaba por la casa de los locos.

Estos son los panfletos y claveles blancos que el hombre infortunado repartía en la casa de los locos.

Estas son las arengas con las que el hombre chiflado llamaba a los “niños luz” a marcar con sus ideas de igualdad la casa de los locos.

Estos son los gises y brochas que legiones de niños usaban para pintar las siglas de la Universidad Universo en la casa de los locos.

Estos son los puñados de monedas que el maníaco lanzaba al suelo, para que quien las necesitara solo se agachara a recogerlas en la casa de los locos.

Estas son las libretas y estas las plumas de los jóvenes periodistas que embelesados seguían al genial perturbado que creaba una revolución en la casa de los locos.

Esta es la Universidad Universo, que “no tiene sede, que nos rodea, que existe a tu alrededor y que está en todas partes” en esta que es la casa de los locos.

$!Las famosas siglas UU, de la Universidad Universo, que Adrián mandaba pintar.

Esta es la solución a la crisis del país: que se le paguen 40 pesos diarios al que trabaje y 20 pesos diarios al que no trabaje en esta que es la casa de los locos.

Este es el hogar derruido de la madre muerta, en donde el hombre perturbado sobrevivía a su penurias en esta que es la casa de los locos.

Esta es la calle que da a la plaza tantas veces caminada por el perturbado hombre que acabó sus días con los brazos en cruz, como queriendo abarcar la total amplitud de esta que fue la casa de los locos.

A MANERA DE DESPEDIDA

Adrián fue para Ángel Sánchez, su biógrafo: “El hombre más libre que he conocido”; para Jaime Martínez Veloz, “un moderno Quijote”; para muchos políticos, un dolor de cabeza; para otros tantos un ser disparatado con el que no se podía hablar y para muchos más un maestro.

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Al final, la imagen que deja es la de un hombre dinámico y contradictorio, que no dejaba a nadie indiferente, ni siquiera a los políticos que tanto criticó y que por cómo lo trataron nos recuerdan lo que algunas vez comentó Octavio Paz, “los príncipes oyen a los intelectuales; después, los mandan al manicomio”.

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