Ser un ‘Empresa B’, una mezcla de vocación, obligación y opción: Felipe Fernández
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Los dueños y directivos de empresa no deben esperar a que la legislación les obligue para sumarse al movimiento que busca contribuir a frenar el impacto del cambio climático en el planeta, asegura la cabeza del ‘Movimiento B’ en México
La primera impresión que da al conocerle es que se ve muy joven para encabezar una organización que se ha echado a cuestas la tarea de cambiar el mundo... comenzando por el mundo de los negocios. Y es que no aparenta los 44 años que lleva encima, para no decir que su apariencia y actitud llevarían a confundirlo con cualquiera de los estudiantes que nos rodean, en el jardín de la Universidad de Monterrey donde nos encontramos.
Es Felipe Fernández Sánchez Navarro, un egresado de la licenciatura en Administración de Empresas, en la Universidad Anáhuac, que luego estudió un posgrado en el Real Instituto de Tecnología de Melbourne (RMIT por sus siglas en inglés) y allí tuvo su primer acercamiento a un tema que lo ha mantenido ocupado los últimos 13 años: el “Movimiento B”.
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Hoy preside el Consejo de Sistema B México y se dedica a catequizar empresarios en torno a una idea que suena incluso exótica en un momento en que el ambiente se encuentra inundado de invitaciones a conquistar el éxito a cualquier costo: “alinear a los empresarios y a las empresas a lograr los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU”.
De visita en Monterrey con motivo del Encuentro+B, Felipe abrió un espacio en su agenda para ofrecer una entrevista a VANGUARDIA, durante la cual habla sobre el organismo que encabeza, sus propósitos y los retos que tienen al frente.
El ‘Sistema B’
Vanguardia (V): ¿Qué es el Sistema B?
Felipe Fernández (FF): es una organización que promueve el uso de una herramienta que ayuda a las empresas a identificar las mejores prácticas, para incorporar en sus modelos de negocios, que vayan alineadas a la sustentabilidad social, ambiental y de gobernanza.
(V): ¿qué se busca generar exactamente?
(FF): está tratando de alinear a los empresarios y a las empresas a lograr los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU, a tener en consideración aspectos que tienen un resultado positivo financiero pero que también benefician a la sociedad donde trabajan y al medio ambiente donde operan los modelos de negocio. Esta herramienta -que al final del día es gratis- (sirve) para que las empresas empiecen a cuestionarse en diferentes sectores o áreas de sus mismas operaciones, cómo pueden mejorar su impacto social y ambiental (y) puede desencadenar, si la empresa lo decide, una certificación.
(V): ¿por qué vale la pena certificarse?
(FF): Hay muchas financieras hoy que ya están empezando a encaminar sus recursos a este tipo de empresas... entonces, les abre opciones de financiamiento y a nivel operativo, como nos han comentado algunas de las empresas transnacionales que tienen el certificado, la retención por ejemplo de colaboradores menores de 30 años, el indicador se haya ido para arriba; la atracción de talento también ha ido para arriba. Entonces ahí hay varias áreas y varias aspectos que les generan valor financiero, además de estar alineado con con buenas prácticas sociales.
(V): ser una Empresa B, ¿es una opción, es una vocación o es una obligación?
(FF): yo te diría que inicialmente es una vocación. Inició con empresas que no estaban obligadas a hacer esto y decidieron hacerlo: por convicción y alineación, congruencia personal de los dueños. (Pero) va a ser una obligación. Cada vez más los países empiezan a implementar legislación que promueve y y te diría que hasta obliga a las empresas a cumplir con ciertos requisitos y sin lugar a dudas hoy por hoy, pues ahí está la decisión. ¿En qué momento quieres empezar a hacerlo? ¿Vas a esperar a que llegue la legislación para moverte? ¿Vas a hacerlo congruente con tus principios y empezarlo de una vez? Entonces: un poco de los tres.
(V): ¿cuáles son los elementos que deben mover a la acción en las empresas?
(FF): cualquier empresa que tenga una rotación importante de empleados generalmente está ligado a una falta de propósito y de sentido en la vida de sus empleados, en su quehacer profesional y es un grito de que necesitan ese sentido y saber que su trabajo no solamente es una remuneración y generar recursos, sino que también hay una contribución que genera valor a las comunidades en las que están operando.
(V): en México, en concreto, ¿cuáles son los elementos de carácter institucional que están empujando en esta dirección?
(FF): estamos promoviendo estos eventos... justamente es traer a las empresas a que platiquen, se conozcan, entiendan muy bien lo que estamos poniendo a su disposición... te repito, la herramienta es gratuita. También tenemos un trabajo con un grupo de abogados para tratar de pasar legislación que regule a las empresas de beneficio como entidades mercantiles y nos encantaría y estamos también trabajando con algunos gobiernos municipales, en principio, para implementar lo que se llaman las “compras públicas B”, que eso lo que significa es que el gobierno a sus proveedores les pone el requisito de ser una empresa B, de cumplir con estos estándares, para poder ser proveedores.
(V): ¿no es un poco utópico pensar en estas cosas en un país caracterizado por el hecho de que nos encanta hacer trampa?
(FF): yo creo que sí hay algo de pensar en el futuro. No es un tópico, porque es es práctico, pero sin lugar a dudas no podemos seguir con el status quo. El costo ha sido muy elevado y el concepto tan sencillo como que hay una serie de costos que las empresas incurren hacia la comunidad en general, que no están asociados al precio de su producto, de sus servicios, que sin embargo estamos pagando todos como comunidad. Y yo te diría que hoy estamos viviendo una distopia y sí tenemos que pensar en una nueva economía y en una nueva manera de hacer negocios sin que le traduzcamos esos costos a la comunidad y al medio ambiente, porque la situación lo amerita.
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(V): ¿cuáles son los riesgos de no hacerlo?
(FF) hay un marco que te diría que hoy le da mucha visibilidad a todos los actores globales, supranacionales, y por eso me refiero a la ONU y espacios donde los gobiernos se unen, que se llaman los nueve límites planetarios. ¿Qué quiere decir esto? Nuestro planeta necesita ciertas condiciones para permitir el desarrollo humano y el desarrollo de la vida. Estos nueve límites planetarios, que los están autorados por Johan Rockstrom y el Centro de Resiliencia de Estocolmo están en números rojos. Son nueve. De los nueve, seis están completamente excedidos. Por darte un ejemplo: carbono, partículas por millón de carbono en la atmósfera, es uno de estos límites; acidificación de los océanos; pérdida de biodiversidad, que es el más grave y el más crítico: estamos perdiendo a pasos agigantados tanto variedad de especies como números de población de esas especies.
El dinero no se come
La pasión se nota al escucharle hablar, pero Felipe es un activista que parece abjurar de la estridencia: gesticula poco, le imprime inflexiones a su voz apenas en la medida justa y no parece querer llamar la atención hacia él, sino hacia lo que dice.
No duda en enfatizar el sentido de urgencia que se requiere ante la situación actual, pro también deja lugar a la esperanza. Quiere que todos nos preocupemos, dice, pero no al grado de caer en la parálisis porque de lo que se trata es de mover a la acción.
Y en ese propósito, para quienes le escuchan desde el mundo de los negocios, tiene un frase persuasiva: “cuando todos los ríos se hayan secado; cuando el último pescado se haya pescado; cuando el último árbol se haya talado, entonces nos daremos cuenta que el dinero no se come”.