El olvido de la política

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Soy un manojo de contradicciones. Mis amigos lo saben. Me considero un observador de la política, sólo eso. Dejo para otros compañeros de plana el título de "analistas" y "politólogos". Mi conocimiento y práctica no da para más, en honor a la verdad. Soy un manojo de contradicciones y soy un amargado y nihilista obcecado. Pero, también, dice un refrán muy mexicano: es de sabios cambiar de opinión. En fin, nada nuevo.
Lo anterior y no otra cosa viene a mi escasa materia gris para contextualizar lo siguiente: una y otra vez he escrito en este mismo espacio que no creo ni confío ni le doy un gramo de credibilidad alguna a esas herramientas postmodernas del ciberespacio llamadas internet, blog, twitter, email y demás artilugios que se hacen pasar como la forma más segura y genuina de arreglar el mundo y estar "comunicados". Lo anterior, insisto, puede llenar las expectativas de mis amigos "high tech" como Carlos Alberto Arredondo, Luis Efrén Ríos y don Víctor S. Peña, pero no las mías.
Pero. al parecer lo anterior llena la inteligencia, expectativas y vida cotidiana de todos. Siento en mi mundo, real, patibulario y urbano, que no es necesario entrar al sistema donde hay que leer cada tres minutos un "tuit" mal escrito y con faltas de ortografía; lo considero amén de insustancial, poco elegante y audaz para la prosa la cual estoy acostumbrado a leer en las noches más altas.
¿Para qué leer un "tuit desparpajado" y en teoría "divertido", de un tipo que se firma "El naquito", cuando puedo leer la bien medida prosa de don José Ortega y Gasset?
Otra: ¿para qué comprar el último gadget de moda, el nuevo móvil, la portátil o la nueva tableta, si puedo disfrutar mi libro fundamental de Tomás Eloy Martínez, encuadernado en piel a la usanza holandesa? Tal vez porque soy un hombre viejo.
Un hombre que confía en la literatura, el pensamiento y el saber. Un hombre que busca convencer, pero no vencer. Un hombre que sigue creyendo que la política es el arte supremo de la oratoria, la esgrima verbal y la discusión entre iguales; jamás entre diferentes. Por lo general el diferente termina tratando no de convencer, sino de vencer y abatir al adversario (Andrés Trapiello dixit).
Al parecer todo lo anterior ya forma parte de un siglo pretérito, añoso y lejano. Lo de hoy es ser "chundo", naco, como bien lo decía mi maestro con voz de trueno, don Antonio Usabiaga Guevara; lo de hoy no es la política, sino la incompetencia, las redes sociales, la "discusión" vía chat, email, facebook. lo de hoy es la chabacanería, la ignorancia.
Esquina-baja
Seguí más por morbo que por interés genuino, la comedia terminada en drama y pleito de cantina, del tema de la banda de 2.5 gigahercios que el Gobierno federal de Felipe Calderón quiere recuperar de manos de la empresa MVS de Joaquín Vargas. En medio, una locutora, Carmen Aristegui, fue usada como moneda de cambio. No importó ella, salvo su uso como anzuelo o trofeo. Da igual.
En esta comedia, donde se ventilaron cifras del orden de los 27 mil millones de pesos que pide el Gobierno por dicha concesión (MVS ofreció sólo 104 millones. Es decir, se cumple aquel aforismo de que no hay "comerciante" honrado, decía mi padre) y cuando los insultos salieron a la palestra pública para dirimir el problema de interés nacional, afloraron también las "pruebas" aportadas por el "comerciante" ofendido. ¿Cuáles fueron dichas pruebas en tan alto conflicto de escala aún internacional?
¡Mensajes de texto en una BlackBerry! La basura cibernética, la chabacanería, la estulticia. Afloraron emails, mensajes de SMS y borradores de cartas de disculpas de la locutora, MVS y sus directivos. Uf. 27 mil millones de pesos y el "prestigio" de una locutora que tiene embelesados a más de uno, dados al traste por la extraña seducción de políticos y comerciantes por enviar y recibir textos en una BlackBerry.
Letras minúsculas
El arte de la política se ha perdido. ¿Qué opinarán ciber-adictos como Arredondo, Ríos Vega y Peña Mancillas de semejante comedia barata?