Siria: ¿Quién pelea contra quién?

Internacional
/ 19 noviembre 2015

Lo que comenzó siendo un levantamiento entusiasta, limpio, sin violencia, de ciudadanos cansados contra el régimen de El Asad en el contexto de las primaveras árabes, se trocó en una guerra abierta en marzo de 2010...

El conflicto de Siria, viejo de cinco años ya, ha entrado en una nueva fase con la intensificación de los ataques de Francia, Estados Unidos y Rusia contra el autodenominado Estado Islámico. Por más que Moscú lleve desde el principio arropando al dictador Bachar el Asad, por más que los aliados comenzasen sus ataques hace un año, el escenario ha cambiado.

Pero, ¿cuál es ese escenario? ¿Quién pelea contra quién? ¿Cuáles son las alianzas? ¿Y quién domina en cada zona?

Asad, opositores, rebeldes, islamistas

Lo que comenzó siendo un levantamiento entusiasta, limpio, sin violencia, de ciudadanos cansados contra el régimen de El Asad en el contexto de las primaveras árabes, se trocó en una guerra abierta en marzo de 2010: primero vino la represión imparable del Gobierno y su Ejército afín contra los opositores, que reclamaban derechos, libertad, igualdad de trato.

Más tarde, parte de la lucha se radicalizó y se hizo con armas, lo que dio lugar a la creación de grupos armados disidentes como el Ejército Libre de Siria y, más tarde, aparecieron células islamistas como el Frente Al Nusra (brazo local de Al Qaeda) y, finalmente, el Estado Islámico (E.I., ISIS o Daesh), que convirtieron Siria en un campo de batalla yihadista.

A grandes rasgos, se puede decir que hoy el Daesh controla entre 40.000 y 90.000 kilómetros cuadrados del país. El resto del terreno, debilitados los grupos armados no islamistas, casi está por completo en manos del régimen. Asad no avanza notablemente, pero tampoco retrocede, sigue fuerte en Damasco y su área metropolitana o Latakia (su zona de origen, de minoría alauí), y con apoyos esenciales como Rusia o Irán.

Las tropas de Bachar al Asad luchan contra unos mil grupos rebeldes, con unos 100.000 combatientes, según datos aproximados recopilados por diversas Inteligencias internacionales.

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La leyenda del mapa:

- Zonas en control del régimen - Zonas en control de Hezbolá (la milicia chií libanesa pro Asad) - Zonas de control de Al Nusra (la rama local de Al Qaeda) - Zonas de control rebelde (Ejército Libre de Siria, especialmente) - Zonas de control del ISIS - Zonas de control mixto: ISIS / Al Nusra / Rebeldes - Zonas de control de YPG (Unidades de Protección Popular, kurdas)

La oposición moderada al régimen, no armada, se organizó en los primeros tiempos, para borrarse con los meses, perdida entre divisiones internas y falta de apoyo internacional. No ha habido apenas un bloque homogéneo con el que negociar, la amalgama de disidentes ha tenido numerosos enfrentamientos internos y hay quien no los reconoce como legítimos interlocutores.

No obstante, el pasado sábado, la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, anunció el comienzo de un "proceso" para acabar con la guerra civil en Siria, tras numerosas reuniones celebradas en Viena. Se comenzará con las conversaciones de paz entre el régimen sirio y la oposición a partir del 1 de enero de 2016, con vistas a celebrar elecciones en un plazo de 18 meses.

Se calcula que más de 250.000 personas han muerto -la inmensa mayoría, a causa de los bombardeos y cercos impuestos por las tropas leales al Gobierno-, hay unos siete millones de desplazados internos en el país y otros cuatro han tenido que escapar a los países vecinos, desde donde apenas unos cientos de miles que se lo pueden pagar están tratando de cruzar a Europa.


¿Con quién va Estados Unidos?

El gobierno de Estados Unidos se opone al dictador Asad -siempre ha asegurado que no se puede iniciar una transición en el país si él sigue formando parte del organigrama- y también al ISIS. Por tanto, su apoyo se han concentrado en grupos rebeldes sin armas, moderados, y en los kurdos, repartidos tanto en Siria como en Irakç, que es donde realmente nació el Estado Islámico, al calor de la descomposición del país tras la caída de Sadam Husein, la guerra de 2003 y las pugnas de poder posteriores.

EEUU ha dado formación, ayuda material y de inteligencia a estos opositores no islamistas, pero no ha atacado directamente los intereses de Asad. En el verano de 2013 el ataque casi se rozó con los dedos, después de que el régimen -según confirman informaciones de Gobiernos occidentales, de la ONU y de ONG internacionales- atacase a civiles de los alrededores de Damasco con armas químicas. Es lo que el presidente Barack Obama calificó de "línea roja". El presidente sirio terminó negociando con Occidente la salida de su arsenal químico, y no hubo nada.

En septiembre de 2014, Obama dio un discurso clave en el que anunció su intención de "degradar y en última instancia destruir" a Estado Islámico. Dicho y hecho, comenzó de inmediato con una campaña aérea en Irak y Siria, una ofensiva en la que le han acompañado Francia, Reino Unido, Canadá y varios países árabes: Bahréin, Jordania, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, más Arabia Saudí. Pese a que en este punto sí actúa, mantiene que para poder acabar con los yihadistas Asad tiene que irse. Hace falta "un nuevo líder y un gobierno inclusivo que una al pueblo sirio en la lucha contra grupos terroristas", defiende.


¿Y Rusia?

Vladimir Putin es el mayor aliado del régimen sirio. Lo ha sido desde el primer día, desde el primer levantamiento popular, y hoy es otro brazo armado -el más potente- del propio Asad. Por tanto, su mayor enemigo en este instante es todo el bloque opositor sirio, con los islamistas y el ELS a la cabeza.

