`Ese sucio fregado'

Opinión
/ 2 octubre 2015

Aquel filósofo tenía la mente grande, pero chiquirritico todo lo demás. Por otra parte sufría de ejaculatio prematura (con letra cursiva, por favor, para que no se vea tan mal), esa condición -curable, por lo demás- que en japonés se llama "Kómo keyá". Al término de cada trance amoroso, brevísimo siempre, y apenas sentido por su desconcertada pareja, el filósofo ponía en ejercicio sus filosofías, y se justificaba así ante ella: "Entiende, mi amor: lo bueno, si breve, es dos veces bueno"... Una debilidad también le veo a la vergonzante alianza que han trabado el PAN y el PRD para competir juntos en algunas elecciones locales. La debilidad estriba en que la tal coligación no es "pro": es "anti". Quiero decir que esos partidos no están en favor de algo: están, simplemente, en contra de algo. Su único propósito es evitar que el PRI llegue al poder en los Estados donde aquellas elecciones se llevarán a cabo. No tienen un programa tendiente al beneficio de las comunidades que gobernarían en caso de salir vencedores en tal o cual proceso electoral. Son la unión de dos debilidades para oponerse a una fuerza que por el solo hecho de coligarse ya reconocen como superior. Desde el punto de vista jurídico esas alianzas no son objetables. La viciosa legislación electoral que padecemos permite a los partidos hacer y deshacer a su absoluto antojo. Hechas por los propios partidos a su medida y conveniencia, las amañadas leyes sirven para propiciar la existencia y permitir la supervivencia de organizaciones que a nadie representan, sino a sus propietarios, y que son más bien empresas de lucro que partidos. Pero si hubiera algo que se pudiera llamar moral política, esos arreglos pecarían de incongruencia, pues por ellos se juntan aquéllos a quienes su ideología, si fuera verdadera, tendría que separar. Sin embargo en la política mal ejercitada eso de la moral tiene la misma presencia que la virtud en un burdel, si es que el burdel, mancebía, prostíbulo, congal, manfla, lugar de lenocinio, ramería, lupanar o, allá en mi tierra, "zumbido" (se le llamaba así porque la zona de tolerancia estaba cerca de la planta de luz, cuyo motor hacía un constante ruido al funcionar), institución tan necesaria en toda república bien concertada -el burdel, no la planta de luz-, me permite equipararlo a "ese sucio fregado" que, dijo mi paisano Valle Arizpe, es la política. En fin, aquellas alianzas están haciendo ya agua, y más temprano que tarde habrán de naufragar, independientemente del resultado de las elecciones, sea por las diferencias que separan a los coligados, sea por sus pugnas en el reparto del botín. Al tiempo... La esposa de don Languidio le dijo al médico de la familia que su marido ya no tenía interés en el renglón del sexo. "Lo que pasa -le explicó el facultativo- es que su esposo ha perdido el instinto animal. Póngale en la comida, ocultamente, unas croquetas para perro, y ya verá que pronto volverá a ser el que antes era". Poco tiempo después el médico le preguntóa la señora si las croquetas habían dado resultado; si don Languidio había recuperado el instinto animal. "En cierta forma sí -respondió ella-. Ahora se dedica a ladrar y perseguir coches"... Don Leovigildo y su mujer hacían un viaje en automóvil. Ella iba manejando, y era bastante dura de oído. Los detuvo un oficial de tránsito, y le pidió a la conductora sus papeles. Le pregunta la señora a su marido: "¿Qué dice? ¿Qué dice?". Le indica en voz alta don Leovigildo: "¡Quiere que le muestres tus papeles!". Ella entrega sus documentos. Los mira el patrullero y dice con sorna: "¡Ah! Es usted de Kakópolis. En esa ciudad vive la mujer más frígida, más sosa, más aburrida y más mala para hacer el amor que he conocido en toda mi vida". Le pregunta otra vez la señora a su marido: "¿Qué dice? ¿Qué dice?". Contesta don Leovigildo: "Dice que te conoce"... FIN.

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