Trump gobierna en una realidad alternativa. Y las mentiras son su motor

Internacional
/ 24 febrero 2025

¿Condones para Gaza? ¿Ucrania empezó la guerra con Rusia? Las manipulaciones de la verdad por parte del presidente sientan las bases para un cambio radical

NUEVA YORK- Estados Unidos envió 50 millones de dólares para preservativos a Hamás. Los programas de diversidad provocaron un accidente aéreo. China controla el canal de Panamá. Ucrania empezó la guerra con Rusia.

Excepto que no. Nada de eso es cierto. Pero no es que eso detenga al presidente Donald Trump. En el primer mes, desde que volvió al poder, ha demostrado una vez más su osada voluntad de fomentar distorsiones, teorías conspirativas y mentiras rotundas para justificar decisiones políticas importantes.

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Desde hace mucho tiempo, Trump no se rige por la verdad cuando se trata de alardear de su historial y de derribar a sus enemigos. Pero lo que se denominó “hechos alternativos” en su primer mandato se ha convertido rápidamente en toda una realidad alternativa en el segundo, para sentar las bases de un cambio radical en su agresiva remodelación de Estados Unidos y del mundo.

Si la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional es tan tonta como para enviar profilácticos a un grupo terrorista palestino en Gaza, afirma, entonces merece ser desmantelada. Si contratar a personas que no sean hombres blancos para trabajar en el sector aéreo compromete la seguridad, esos programas deben eliminarse. Si China controla el paso estratégico a través del continente, Estados Unidos debería recuperarlo. Si Ucrania es el agresor, debería hacer concesiones a Moscú.

$!“Uno de los mayores poderes presidenciales que ha desplegado Trump es la capacidad de dar forma a su propia narrativa”, dijo Julian Zelizer.

Uno de los mayores poderes presidenciales que ha desplegado Trump es la capacidad de dar forma a su propia narrativa”, dijo Julian Zelizer, profesor de Historia en Princeton y editor de un libro de ensayos sobre el primer mandato de Trump. “Hemos visto repetidamente cómo el presidente Trump crea su propia realidad para legitimar sus acciones y, simultáneamente, desacreditar las advertencias sobre sus decisiones”.

Llevando su mercantilismo inmobiliario y su narrativa de programa de telerrealidad a la política, Trump ha conseguido durante años vender su versión de los hechos. El mundo según Trump es uno en el que él domina todos los retos y cualquier fracaso es culpa de otro.

Afirmó haber construido la mejor economía de la historia durante su primer mandato tantas veces que incluso algunos de sus críticos llegaron a aceptar que era mejor de lo que realmente era. Rechazó los informes de inteligencia según los cuales Rusia intervino a su favor en las elecciones de 2016 tan seguido que muchos de sus partidarios aceptaron su negación.

Lo más significativo es que Trump ha emprendido una campaña de cuatro años para persuadir a los estadounidenses de que no perdió las elecciones de 2020, cuando en realidad sí las perdió, haciendo una afirmación falsa de fraude generalizado tras otra, que serían todas desacreditadas, pero que aun así dejarían a la mayoría de los republicanos convencidos de que fueron robadas, según las encuestas.

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Al mismo tiempo, ha reformulado el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 por parte de partidarios que intentan impedir el traspaso de poder, pasando de ser un “atroz ataque”, como lo calificó en un principio, a un “día de amor”, como lo llama ahora. Esta interpretación revisada le ayudó a racionalizar el indulto de casi 1600 personas acusadas, entre ellas muchas que habían golpeado a agentes de policía.

Trump es un narrador y propagandista muy hábil”, dijo Ruth Ben-Ghiat, autora de Strongmen: Mussolini to the Present e historiadora de la Universidad de Nueva York, quien se especializa en fascismo y autoritarismo. “En realidad, es uno de los propagandistas más hábiles de la historia”.

Ben-Ghiat dijo que lo que hacía tan notable la “mentira fácilmente refutable” de Trump sobre las elecciones de 2020 era que “no trabajaba en un Estado unipartidista o en un contexto autoritario con medios de comunicación controlados, sino en una sociedad totalmente abierta con una prensa libre”.

Pero ella y otros académicos dijeron que algunos de los temas de Trump se parecen a los que se ven en los Estados autoritarios. “El tipo de propaganda y desinformación que vemos ahora no es especialmente nuevo ni depende de internet”, dijo Benjamin Carter Hett, historiador de la Segunda Guerra Mundial en el Hunter College. “Ocurría exactamente lo mismo en la muy diversa y animada prensa alemana de la década de 1920 y 1930”.

