Sólo para tus ojos

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Leer es un placer, es una forma privilegiada de cultivar sin pausa el espíritu durante toda nuestra existencia. La lectura nos permite engrandecer nuestro horizonte interior en la medida en que elijamos.
El encuentro con las palabras va de canciones de cuna y de apodos cariñosos, a la lectura de cuentos con los que se viven emociones intensas. Para que el libro llegue a ser parte de nuestra vida se recorren diversas etapas, algunas contradictorias hasta que llegamos al "no puedo apartar mis ojos de ti".
Con los libros podemos pelear, sufrir, divertirnos, amar, viajar, ser libres sin límites, imaginar sin límites; los libros nos dan felicidad, nos ayudan a entender, a conocer y comprender al género humano. Leer y escribir es una forma de adquirir autonomía.
Hoy conmemoramos la decimoquinta edición del Día Mundial del Libro que en realidad es una invitación a que nos movilicemos para velar porque el libro ocupe el lugar que le corresponde en el ámbito social, educativo y cultural.
La tradición del Día del Libro es sencilla de explicar: en este día se conmemora la muerte de dos grandes plumas de la historia de la Literatura, ocurridas en 1616: Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
Apostamos por el mundo de la lectura no sólo porque divierta, sino por algo mucho más radical: la inteligencia humana es una inteligencia lingüística; sólo gracias al lenguaje podemos desarrollarla, comprender el mundo, inventar, convivir, aclarar nuestros sentimientos, problemas o planes.
Los libros son a la vez obras de arte y ciencia, y generadores de ideas. Plasman de manera magnífica las diversidades creadoras. Conducen al conocimiento universal y participan en el diálogo entre las culturas. Son instrumentos de paz.
Pero mientras comprobamos extraordinarios avances en las tecnologías de la comunicación e información que hacen cada vez más accesibles los libros electrónicos, en contraste hay cientos de millones de personas que no conocen los libros, de manera que no es extraño encontrar pasajeros del metro o autobús absortos en la lectura de su iPods u otros gadgets. Pero parece que leer y disfrutar la lectura es casi un privilegio reservado a muy pocas personas.
La sociedad posmoderna tropieza con varias paradojas de difícil compresión: el número de analfabetas del planeta asciende a 759 millones de personas, dos tercios de las cuales son mujeres (UNESCO). En México, según datos del INEA el porcentaje de analfabetas el año pasado era de 7.6, aunque hay un dato dramático: el 12.9 por ciento no terminaron su primaria, por lo que muy probablemente un porcentaje importante de éstos sean analfabetas funcionales.
En Coahuila el analfabetismo parece que avanza hacia la erradicación, en 1970 era del 13.8 por ciento, pero en el 2009 llegó sólo a 2.8 y la población de 15 años y más sin primaria terminada es de 3.5, si les creemos a las estadísticas podemos ser optimistas.
En México, un 13.2 por ciento de encuestados por Conaculta informaron que nunca han leído un libro, según esa misma fuente, el promedio de libros per cápita leídos por año es de 2.9 por ciento y el promedio de lectura es menor en mujeres que en hombres; no obstante, sabemos que son pocos los mexicanos que leen libros, pero en los estratos medios y populares de la población se lee mucho la prensa amarilla, la que ofrece sangre, se lee pornografía barata y entre las mujeres abundan las revistas del corazón, aunque hay poca investigación al respecto.
El planeta celebra de muy diversas formas el Día del Libro, aunque en muchos contextos pase desapercibido. En el Distrito Federal, Paco Ignacio Taibo organiza la Brigada Cultural, "Salva un Libro, no dejes que lo destruyan"; en diversas ciudades del país he visto anunciadas jornadas de lecturas y cuentacuentos. España es especialmente activa en esta conmemoración.
En fin, espero que este 23 de abril de 2010 el libro sea objeto de celebración en todas sus dimensiones y en el mundo entero. Que así sea.