Gavilán o paloma

Opinión
/ 2 octubre 2015

Por: Mauricio Merino

Mientras la delincuencia organizada amenaza cada vez más al Estado y la guerra que estamos viviendo aumenta su importancia para los Estados Unidos y Europa, nuestros partidos políticos siguen ocupados en sus querellas ramplonas y jugando a las estrategias para ganar elecciones. No cabe duda de que tenemos buenas razones para sentirnos desamparados.

En las últimas semanas, todos han mostrado su incapacidad para estar a la altura de las circunstancias. Pero la situación de la izquierda es particularmente grave. Pocas veces se habían reunido tantos argumentos favorables al pensamiento de la izquierda social y democrática para hacer frente al fracaso económico de la derecha y buscar opciones inteligentes en contra de los lamentables efectos sociales de las políticas en vigor y del desorden público con el que está actuando el gobierno. La izquierda no había tenido una oportunidad mejor que ésta -después de 1988- para defender sus ideas y para reconstruir sus prácticas, ni para ofrecerle al electorado una visión capaz de subrayar las diferencias con sus opuestos, políticamente sensata y técnicamente factible.

Pero en lugar de eso, la izquierda parece atrapada por sus traumas más inmediatos, por la disputa interna en torno de su liderazgo político y por sus contradicciones irreparables. Reunidos ahora en el Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA, porque así quisieron llamarle), los tres partidos más importantes de lo que va quedando de esas izquierdas decidieron aliarse con el PAN en cinco entidades para luchar -como dice el desplegado que publicaron el pasado 9 de marzo- en contra del "control del territorio por las maquinarias electorales, el dominio del dinero y la manipulación de la comunicación". O mejor dicho, en contra de lo que representan los gobernadores del PRI en Oaxaca, Durango, Hidalgo, Puebla y Quintana Roo.

Dicen que su primera responsabilidad "es volver a abrir los cauces de la participación para que, quienes están convencidos de que el rumbo actual no depara ni paz ni progreso, puedan votar por el cambio". Pero somos los lectores de esas líneas quienes debemos asumir, supongo, que el rumbo actual no se refiere al país ni al gobierno federal, sino a las entidades que están en disputa, pues de lo contrario estaríamos ante una contradicción flagrante: una alianza con los responsables nacionales del rumbo, para tratar de cambiarlo.

Aseguran que la tarea más importante para la izquierda no es proponer las ideas y las políticas capaces de contrarrestar los problemas que han producido los gobiernos de la derecha sino, por el contrario, recuperar la utilidad del voto. Y añaden, sin solución de continuidad, que "esa es la razón principal que nos ha llevado a reconstruir la unidad de la izquierda (.) y a aceptar ir en alianza con el PAN en algunos estados de la república": el voto útil, para ganar como sea. Tanto, que a contrapelo de las tesis que sostuvieron con toda vehemencia después de las elecciones presidenciales, ahora resulta que "las alianzas electorales con el PAN son el único camino que tenemos abierto para evitar una restauración autoritaria en el 2012 y que se viene gestando desde 2006". ¿Pero no era el PAN, precisamente, el acusado de haber robado las elecciones en ese año?

Para salvaguardar algo de los sellos de identidad, esa izquierda abandonada a la necesidad de pactar con la derecha a la que combate, afirma que "con el PAN y con el PRI tenemos diferencias profundas en materia de laicismo, políticas de género, democracia sindical y derecho de huelga, soberanía sobre el petróleo, campo y soberanía política. Estamos en contra de la política económica del PAN y del PRI, que ha impedido crecer, aumentado el desempleo y la pobreza". Pero de momento, nada de eso importa tanto como ganar votos, al costo que sea.

Dice el desplegado del DIA que "estado y municipio donde gane la izquierda o logre mejorar las condiciones de competencia será una base territorial nueva a favor de la competencia democrática para 2012", pero no agrega que al menos en Durango y en Puebla, quienes ganarían las elecciones, acaso, serían candidatos que fueron militantes del PRI hasta hace muy poco y, en Hidalgo, sería una panista muy relevante del gobierno del presidente Fox. Para la izquierda sólo quedaría Oaxaca. Pero ya en el colmo de las explicaciones inútiles, el desplegado todavía añade que "nuestra estrategia no es para excluir al PRI. Es para que todas las fuerzas políticas puedan competir en igualdad de condiciones".

Una obra maestra de la retórica de nuestros días, que no produce tanta grima por lo que dice cuanto por lo que significa: la derrota del pensamiento político de la izquierda, justo en el momento en el que más falta hacía.


Profesor investigador del CIDE

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