$!Anthony Scaramucci, un antiguo aliado de Trump que, dijo el viernes que Trump cree que la deshonestidad funciona.

Los ayudantes de Trump han reconocido desde hace tiempo su afición al embuste y se han adaptado a él o han acabado rompiendo con él. John Kelly, su jefe de gabinete en la Casa Blanca durante más tiempo en su primer mandato, ha dicho que Trump decía a sus ayudantes de prensa que repitieran públicamente algo que acababa de inventarse. Cuando Kelly se oponía, diciendo: “pero eso no es cierto”, Trump respondía: “pero suena bien”.

Stephanie Grisham, que fue secretaria de prensa de la Casa Blanca en el primer mandato, recordó en una ocasión que Trump decía a sus ayudantes que “mientras sigas repitiendo algo, no importa lo que digas”. Y eso se filtró al personal. “La deshonestidad casual se filtraba por la Casa Blanca como si estuviera en el sistema de aire acondicionado”, escribió en sus memorias.

Anthony Scaramucci, un antiguo aliado de Trump que fue brevemente su director de comunicaciones en la Casa Blanca, dijo el viernes que Trump cree que la deshonestidad funciona. Trump, dijo, lleva “50 años tergiversando las cosas y diciendo mentiras y lleva 50 años saliendo impune, así que ¿por qué no iba a hacer las mentiras más grandes e impactantes en este último tramo?”.

Las exageraciones y falsedades tienen un propósito estratégico. Aunque Trump obtuvo una victoria limpia en noviembre, incluso en el voto popular, que perdió en 2016, no obtuvo la mayoría y su margen de 1,5 puntos porcentuales fue uno de los más bajos desde el siglo XIX. Pero suele decir que obtuvo una “victoria aplastante”, que no solo sirve para acariciar su ego, sino para afirmar un mandato popular expansivo para su programa.

Trump, quien despreció repetidamente la verificación de datos por parte de los medios de comunicación durante la campaña del año pasado, no se retracta cuando se descubren declaraciones engañosas y mentiras. En cambio, tiende a redoblar la apuesta, repitiéndolas incluso después de que se haya informado de que no son ciertas.

Después de que los periodistas determinaran que la historia de los 50 millones de dólares para preservativos era falsa, Trump no solo la repitió, sino que aumentó el supuesto total a 100 millones de dólares. Tampoco se echó para atrás después de afirmar falsamente que USAID había concedido subvenciones a organizaciones de medios de comunicación como “un ‘pago’ por crear buenas historias sobre los demócratas”, incluso después de saber que el dinero era simplemente para suscripciones.

Del mismo modo, Trump hizo su afirmación sobre los programas de diversidad y la seguridad aérea al día siguiente de la colisión en pleno vuelo de un avión de pasajeros y un helicóptero del ejército en Washington, sin un ápice de pruebas, ni nunca aportó ninguna. Y aunque una empresa de Hong Kong opera dos de los cinco puertos adyacentes al canal de Panamá, sigue diciendo que el paso está controlado por China, cuando en realidad lo maneja Panamá.

Y para apoyar su esfuerzo por rescindir el derecho constitucional a la ciudadanía por derecho de nacimiento, Trump sigue diciendo que Estados Unidos es “el único país del mundo que lo hace”, aunque se ha informado repetidamente de que, en realidad, más de 30 países lo hacen.

“La oposición acaba discutiendo sus argumentos, independientemente de cuán real sea su fundamento”, dijo Zelizer. “Esto ha colocado al presidente Trump en una perpetua posición de ventaja, ya que él decide los términos del debate en lugar de que alguien intente detenerlo”.

En el mundo de Trump, en el que los hechos son fungibles, las teorías conspirativas tienen a veces tanto peso como las pruebas tangibles, y a quien trafica con ellas se le concede un acceso que ningún otro presidente le daría. Esta misma semana, habló de ir a Fort Knox para ver si el oro del país está realmente allí, dando rienda suelta a la sospecha marginal de que de algún modo ha desaparecido.

Para acompañar al secretario de Defensa, Pete Hegseth, a Europa fue invitado Jack Posobiec, un influente ultraderechista que promovió la mentira de que los demócratas dirigían una red de pedofilia desde una pizzería de Washington, mentira que inspiró a un hombre armado a irrumpir y abrir fuego para salvar a las supuestas víctimas. Posobiec acabó no yendo, pero más tarde acompañó al secretario del Tesoro, Scott Bessent, a Ucrania.

