Va para largo

Opinión
/ 2 octubre 2015

Mientras que en el resto de las plazas beisboleras del país la acción inicia mañana, en Saltillo nuestros bien queridos Saraperos queman hoy la pólvora inaugural, como es tradición en LMB, un día antes cuando se trata del campeón absoluto.

Por fin le toca a nuestra franela tener este honor. Bienaventurados los que asisten hoy al Madero para atestiguar, además del partido inicial, la coronación de los actuales monarcas del juego de pelota en México. "¡Qué buena broma nos gastó Dios!", se mofa un amigo refiriéndose a las 40 temporadas que hubieron de transcurrir para que el Sarape se alzara victorioso. "¡Buena nos la hizo! Más vale que no se le ocurra repetírnosla".

Pero eso es lo emocionante del beisbol, que lo mismo puede acontecer el bicampeonato que transcurrir los siguientes ochenta años sin que ganemos otra final (ya sé, que este teclado se me haga chicharrón).

Varias cosas serán diferentes el día de hoy, al inicio de la presente temporada, en nuestra catedral beisbolera. La renovada actitud de la fanaticada, por ejemplo, que alzará con orgullo su frente, igual que su vasote cervecero, mientras borra para siempre de su ideario aquel sino maldito convertido en injurioso mote, "ya merito".

Pero otras cosas permanecerán inalteradas, me atrevo a pensar que durante mucho, mucho tiempo más; como el lío que representa encontrar estacionamiento en las inmediaciones del estadio.

Esta tradición se queda. Y otra cosa que, téngalo por seguro, tiene su permanencia garantizada es el comercio informal
que se apoderó de todo el camellón adyacente al parque.

Considero oportuno mencionar el asunto no sólo por el inicio de la temporada 2010 de LMB, sino por el reciente desalojo de los comerciantes de la Alameda Zaragoza, acción de la que tanto se congratula por ahora la presente administración municipal.

Y lo cierto es que ni cómo oponerse a esta determinación, cuando todo lo que pudiera argumentarse por la economía de quienes perdieron de esta manera quizás su ingreso primordial, palidece frente a la premisa básica de que no podemos permitirnos vivir en la anarquía, en la que cualquier marchante hace del pedazo de banqueta de su predilección su sede comercial.

Menudo paquete se echó encima el Ayuntamiento. Estimo anticipado e ingenuo considerar el desalojo de los puesteros de la Alameda una tarea concluida, cuando lo arduo estaría apenas por venir (eso, si es que la autoridad municipal pretende acatar y hacer valer en serio una política contra el comercio informal).

Lo primero sería aplicar el mismo criterio en todo Saltillo, o por lo menos en los espacios públicos más concurridos (¿Qué pasa con los alrededores del Parque Madero? ¿Para cuándo?).

Otro reto implícito en el mismo brete es el ofrecer a los mercaderes desahuciados en la medida de lo posible alguna alternativa para suplir su actividad, lo cual no es estrictamente obligación del Ayuntamiento, pero nadie quiere exhibirse como insensible y de hecho nadie desea una autoridad con corazón de piedra, firme sí, pero no cruel.

La reubicación en el mercado ofrecida a este gremio de comerciantes parece bien intencionada, pero sería iluso pensar que es siquiera remotamente compensatoria. Si se posicionaron desde un principio en la Alameda no fue de manera casual, sino con el claro propósito de tener en el flujo continuo de paseantes una clientela más o menos constante. Así que confinarlos en un mercado no los resarce del todo pero, como ya dijimos, el municipio no tiene por qué indemnizarlos.

Lo malo es que en México todos tenemos la creencia de que el Gobierno tiene que proveernos o en su defecto consentir que operemos al margen de la Ley, lo que trae luego consigo las peticiones irracionales.

Por ello sería también deseable que desde la Presidencia se desalentara la negociación con líderes que, bajo el argumento de representar "intereses populares" se convierten en auténticas mafias.

Súmele a las tareas que con todo esto se acarrea el Ayuntamiento una que es quizás la más importante de todas: que una vez erradicado el comercio informal, se instaure una política inflexible que lo mantenga permanentemente a raya y no se convierta como otras tantas disposiciones municipales en letra muerta que sólo sirve para hacernos reír un rato.

Parece complicado, ¿verdad? También parecía difícil que un día nos adjudicáramos el campeonato de la Liga Mexicana de Beisbol, y ya ve: nomás nos tomó 40 años.

petatiux@hotmail.com

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