Antros de Chiapas, refugios de prostitución

Nacional
/ 28 septiembre 2015

    Sin ningún control sanitario, en bares, cantinas y botaneros de Chiapas, localizados en la ruta migratoria, se prostituyen miles de mujeres centroamericanas, la mayoría hondureñas

    TAPACHULA. A dos cuadras de la presidencia municipal de Tapachula se ubica una "mini zona de tolerancia". En plena calle y a cualquier hora del día, 20 mujeres -algunas menores de edad y en su mayoría de nacionalidad hondureña- ejercen la prostitución sin ningún control sanitario.

    Las autoridades parecen no mirar el espectáculo. Varias son adictas a la cocaína, mariguana, thinner, resistol o crack.

    Conocido como el callejón del "Danubio", nombre del hotel donde se hospedan, las mujeres ofrecen sexo servicio a los transeúntes, incluso a quienes abordan su colectivo que los lleva a diversos municipios de Chiapas, debido a que a un costado se ubica la central camionera de corto recorrido.

    Aquí trabaja Angélica, de 22 años, madre de cuatro niños, a quienes ha dejado al cuidado de su madre debido a su adicción a las drogas.

    La joven mujer de piel morena y cuerpo delgado, originaria de Progreso Yoro, trabajaba en una funeraria junto con su padre, le ayudaba a preparar cadáveres.

    Debido a la precaria condición económica de su familia, Angélica, igual que sus cuatro hermanos, no tuvo la oportunidad de ir a la escuela.

    "Mi papá ganaba poco y apenas alcanzaba para cubrir los gastos de la casa. Había que pagar renta, comida, luz, agua y ropa para nosotros. No le alcanzaba para enviarnos a la escuela", señala.

    Al fallecer su padre, Angélica decide salir de su país e ir en busca del "sueño americano", a los 18 años de edad.

    Tras viajar con pocos recursos y cruzar sin papeles a Guatemala y posteriormente a México, se quedó a vivir en esta ciudad fronteriza con su país, donde empezó a prostituirse en bares y cantinas debido a que en ninguna empresa le daban trabajo. Con el tiempo, unas compañeras la invitaron a realizar el sexo servicio de manera independiente, en la calle.

    Angélica dice que no está trabajando 100%, debido a una alergia que está invadiendo su cuerpo de llagas y manchas blancas, por lo que está preocupada por la leche de su hijo de siete meses.

    Entrevistada en uno de los cuartos de hospedaje La Terminal, donde les cobran a las chicas 20 pesos por ocupar el cuarto en cada servicio que realizan, en el callejón Danubio, la hondureña dice que cuando le va bien gana de mil a mil 500 pesos en un día, pero a veces no gana nada.

    "La mayoría de las chavas que trabajan aquí son adictas al crack y mariguana, y muchas de ellas las golpea su novio y les quita su dinero, tienen `padrote'", narra.



    Sin otra alternativa

    Según el director de la organización "Todo por Ellos", Ramón Verdugo Sánchez, la mayoría de las chicas centroamericanas, principalmente de Honduras, que salen de su país huyendo de la pobreza y la violencia, no tienen otra alternativa de trabajo que la prostitución.

    La organización trabaja con jóvenes y niños de la calle de origen extranjero que tienen problemas de drogadicción.

    Verdugo Sánchez ha denunciado ante las autoridades la explotación laboral y sexual de menores centroamericanas en algunos bares y cantinas de la ciudad, además del enganche de mujeres que se realiza en el parque de Tapachula.

    Estadísticas del Instituto Nacional de Migración (INM) detallan que de enero a octubre de 2012 fueron aseguradas en México, cuando viajaban a Estados Unidos, un total de 6 mil 258 mujeres centroamericanas; mil 409 de El Salvador; 2 mil 296 de Guatemala; 2 mil 495 de Honduras y 58 de Nicaragua.

    Alejandro Solalinde Guerra, coordinador del albergue para migrantes "Hermanos en el Camino" de Ixtepec, Oaxaca, señala que la mujer migrante es vista como un objeto sexual, como un botín que representa dinero y que la tienen que explotar a como dé lugar.

    Asegura que desde que ellas abandonan su país de origen vienen en la incertidumbre, ya que no saben si van a poder llegar a su destino y a los peligros a que se podrían enfrentar, además de la preocupación por deudas.

    Abunda que muchas de ellas vienen con experiencias de violencia, con deudas de dolor por la separación con sus esposos, de tener que dejar a sus hijos y sus padres y que su familia se queda sin dinero. "Todas esas responsabilidades las llevan a cuestas", refiere el sacerdote.



