‘Si me matan o me muero de algo dejaré una carta dirigida a ti’, o el viaje a la mente de un compositor saltillense
El de 1899 fue un año de particularidades, ya que vio impresa por primera vez en una editorial del New York Times la palabra “automóvil”; vivió fenómenos naturales inéditos como el terremoto de 8.4 grados entre Oaxaca y Guerrero; notables avances médicos, como la patente de la aspirina que logró la farmacéutica Bayer y masacres terribles, como la sublevación yaqui contra el gobierno de Porfirio Díaz, una de las guerras más crueles y largas en la historia de México.
Fue también el año que vio nacer a personajes que cambiarían la historia del cine, como Humphrey Bogart y Alfred Hitchcock; y la literatura, como Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway y Vladimir Nabokov.
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Aquel año con el que se cerraría el siglo XIX y sería el preludio del inicio del siglo XX, también vio nacer en Saltillo a uno de los más talentosos compositores que ha dado México, Felipe Valdés Leal.
Si bien no es que sea un desconocido, Felipe Valdés merece mayor reconocimiento, porque lo que aportó a la cultura y al arte no desmerece con lo enumerado en los párrafos anteriores.
SE SUMÓ EL TALENTO Y EL TRABAJO DURO
La historia de la música mexicana no se contaría de la misma manera si Felipe Valdés Leal no hubiera existido. Nacido en Saltillo, Coahuila, el 6 de agosto de 1899, el día que la ciudad celebra a su santo patrono, el Santo Cristo; su legado abarca desde la composición de inolvidables rancheras, hasta la proyección de talentos que definieron el sonido del México rural y nostálgico.
Felipe mostró particular gusto por la música que escuchaba cantar y silbar a los trabajadores del campo donde pasaba el tiempo, además de un talento precoz, porque con apenas siete años empezó a escribir versos,
Aquí en Saltillo hizo sus estudios básicos, hasta secundaria y recibió de su padre los únicos conocimientos musicales que tuvo, como el tocar la armónica. Trabajó unos años como burócrata en el Palacio de Gobierno, y alrededor de los 23 años se fue a Los Ángeles, California, a trabajar en una tienda de discos.
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Su gran oído y facilidad para hilar palabras y formas imágenes poderosas, sumado a lo aprendido con la armónica, lo ayudaron a darle forma a las melodías que se le venían a la cabeza, que luego ajustaba con sus versos
Fue así que compuso su primera canción, “Échale un Quinto al Piano”, un éxito internacional que rompió récords de ventas y lo catapultó como compositor. Su pluma dio vida a clásicos como “El Ausente”, interpretado por Lorenzo de Monteclaro, “Mi Ranchito”, “Entre Copa y Copa”, “Mis Ojos Me Denuncian” y “Mi Destino Fue Quererte”, entre cientos más.

En 1925, Valdés Leal se convirtió en director artístico de la disquera Brunswick Record Corp., en Los Ángeles, California y su ojo clínico para detectar talento fue crucial para la difusión de la música ranchera.
Apoyó a figuras como Javier Solís, Irma Serrano, Los Panchos, Las Hermanas Huerta, Los Alegres de Terán y Las Hermanas Padilla. Gracias a su impulso, estas voces alcanzaron renombre internacional, consolidando el género ranchero en la industria musical.
EL ESTRATEGA DETRÁS DEL ÉXITO
En 1947 regresó a su país, luego de que CBS México lo convocó para dirigir su elenco artístico, y ahí permaneció 25 años. Su gestión no solo consolidó el prestigio de la compañía, sino que contribuyó a la proyección masiva de la música mexicana.
Tras su retiro en 1974 se estableció en Cuernavaca, Morelos, donde vivió hasta su muerte, el 17 de agosto de 1988. Su música, sin embargo, sigue viva en las voces de intérpretes de varias generaciones, quienes continúan dando vida a las composiciones del maestro saltillense.
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Sí usted tiene tiempo y ganas de caminar, puede recorrer la plaza que está justo detrás del campo Juan Lobato del Ateneo Fuente, entre las calles Hidalgo, Querétaro, Nava y José Cárdenas, y mientras escucha algo del catálogo de este compositor, verá que se tiene bien merecido que ese espacio público, modesto pero bien cuidado, lleve su nombre.
Y PARA MUESTRA UN BOTÓN
Felipe Valdés Leal compuso más de 300 canciones, solo o en colaboración, ya que una de sus mayores virtudes, además de su visión para detectar talento y su interés en promoverlo, fue su generosidad para trabajar en colaboración y así lo hizo con casi dos decenas de compositores en distintos géneros.

ENTRE COPA Y COPA
Es un lamento sobre el dolor de una traición amorosa, donde el protagonista ahoga su pena en alcohol, pero ni la embriaguez alivia su sufrimiento. Es una imagen muy repetida a lo largo de los años en diversos compositores, la de que el alcohol refuerza el recuerdo.
“Traigo penas en el alma
Que no las mata el licor
En cambio ellas sí me matan
entre más borracho estoy”
MI RANCHITO
Es una canción ranchera nostálgica que expresa el dolor del desamor y la añoranza por un pasado perdido. La canción destaca por su lenguaje sencillo pero emotivo. Lo de los “ojos negros” como causantes de su tormento añade un toque de fatalismo romántico, muy característico del género ranchero.
“Allí me pasé los años,
allí encontré mi primer amor
Y fueron los desengaños
los que mataron a mi ilusión”
ÉCHALE UN QUINTO AL PIANO
Canción festiva y alegre, de ritmo contagioso, que fusiona polca, rumba y danzón, fue la primera compuesta por Felipe Valdés. El estribillo pegajoso y repetitivo, junto con la expresión coloquial, en referencia a poner otra moneda para que la música continúe, la convirtió en un éxito.
“Ay, mamá, qué repegada estoy
Siento ya morirme de emoción
Échale cinco al piano y que siga el vacilón”

MADRECITA QUERIDA
Expresa un profundo arrepentimiento del narrador hacia su madre, a quien ha descuidado por culpa de la mujer que lo traicionó. Habla del amor maternal como incondicional, puro y eterno; en contra del amor pasional, que es intenso pero destructivo, marcado por la traición y el dolor. Y remata con lo paradójico de que a pesar del daño recibido, el narrador sigue amando a la mujer, acentuando lo irracional del amor romántico.
“Junto a ti todo tengo
Amor puro y sincero
Y no obstante mamita
Ella es falsa y la quiero”
CORRIDO DE LUCIO VÁZQUEZ
Narra la trágica historia de un hombre que es asesinado por amor. A pesar de las advertencias de su madre y padre, Lucio asiste a un baile donde su rival lo espera. Tras un altercado, es apuñalado a traición. Después de su asesinato, le echan tierra en la boca, gesto simbólico que subraya la brutalidad del crimen. La imagen final de los pavorreales volando rumbo a la Sierra Mojada refuerza la atmósfera melancólica del desenlace.
“Volaron los pavorreales
rumbo a la Sierra Mojada
Mataron a Lucio Vázquez
Por una joven que amaba”

PRISIONERO DE TUS BRAZOS
Es el depurado retrato de un amor apasionado, incondicional y obsesivo. Con un lenguaje dramático e imágenes intensas, como la de escribir el nombre de su amada en las paredes de una celda con la sangre de su corazón; refuerza el carácter trágico y apasionado de la relación.
“Si la muerte me la dieras tú
Con desprecios de tu corazón
Si la cárcel me la dan tus brazos
No habrá prisionero más feliz que yo”.
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