Qué saben que yo no
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Es una realidad que sin Reforma Energética no habrá dinero suficiente para programas estratégicos prometidos -Cruzada contra el Hambre, Reforma Educativa o Plan de Infraestructura, por ejemplo-.
El panorama luce verdaderamente complicado. La política está muy congestionada por tantas reformas de calado enviadas por el Ejecutivo, que se complicarán más porque van a coincidir con el Presupuesto de 2014 y corren en la estela que dejó la desaceleración económica, y un crecimiento notablemente mediocre.
En el campo social el narcotráfico disputa al Estado territorios, y su mezcla con maestros y guerrilleros en algunas regiones del país son como un cerillo prendido sobre el tambo de dinamita.
El gobierno de Enrique Peña Nieto ha perdido en seis meses el consenso. Arrancó con la oposición de la izquierda social a su Presidencia y los maestros dispuestos a no perder privilegios, que dio origen a más de 150 manifestaciones de diferente tamaño e impacto durante los cinco primeros meses de su administración. Pero gradualmente se fue ampliando la inconformidad a otros sectores, muchos de los cuales lo habían respaldado en la campaña y que tenían altas expectativas sobre su manejo del país. No tardaron en decepcionarse o entrar en duda o y escepticismo.
En buena parte de esto tiene que ver con la deshidratación de la economía, cuyo agravamiento por la caída de 12.7 por ciento en la recaudación en el primer trimestre -que es siempre el mejor del año-, y el dogma del déficit cero que no permitió amortiguar ese golpe, rompió lealtades políticas. Bajó la inversión, el consumo y subió el desempleo. Huyeron mil 500 de millones de dólares a cielos bursátiles más seguros, y volaron 800 millones de reservas de oro compradas en 2010. Prendido de los alfileres para que se aprueben sus reformas Energética y Fiscal en los términos deseados, el Presidente cedió políticamente ante la oposición y avaló -al menos en los hechos- que crecieran problemas políticos y sociales para no agitar más el avispero en el que se encuentra.
Es una realidad que sin Reforma Energética no habrá dinero suficiente para programas estratégicos prometidos -Cruzada contra el Hambre, Reforma Educativa o Plan de Infraestructura, por ejemplo-. Para conseguir el apoyo para los cambios constitucionales necesarios que coloquen ruedas a la Reforma, tuvo que hacer concesiones políticas y frenar la lucha contra el narcotráfico. Su idea, utilitaria, es que el costo será menor que el beneficio. Por tanto, el fin justifica los medios. Puede ser. La otra cara es elevar impuestos a medicinas y alimentos, y cambiar las metas, los objetivos y los plazos de las promesas presidenciales.
Los partidos de oposición tomaron la medida de su miedo al fracaso y ejercieron chantajes y presiones para condicionar su permanencia en el Pacto por México, el caso donde se cocinan las reformas. Sin ellas no habrá dinero para crear empleos, ni escuelas, ni salida para 80 millones de mexicanos que viven en pobreza extrema, son pobres o están en camino de serlo. Tampoco habrá posibilidades para impedir que en la desesperación crucen la línea de la legalidad y se unan a los cárteles de las drogas o, los ideológicamente más acabados, opten por la lucha armada como vía legítima para enfrentar la precariedad y el desastre institucional.
La falta de recursos conllevaría a la debilidad del gobierno de manera inercial, y los territorios liberados que hoy tienen policías comunitarias y grupos de autodefensa civil en Guerrero y Michoacán, pueden ser el ejemplo para poder vivir sin necesidad de un gobierno que no fue capaz de proveerles seguridad. Las condiciones sociopolíticas y económicas del país se ven sumamente alarmantes, casi al punto del desborde.
Y sin embargo, cuando uno habla con los funcionarios del más alto nivel, ni se ven histéricos, ni al borde del llanto, ni con la preocupación a flor de piel.
Al contrario. Lucen confiados, y contentos por cómo les están saliendo las cosas. Animados por el horizonte que ven con el presidente Peña Nieto a la cabeza y seguros de que el país, bajo su guía, va a cambiar para siempre. A veces uno se pregunta si se habrán dado cuenta de su entorno, afuera de la cápsula en la que viven, o si no se han dado cuenta que no se dan cuenta. Pero a lo mejor, porque tampoco lo dicen, las cosas pasadas por el tamiz de su información y su diagnóstico, no es tan negra como se ve desde afuera, y es cuando uno piensa qué sabrán ellos que uno desconoce para que se hayan embarcado en tantas cosas complejas y difíciles de armar y consensuar, al mismo tiempo.
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