    Sin trabajo, a prostituirse

    Las luces de un cabaret de esta ciudad se encienden alrededor de las 20:00 horas y en el interior alrededor de 30 trabajadores, entre barman, vigilantes, de limpieza, cocineras, meseros y bailarinas, en su mayoría de origen centroamericano y algunos mexicanos, empiezan sus labores cotidianas.

    En el camerino, 15 jóvenes hondureñas se maquillan y preparan un diminuto vestuario con el que bailarán.

    La pasarela con un tubo al centro se ilumina con luces tenues y de colores. En el fondo una pantalla de televisión anuncia los encuentros deportivos.

    El centro nocturno, ubicado en esta ciudad a 15 kilómetros de la frontera con Guatemala, permitió el acceso de cámaras y entrevistas con las bailarinas, sin embargo, sólo dos aceptaron hablar, con la condición de guardar su identidad.

    "Las personas nos juzgan por el trabajo que hacemos y nuestras familias no saben que estamos en este tipo de lugares", señala Valentina, una hondureña de 29 años, originaria de San Pedro Sula.

    Trepada en unas zapatillas de plataforma transparente del número 14, recuerda que hace dos años dejó su natal país invitada por una amiga para trabajar en México, donde ganaría mejor salario.

    A los cuatro meses de llegar a esta ciudad, y tras recorrer las calles buscando trabajo en empresas y negocios que la rechazaban por ser extranjera y estar de manera irregular en el país, se vio en la necesidad de emplearse como bailarina exótica.



    "Me gusta mi trabajo"

    "Las personas que nos dedicamos a esto, es por que allá en Honduras hay mucha pobreza y casi no se consigue empleo".

    Valentina, madre de dos menores de seis y ocho años de edad, refiere que obtiene un sueldo como bailarina de 300 pesos diarios, además de las propinas que recibe por acompañar al que en una noche podría ser de mil 200 pesos.

    "En migración nos dicen que no nos pueden regularizar por que trabajamos en bares, pero no tenemos otra opción, estas empresas son las únicas que nos abren las puertas. Quiero decirle a las autoridades que nuestra intención es vivir acá de manera legal y trabajar para cubrir nuestras necesidades", explica Sofía.

    "Me gusta mi trabajo, no me siento presionada, estoy aquí por voluntad propia y por el buen sueldo que percibo", manifiesta Eloisa, quien es madre de un niño de nueve años.

    -¿Qué trabajo haces en este bar?

    -Bailo, acompaño a los clientes, platicamos y convivo con ellos.

    La entrevista se termina porque las chicas tienen que salir al escenario a bailar. La primera en hacerlo es Valentina, quien con pasos firmes y cadenciosos se planta en la pasarela tenuemente iluminada.

    La música disco suena y los movimientos sexuales prenden a los caballeros asistentes, desde jóvenes de 21 años hasta los de 50 años.



    La ruta migratoria

    En los 12 mil bares, cantinas, botaneros, casas de citas, centros nocturnos y cabarets de Chiapas, algunos regularizados y clandestinos, trabajan un promedio de 30 mil mujeres centroamericanas, 80% de origen hondureño y el resto de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y mexicanas, según datos no oficiales.

    Los establecimientos se localizan principalmente en la conocida ruta migratoria: por la frontera de Suchiate-Tecún Umán y Talismán-El Carmen, los principales municipios son Ciudad Hidalgo, Frontera Hidalgo, Cacahoatán, Tuxtla Chico, Tapachula, Huehuetán, Mazatán, Huixtla, Escuintla, Acapetahua, Mapastepec, Pijijiapán, Tonalá y Arriaga, todos estos en la región Istmo-Costa de Chiapas.

    Mientras que por el lado fronterizo, en la zona Sierra del estado de Chiapas, las presidencias municipales donde se registra el mayor movimiento de comercio sexual son Motozintla, Bejucal de Ocampo, El Porvenir, La Grandeza y Siltepec. En tanto que en la zona fronteriza de Ciudad Cuauhtémoc-La Mesilla se ubican los poblados de Paso Hondo, Frontera Comalapa, San Gregorio Chamic, Comitán, San Cristóbal y Tuxtla Gutiérrez.



    Combate frontal a la trata

    La Fiscalía Especializada en Atención a Delitos Cometido en Contra de Inmigrantes realiza operativos de verificación para prevenir y combatir este flagelo. Las revisiones se realizan de manera sorpresiva en bares, cantinas, centros nocturnos y botaneros, además se ha extendido a hoteles y moteles.

    Dentro de este combate frontal emprendido en contra de la trata de personas, también imparten charlas a taxistas, sexoservidoras, meseras, barman, vigilantes, personal de limpieza y a todos los que laboren en un antro para alertarlos sobre este tipo de delitos y la corrupción de menores, además se les explican sus derechos que tienen como extranjero y sus obligaciones.

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