El revisionismo culpabilizador de Trump sobre Ucrania en los últimos días ha sido uno de los esfuerzos más sorprendentes por traducir su realidad alternativa en política. A lo largo de varios días recientes, dijo que Ucrania “empezó” la guerra con Rusia en 2022 y calificó al presidente del país, Volodímir Zelenski, de “dictador sin elecciones”, al tiempo que absolvía al presidente de Rusia, Vladimir Putin, un dictador real que había invadido a su vecino. El viernes fue aún más lejos: “No es culpa de Rusia”.

Al socavar la simpatía de la opinión pública por Ucrania, es posible que a Trump le resulte más fácil llegar a un acuerdo de paz con Putin que dé a Rusia gran parte de lo que quiere, incluso por encima de cualquier objeción de Zelenski o de los dirigentes europeos. Como Zelenski es un dictador responsable de la guerra, según este razonamiento, merece menos consideración.

Una de las afirmaciones de Trump sobre Ucrania ofrece un ejemplo de su mitificación. Dijo que Estados Unidos ha proporcionado 350.000 millones de dólares en ayuda a Ucrania, tres veces más que Europa, pero que gran parte del dinero “ha desaparecido” y que Zelenski “admite que la mitad del dinero que le enviamos ha desaparecido”.

De hecho, Estados Unidos ha destinado aproximadamente un tercio de lo que Trump afirmó, incluso menos que Europa, y no se sabe que falte nada.

Las cifras en dólares citadas para la ayuda estadounidense a Ucrania pueden variar dependiendo de cómo las presenten los funcionarios del gobierno, qué periodo de tiempo abarquen y si incluyen ayuda humanitaria y económica.

¿Cómo llegó Trump a su afirmación? La Casa Blanca no respondió a una solicitud de información. Pero parece que Trump se refería a una entrevista reciente con Zelenski que el presidente o su personal malinterpretaron o distorsionaron.

En la entrevista, Zelenski fue preguntado por The Associated Press sobre unas cifras exageradas y las corrigió. “Cuando se dice que Ucrania recibió 200.000 millones de dólares para apoyar al ejército durante la guerra, eso no es cierto”, dijo Zelenski según una traducción de Ukrainska Pravda, un medio de noticias ucraniano. “No sé adónde fue a parar todo ese dinero”.

Zelenski no estaba diciendo que hubiera 200.000 millones de dólares y que no supiera adónde habían ido a parar. Estaba diciendo que, en primer lugar, nunca hubo 200.000 millones de dólares. Ni siquiera el enviado especial de Trump a Ucrania, Keith Kellogg, ha manifestado preocupación alguna por el dinero desaparecido, afirmando que “tenemos una contabilidad bastante buena de adónde va”. De hecho, la mayor parte de la ayuda estadounidense aprobada para Ucrania ha sido en forma de armas, no de dinero en efectivo.

Pero eso no concuerda con la línea oficial de la Casa Blanca. Una vez que Trump hace una afirmación, quienes trabajan para él —y quieren seguir trabajando para él— se ven obligados a adaptar sus propias versiones de la realidad para que coincidan con la suya. Incluso si eso les obliga a abandonar sus anteriores interpretaciones de los hechos.

Así, la semana pasada se presionó a Michael Waltz, excongresista republicano por Florida que ahora es consejero de seguridad nacional de Trump, para que conciliara sus comentarios anteriores sobre quién era responsable de la guerra de Ucrania con la postura actual de su jefe.

Un periodista leyó en voz alta una columna de opinión que Waltz había escrito en 2023 en la que afirmaba que “Putin es el culpable, ciertamente, como Al Qaeda lo fue del 11-S”. Se preguntó a Waltz si seguía creyendo eso o si ahora compartía la opinión de Trump de que Ucrania había iniciado la guerra.

“Bueno —dijo Waltz cuidadosamente—, no debería sorprenderte que comparta la valoración del presidente en todo tipo de cuestiones. Lo que escribí como miembro del Congreso fue como antiguo miembro del Congreso”.

Y así, la realidad real de Waltz dio paso a la versión alternativa de Trump.

Peter Baker es el corresponsal principal de la Casa Blanca para el Times. Cubre su sexta presidencia y a veces escribe artículos analíticos que sitúan a los presidentes y sus gobiernos en un contexto y marco histórico más grande. c. 2025 The New York Times Company.

Por Peter Baker, The New York Times.

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