Prospera, ¿otro changarro?

Opinión
/ 2 octubre 2015
true

Suena muy bonito eso de cambiar un programa que se llama Oportunidades por uno que se llame Prospera. Un concepto que pareciera inspirarse en aquello de que es mejor enseñar a pescar que regalar todos los días un pescado. Aunque bien mirado, Oportunidades tampoco es una noción despreciable. ¿Quién no desea tenerlas? ¿Y qué me dicen de Solidaridad? Una palabra que parecía añadir a la caridad la calidez, la complicidad y la amistad.

Lo que queda claro es que a lo largo de las últimas tres décadas no ha faltado imaginación en la administración pública para envolver en papel brillante y moños llamativos los supuestos regalos a los pobres. A los funcionarios se les puede acusar de muchas cosas, pero nunca de falta de ingenio en materia de marketing.

El resultado, como todos sabemos, ha sido escaso o nulo. Quizá para muchas personas los apoyos asistenciales de tales programas significaron un alivio importante, pero las estadísticas no mienten. Los niveles de pobreza siguen siendo abismales. Los indicadores en ocasiones mejoran y en otras empeoran, pero el saldo final es lamentable. Peor aún, en los últimos años se ha recrudecido la miseria debido a la pérdida de poder adquisitivo del salario mínimo y a la inflación acelerada de la canasta básica.

Todo indica que las alzas y bajas en la tendencia de los índices de pobreza a lo largo de estos años están mucho más relacionadas con los vaivenes de los sectores productivos que utilizan mano de obra intensiva, que al impacto de los programas sociales.

Se supone que Prospera, el nuevo programa, se orientará mucho más que antes a facilitar recursos para que los necesitados se inserten en la esfera productiva. La intención no es mala, el problema es que la esfera productiva está diseñada para rechazarlos. Ofrecer un crédito con tasas menores al 10% no suena mal, pero equivale a dar resorteras para entrar a una batalla en la que dominan los rifles de asalto. Peor aún, incluso si se trata de créditos blandos el hecho es que el beneficiario adquiere una deuda, a la postre puede provocar que los pobres sigan igual, salvo que ahora queden endeudados.

El problema de fondo es que la esfera productiva y comercial es francamente hostil para con el mini empresario, salvo cuando éste opera en la economía informal. La propuesta de Vicente Fox de hacer de todo pobre un propietario de changarro está sembrada de sueños frustrados y no tiene nada de novedosa.

El beneficiario de estos créditos encontrará una competencia feroz y desigual, en el que los peces grandes se tragan a los pequeños con la complicidad de autoridades y tribunales. Enfrentará reglas del IMSS, exigencias de Hacienda, trámites absurdos para obtener permisos y licencias locales o estatales, expoliaciones de inspectores y, en ciertas zonas, extorsiones del crimen organizado.

Ahora bien, si se ofrecen recursos para que el beneficiario los invierta en la economía informal las cosas podrían cambiar. Sin tener que responder al terreno minado de las exigencias oficiales en materia de contratación de mano de obra o impuestos, el mini empresario tiene una posibilidad de sobrevivir. En el mercado informal los negocios tienen la flexibilidad para transformarse de la noche a la mañana y explotar una pequeña oportunidad o una coyuntura efímera, algo que no poseen cuando están dados de alta en los registros oficiales.

Habría que preguntarnos si en lugar de seguir intentado supuestas inserciones por la puerta trasera de la economía a los desfavorecidos, tendríamos que revisar la estructura productiva formal para convertirla en una fuente de prosperidad real. ¿Cómo hacer para incentivar el empleo dentro del aparato productivo? ¿Cómo mejorar los niveles de ingreso real de los trabajadores? No son objetivos sencillos. Aumentar el salario mínimo y al mismo tiempo ampliar el número de empleos resultan metas contradictorias para la economía de mercado salvaje que hoy impera. Pero al menos estaríamos poniendo la atención en el verdadero problema: el aparato productivo actual opera para y por el 50% de la población de México e ignora al resto.

Mientras éste no cambie, entregar recursos y algunas palmaditas en la espalda con el propósito de que alguien se convierta en mini empresario tiene mucho de demagógico.

Quizá ha llegado el momento de reconocer que el verdadero Oportunidades o Prospera es el universo paralelo de la economía informal. Será un reto asumirla como una vía de reparación para las inequidades que produce la sociedad de consumo y el aparato productivo formal. Por difícil que sea, sería mejor que engañarnos un  sexenio más con un nombre bonito para algo destinado al fracaso.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net




TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM