Coahuila y las adicciones: De ser un ‘tazo dorado’, a la irresponsabilidad de la rehabilitación forzada
Se está volviendo lugar común en las reuniones de Saltillo, jugar con la broma de que si cuando caminas por la calle escuchas “hermosura”, “corazón”, “¿cómo estás, coqueto?” o “¿nunca te han dicho que eres un tazo dorado?”; corras sin voltear atrás.
La explicación está en TikTok, en los cientos de videos publicados en la cuenta patrullaespiritual.ofi (Patrulla Espiritual Oficial), muchos de los cuales superan el millón de reacciones.
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En ellos se ve a un grupo de hombres liderados por Jesús Ignacio Osuna Torres, “El Chiquilín”, acercarse a adictos o gente en situación de calle allá en Tijuana, platicar con ellos, usar los calificativos que se mencionan en el primer párrafo de esta nota y luego levantar en andas al interpelado para subirlo a una camioneta y llevarlo a la Clínica de Rehabilitación Cristiana Jireh.
RESPETA PERO NO DEL TODO
A propósito del tema, el pastor Antonio Moreno, colaborador de la asociación Cristo Vive en Saltillo, expresó sus dudas.
Dijo que si bien comparte las buenas intenciones y valora el hecho de voltear a ver a quienes la mayoría evita, usar la violencia para sacar a alguien del pozo de la adicción es inútil
Recordó que hace 18 años, cuando en la central de autobuses de Saltillo deambulaba intoxicado, miembros de Cristo Vive se le acercaron para ofrecerle ayuda, pero que al final fue él quien decidió dejar las drogas que consumió por años.
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En su caso el círculo que abre una mano tendida, sí se cerró al aceptarla.
Ya del otro lado y con la experiencia que tiene, a Moreno Padilla le quedan claras sus limitaciones. “Lo que yo puedo hacer por un adicto es acercarme, compartirle que hay una mejor vida para él e invitarlo a la asociación, pero si se niega, a lo mucho le compro un refresco, un pan y le dejo un folleto, y así la puerta se queda abierta”, señaló.
Cuando le comento que el líder de Patrulla Espiritual asegura que un adicto no tiene voluntad y que por eso lo lleva a la fuerza, el pastor recuerda por experiencia propia que la conciencia no se pierde del todo, que siempre queda un espacio de lucidez que le permite al adicto decir no.
Y para cerrar pone el énfasis en que internar a alguien por la fuerza, lo que genera es rencor del adicto hacia quien lo violenta.
A LO QUENTIN TARANTINO
Volviendo a Tijuana, Jesús Ignacio Osuna explica en las múltiples entrevistas que ha dado, que en el año y ocho meses que tiene en la ciudad fronteriza, el ministerio al que pertenece ha ido creciendo de manera sostenida; y de esto dan cuenta sus más de tres millones de seguidores, y cómo se replican en miles de memes los “bienintencionados” internamientos.
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Dice “El Chiquilín” que con el grupo que lo acompaña tiene bien alineada su estrategia.
Primero, al detectar en la calle a un adicto, se acerca y mientras él, con su particular discurso lo envuelve, los demás lo rodean.
Como la mayoría no tiene entre sus planes desintoxicarse, cuando se dan cuenta de las intenciones de la Patrulla Espiritual tratan de irse y es cuando entra la tercera fase de la reclusión forzada.
Para echarla a andar, “El Chiquilín”, como Samuel L. Jackson en “Pulp Fiction”, empieza a recitar un pasaje de la Biblia y conforme avanza en la letanía, sus ayudantes se van preparando para sujetar al adicto.
Okey coqueto, dice “El Chiquilín”: “por eso hay un hermoso versículo el cual es el de Lucas 14:23 y ese versículo es tan hermoso que vas a empezar a flotar (...) y el versículo dice: ‘Y dijo el señor al siervo, ve por los caminos y por los vallados y oblígalos a entrar para que se llene mi casa’”.
