Militar, la única opción
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Al leer cómo la policía brasileña ejecutó esta semana un operativo en la favela más grande de Río de Janeiro, Rocinha, pensé cómo la estrategia de seguridad pública del presidente Felipe Calderón estaba cayendo en el peor de los dos mundos: claramente hay la necesidad de continuar con una posición frontal y agresiva en contra del crimen organizado, pero rápidamente está perdiendo apoyo de la población.
¿Qué está pasando en Brasil? Algo similar a lo que sucede en México y Colombia, donde grupos del crimen organizado están controlando partes de ciudades importantes. En el caso de Rocinha viven hasta 100 mil habitantes. Y aunque el Gobierno brasileño explicó que era una operación puntual para capturar a 30 personas, la acción prepara el terreno para una futura ocupación policial de esta barriada. Según los medios de comunicación, en este operativo participaron cerca de "200 agentes de la Policía Civil apoyados por helicópteros blindados". La información inicial es que se detuvo a 11 de 30 personas contra las que habían sido dictadas órdenes de arresto, además de incautar tres toneladas de mariguana y 42 vehículos que eran usados por los sicarios del barrio.
En el caso de Colombia sucedió algo muy similar. Se implementaron programas sociales que transformaron Medellín, que hasta hace una década era una de las ciudades más peligrosas del planeta. Pero en esta historia de éxito, poco se ha resaltado el hecho de que el Gobierno colombiano realizó operativos militares. El más famoso fue la operación Orión, con la cual el Ejército colombiano retomó el control de varias comunas.
En México más y más se critica la participación de las Fuerzas Armadas en su estrategia para controlar grupos criminales que están aterrorizando a la población. Y esta crítica surge aun cuando, en realidad, no se han visto en México operativos como los de Medellín y Río de Janeiro, en donde literalmente entraron la policía y los ejércitos, haciendo uso de helicópteros y vehículos blindados, en forma rápida y certera.
En México, este tipo de operaciones parecen no tener el apoyo popular y el Gobierno se rehúsa a ejecutarlos con la contundencia militar que se requiere. Desafortunadamente, ante la violencia de los grupos del crimen organizado, México requiere de reacciones militares excepcionales.
Desafortunadamente, programas sociales o legalización de las drogas, o el arresto de uno que otro capo, no van a resolver el problema de ciudades como Juárez o Reynosa, donde el crimen organizado claramente ejerce control territorial.
El cuestionamiento a la estrategia de Calderón ya no le permitirá al Presidente ordenar una estrategia de estado de sitio con una respuesta militar que requieren algunas ciudades del país. Será el nuevo presidente, quien quiera que sea, el que tendrá que operar esta estrategia militar.
Desafortunadamente, no habrá otra opción que ésta.
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