¿De dónde son los cantantes?

Opinión
/ 2 octubre 2015

Hace pocas lunas, nos enfrascamos en álgida discusión un trío de sabios a saber: el politólogo priísta, Samuel Rodríguez Martínez; el catrín de Armando Sánchez Quintanilla, también priísta, y quien esto escribe. Nótese que fui parejo: un trío de sabios, nadie entonces se dará por ofendido en la presentación.

Samuel, fiel a su estilo, pidió un whisky doble, con mucho hielo y muy poca agua quina. Sánchez Quintanilla lo secundó, pidió un scotch casi con la misma alquimia solicitada por Rodríguez Martínez. Este columnista rompió con las bebidas, pidió una cerveza con un toque de preparación a lo cual se le dice michelada y un poco de hielo. Armados con bebidas refrescantes en mano, rueda rodando en la charla, llegamos a un punto complicado en el cual jamás nos pusimos de acuerdo: qué hacer con Cuba, qué significa al día de hoy Cuba, cómo explicárnosla en pleno siglo 21 y en el concierto de las naciones; como abordarla. ¿Condenarla o salvarla en este inicio de siglo, lleno de cambios vivos y democracias dinámicas? Aquello se convirtió en una buena esgrima verbal. Un amigo mío, escritor él, para mayores señas extranjero, el cual ha venido recurrentemente a Saltillo, un día me espetó lo siguiente muy en serio, muy en broma: "Mire maestro Cedillo, en Saltillo sólo hay una condición necesaria para triunfar y hacer buena lana: no perder el acento extranjero".

Lapidario, el aforismo nos retrata de cuerpo entero. Por un antipatrotismo chueco, aunado a un alto grado de masoquismo, todo extranjero es bien recibido sólo por el hecho de tener acento exótico. Se le da casa, comida y sustento; se le paga más que bien y por lo general, sus conocimientos y empuje en sus áreas de trabajo son igual que la mayoría de los trabajadores nacionales: malos, si no es que pésimos. ¿Por qué entonces se les abren las puertas de la nómina oficial de par en par, lo cual aquí es el paraíso? Por ser extranjeros, así de sencillo.

Desde hace lustros, el naufragio cubano es ya peor que el hundimiento total y completo de la ínsula caciqueada por el par de tiranos de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Sánchez, erudito y asaz lector, espetó en la charla que no sólo Cuba sino México también, tenía ausente en su vida cotidiana llevar a buen puerto y después de 100 años, los postulados con los cuales inició la Revolución Mexicana. Rodríguez Martínez, quien jamás ha visitado la ínsula exótica donde la variedad de jineteras es la emoción más fuerte en la diversión cubana, polemizó un buen rato con Armando y aquello se nutrió de todos.

 

Esquina-bajan

Hay un son, el famoso "Son de la loma", el cual entonaba originalmente el famoso "Trío Matamoros", en el cual se pregunta, "Mamá yo quiero saber/ de dónde son los cantantes.". Hoy, los poetas, los cantantes, siguen siendo los únicos o pocos cubanos que traen la verdad en su palabra.

Las nuevas muestras de dignidad de los ciudadanos cubanos son más que ejemplares. Un albañily plomero, Orlando Zapata Tamayo, murió en una de las tantas mazmorras de Fidel Castro, el pasado 23 de febrero, luego de seriales palizas y tundas que le propinaban los celadores y los internos, los cuales se ganaban mendrugos de pan; ¿de qué se le acusaba al albañil cubano Zapata? Al disidente insular se le culpaba de algo impensable en la isla de la dictadura castrista: tener dignidad, estar de pie y retar no sólo al régimen completo, sino al mismísimo Fidel Castro. En 1964, cuando la bibliotecaria de la Casa de las Américas, Olga Andreu, puso en su lista de libros recomendados la entonces reciente novela "Tres tristes tigres" de Guillermo Cabrera Infante, proscrito ya en el régimen, fue despedida. Al poco tiempo se suicidó.

 

Letras minúsculas

No he conocido a cubano inteligente. Me dicen que en Coahuila abundan cubanos y chilenos y que no, no ganan nada mal.

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