La mitad del pasaje bíblico el adicto la escucha pataleando, y sometido por las cuatro o cinco personas que lo meten en la camioneta blanca, mientras le insisten en que todo es por su bien.
‘SON GENTE QUE NADIE QUIERE VER’
“En los comentarios siempre hay ese estigma de ‘¿Por qué te los llevas en contra de su voluntad?’ Pero yo les pregunto, ¿qué voluntad puede tener una persona que vive para consumir, que consume para vivir?”, responde Jesús Ignacio Osuna a sus críticos.
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Luego dice que le genera una fuerte emoción salir a la calle y hacer estos internamientos forzados, porque es gente que lo necesita, es gente a la que nadie quiere ni ver y por eso le llama la atención que mientras están abandonados no hay quien se interese por ellos, y solo cuando él los hace visibles reclaman.
Dice que como Jireh significa “El Señor Proveerá”, a cada uno de los que levanta les da a conocer que ya están becados para su proceso de rehabilitación en la clínica cristiana.
Este proceso, que dura seis meses, incluye alojamiento, comida y un enfoque de predicación cristiana sin costo. Su objetivo es ofrecer a estas personas una oportunidad de desintoxicarse y comenzar un nuevo camino.
DE LA AGRAVIANTE REALIDAD
Las adicciones son un tema apremiante en el estado y las soluciones que se han buscado no son siempre las más acertadas, ya que proliferan anexos que no son regulados y en donde el maltrato físico y psicológico es común.
Una cifra reveladora es que en Coahuila existen alrededor de 200 centros de rehabilitación y 120 operan en la clandestinidad.
Otra más triste es que en los primeros tres meses de este 2024, se registraron 125 nuevos ingresos para rehabilitación al Centro de Integración Juvenil del Sureste de Coahuila. De estos casos, 37 son niños y preadolescentes.
¿VIOLA ESTO LA LEY?
Hay quienes se defienden del levantamiento forzado diciendo que la decisión de internarse debe ser voluntaria, otros incluso citan a la Constitución Política, y su derecho a no ser molestados, y si bien existe la facultad de detener a algún adicto, cuando representa algún peligro para él o para terceros, esto lo debe realizar la autoridad.
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Dejando a un lado la legalidad o no del internamiento forzado, expertos en adicciones dan cuenta de que el éxito en la desintoxicación de un adicto está ligada directamente con su deseo de rehabilitarse.
Erick Puente, de Cristo Vive, lo deja en claro. Me cuenta que lleva nueve años limpio de drogas, que es de Monterrey y creció en un matrimonio donde sus padres eran muy jovencitos y que por la mala crianza que le dieron “creció odiándolos”.
Me dice que buscó en una carrera universitaria, -es abogado-, y en el deporte, -perteneció a equipos de la universidad-, una buena vida y no la encontró; que eso lo llevó a las drogas y que por un tío adicto rehabilitado llegó al grupo y que el vacío que intenta todo adicto llenar con drogas, desapareció.
“Me cuentan que está investigando sobre los de Tijuana y de que si sirve lo que hacen, yo le digo que no, uno tiene que querer cambiar o no pasa nada. Yo pasé de una mala vida y de burlarme de mi tío, a entrar al grupo y dejar las drogas porque quise intentarlo”, comenta.
Y cuando lo escucho recuerdo lo que el pastor Antonio Moreno me dijo unos minutos antes, que caer en una adicción es siempre consecuencia de una familia disfuncional. Los abusos de los padres, o el desdén o la violencia, generan rencor y traumas y dejan sin herramientas con qué enfrentarlos, y entonces se busca la evasión como respuesta.
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Y luego recuerdo otra voz:
“Familias,
Criaderos de alacranes:
Como a los perros dan con la pitanza
Vidrio molido, nos alimentan con sus odios
Y la ambición dudosa de ser alguien”.
¡Cuánta razón tenía Octavio Paz!
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