El mercado de venta y compra de armas entre los dos socios es constante. Se calcula que, para Moscú, los contratos de venta de armamento a Siria alcanzan los 4.000 millones de dólares (en unos contratos abiertos a cerrar hasta 2.000 millones más). Se firmaron antes de la contienda. Rusia, además, tiene la base naval de Tartus, es su única instalación en el mar Mediterráneo. Otra razón esencial para no dejar caer a su aliado.

Hay una más: el número creciente de rusos que se están enrolando en el ISIS y el miedo a que acaben regresando a su país, con ansia de cometer atentados como los que hemos visto estos días en París. Con la doble excusa de ayudar al amigo y de prevenir la vuelta de yihadistas a Rusia, se comenzó a bombardear posiciones yihadistas en el país, el pasado septiembre. EEUU, sin embargo, sostiene que no sólo ataca posiciones del Estado Islámico o Al Nusra, sino posiciones rebeldes que pelean en la guerra civil con el fin de derrocar a Asad.

Putin estira la cuerda ayudando a un mandatario que el mundo califica de "sátrapa", "carnicero" y "asesino", pero en momentos complejos ha sabido mediar, como ante la crisis del uso de armas químicas en 2013. Asad accedió a sacar sus reservas del país y a verlas destruidas por consejo de Moscú.


¿A quién se suma Irán?

Irán sigue los pasos de Rusia, pero con un marcado componente religioso en sus intereses. Defiende al régimen de Damasco y se opone al Estado Islámico y a los insurgentes sunitas -Irán es el país con más chiíes, la rama contraria del Islam, en la que se integran los alauíes a los que pertenece la familia de Bachar-.

La alianza Teherán-Damasco viene de lejos, es histórica, por lo que son fuertes los lazos comerciales y militares desde hace décadas. Hoy Irán es un esencial proveedor de armas, de efectivos y de dinero para el régimen. Se desconoce el volumen del arsenal que ha traspasado. Cada semana llegan reportes de la muerte de altos mandos militares iraníes en Siria, hasta donde se desplazan para apoyar a su contraparte.

El ayatolá Ali Jamenei, el líder espiritual del país, dijo en 2013: "Creemos que los estadounidenses están cometiendo un error sobre Siria y definitivamente pagarán un precio si atacan ese país". Tiempo más tarde, la belicosidad de sus palabras se rebajó, estando como estaba en juego el acuerdo entre las potencias occidentales e Irán sobre el programa nuclear de esta nación.

La permanencia de Asad en el poder sirio es clave para Irán, siempre lo ha sido, porque le ayuda a refrenar la influencia de su gran rival en la región, Arabia Saudita, el gran baluarte suní. Estamos hablando de hondas diferencias religiosas e históricas, traducidas en poder regional durante siglos.

Como en el caso ruso, el Estado Islámico también es un mal que le preocupa, porque su base es sunita y ve a los persas -a los iraníes- como herejes que deben morir, que se han desviado del camino correcto. Irán también está en la diana, aunque sean musulmanes.


¿Arabia Saudí?

Arabia Saudí es una de las piezas indispensables de este puzzle. Quizá es el Gobierno que más se tapa, que menos habla claramente, pero que hace. Sin duda.

Es, por cuestiones religiosas (suníes contra chiíes), enemigo declarado de El Asad y de Irán, su principal enemigo regional por influencia y tamaño. El presidente sirio, defienden, no puede estar presente en una hipotética transición. Es el único estado que explícitamente mantiene sobre la mesa la posibilidad de una intervención militar sobre Siria para derrocar al régimen.

En estos cinco años de crisis, Arabia ha prestado ayuda a los rebeldes, en lo económico y en lo militar. Tibios han sido los comentarios de sus socios occidentales ante la llegada de esa ayuda a los grupos más radicales que pelean en Siria. Riad siempre niega la acusación -sobre todo planteada por Irán- de que directamente están levantando al Daesh. Sin embargo, varios multimillonarios de ese país han enviado donaciones al grupo yihadista y se calcula que unos 2.500 sauditas se han incorporado a las filas de Estado Islámico. Son datos avalados por diversos servicios secretos de Europa y América.


¿Y Turquía?

Vecinos de Siria, los turcos se han alineado con la coalición internacional que lidera EEUU contra Asad. Su particular batalla se extiende también a los separatistas kurdos, que prácticamente dominan una zona autónoma al norte de Siria. Turquía tiene en juego su influencia en la región ante otros totems y la pugna antigua de los suníes -inmensamente mayoritarios en su suelo- y los alauíes y demás chiíes.

Su apoyo, desde la frontera, ha ido destinado desde el principio al Ejército Libre Sirio, el grupo disidente armado más importante hasta la aparición de los yihadistas. En Turquía se han rearmado, han encontrado refuerzos. También Ankara ha sido el hogar de gran parte de los opositores no armados de Siria, que se han organizado en el país como plataforma de acción.

Desde junio de 2012, varios aviones de guerra han sido derribados a un lado y otro de la frontera, lo que ha ahondado en la enemistad entre los Ejecutivos turco y sirio, no malas antes de la guerra.

El gobierno de Recep Tayyip Erdogantambién inició este año una campaña de ataques aéreos contra posiciones del ISIS, un grupo que ha perpetrado atentados en su territorio en los últimos meses, tan graves como el de Ankara, que dejó un centenar de muertos en una marcha pacifista.

De paso, Turquía extendió los ataques aéreos al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una formación ilegalizada en su estado; EEUU ha apoyado plenamente este paso, que hace que el conflicto en la zona adquiera tintes regionales y locales.

por El Huffington Post

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